Política

Tu apatía y desinterés por la política es la mejor noticia para la oligarquía

Tu apatía y desinterés por la política es la mejor noticia para la oligarquía

Siento y Miento - 21 - Política personal

Creo que todavía no hemos tomado consciencia del poder que posee la opinión pública en las democracias liberales. Le temen los ciudadanos y le temen aun más los gobiernos. Una prueba contundente de su poder es la asignación de recursos que le brindan las oligarquías[1]. La concentración de los medios de comunicación, que hoy configuran monopolios a nivel global, regional y local ejemplifican perfectamente esto que señalamos.

En nuestro país el ejemplo dramático de esto que decimos fue la Ley de medios audiovisuales:

“Practiquemos la memoria crítica y recordemos que la primera jugada del Mauricio Macri apenas se hizo con el poder político, cumpliendo el mandato de sus socios mayores, El Grupo Clarín y el diario La Nación, fue derogar de un plumazo, mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, una Ley que venía siendo frenada en forma canallesca por las cautelares de los jueces de la oligarquía”[2].

Para el contubernio Grupo Clarín- Cambiemos, era esencial aniquilar la ley de Servicios de Comunicación Audivisual. De haber funcionado esta ley Cambiamos jamás hubiera conseguido el poder político. Esto señala la importancia que tiene el control de la opinión pública. En realidad no deberíamos hablar del control de la opinión pública, porque eso supondría entender que existe una opinión pública que luego es controlada. Lo que sucede es que los poderes fácticos “crean” la opinión pública, la construyen a la medida de sus valores e intereses. Y esa opinión pública es realmente intimidante, tanto para los ciudadanos que se someten a una espiral de silencio por el miedo a quedar aislados en sus opiniones, como para los gobiernos que temen contradecirla con sus decisiones:

“La opinión pública es creada o, por lo menos, influenciada notoriamente por los medios de comunicación, hoy monopólicos y hegemónicos. Aquí voy a hacer pie en la excelente investigación de una socióloga alemana, Elisabeth Noelle-Neumann quien, en su libro “La espiral del silencio. Opinión pública nuestra piel social”, publicado en 1977[3], elabora una teoría de la comunicación en la que sostiene que la opinión pública es una forma de control de la masa social. Esto quiere decir que la opinión pública dominante o, por lo menos, de una parte importante de la ciudadanía, incide sobre la población, de tal manera de sumergir a los ciudadanos en una espiral de silencio, precisamente por el miedo a quedar segregados por contradecirla. Para no quedar descolocados, para no quedar solos frente a la opinión dominante, para no sufrir una especie de exilio social, los ciudadanos se sumergen en el silencio, no critican, no debaten, no discuten, sino que acallan su voz. Pero la opinión pública dominante, que es construida por la oligarquía a través de su control de los medios de comunicación masivos que monopolizan, intimida, y no sólo a importantes sectores de la población, sino también a los gobiernos, que temen contradecirla con sus decisiones porque dependen de dichos sectores para seguir en el poder. Es así como también podemos hablar de una “espiral del temor”, esta vez referida a los gobiernos. Esta opinión pública dominante, aunque sólo sea la de una parte de la población, inhibe a los gobiernos de tomar decisiones. ¿Qué decisiones?, precisamente aquellas que van a contrapelo de dicha opinión pública dominante. ¿Cuál es el temor de los gobiernos?, es muy simple la respuesta: la población vota y depende de su voto para seguir en el poder. Y si una parte importante de la ciudadanía es manipulada por la oligarquía, entonces, el futuro de los gobiernos comprometidos con los intereses populares entra en un cono de incertidumbre”[4].

Los medios monopólicos y hegemónicos ponen en juego un verdadero sicariato mediático de falsos periodistas, en realidad operadores comunicacionales que tienen por objetivo crear opinión pública legitimadora de los valores e intereses de la oligarquía. La opinión pública se convierte así en un factor más de poder, y de mucha relevancia, de los sectores dominantes.

Aquí hay un papel importante para la ciudadanía, que es la materia prima de la opinión pública. Si la ciudadanía tiene un bajo nivel de alfabetización política, lo que en gran medida ocurre, los medios hegemónicos y su sicariato conseguirán el objetivo de crear una opinión pública que va a manifestar un consenso negativo y destituyente respecto de los gobiernos de sesgo nacional y popular y aprobatorio de todas las acciones de una oposición política que representa a los poderes fácticos. Es obvio que esta situación es altamente perjudicial para los intereses populares, lo que ya hemos vivido y, lamentablemente, seguimos viviendo. Pero, ¿por qué ocurre? La respuesta no es compleja, porque es comprobable que sin la baja formación política de una parte importante de la ciudadanía, el objetivo de la oligarquía no podría concretarse.

El desdén y la negación de la política que, en gran parte es provocada por la acción de los medios hegemónicos y su sicariato, es lo que posibilita la creación de una opinión pública destituyente. En una toma de yudo, la oligarquía utiliza la propia fuerza del oponente para someterlo.

Espero que los lectores comiencen a percibir, ahora, la enorme importancia de la formación política de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular.

No obstante, la formación política debe luchar contra la naturalización de la apatía política. Es evidente que el rechazo y desdén por la política es una nota presente en gran parte de la ciudadanía. Y no creo que sea necesario hacer una investigación científica, aunque realizarla sería bueno, porque en nuestra experiencia de todos los días podemos verificar infinidad de casos de personas de todas las edades y niveles educativos que manifiestan que no están dispuestas a interesarse y comprometerse con la política porque el poder de los sectores dominantes es tan grande que sería imposible cambiar algo. Estas personas, que son muchas por cierto, manifiestan escepticismo y resignación frente al poder, a la vez que un menosprecio por los políticos y los gobiernos, a los que consideran incapaces de transformar en forma progresista la sociedad. Esto los conduce a un severo desinterés por la política, en una palabra, los sume en una intensa apatía política. Y está apatía y desinterés por la política es el mejor caldo de cultivo para la creación de una opinión pública legitimadora de los valores e intereses de la oligarquía.

No tenemos duda de que esta apatía política, que es fogueada por la oligarquía a través de los medios hegemónicos y su sicariato comunicacional, tiene un anclaje en el bajo nivel de alfabetización política de gran parte de la ciudadanía. Una mejor comprensión del fenómeno político, estamos seguros que se traduciría en una correlativa disminución de la apatía política.

En esta problemática hay una cuestión que es esencial: la toma de consciencia de la importancia crucial de comprender la contradicción fundamental oligarquía-pueblo y todo lo que de ella se deriva. Esta contradicción es la puerta de entrada a una alfabetización política de calidad. ¿Por qué lo decimos? Preguntémonos primero: ¿de dónde nace la apatía política? Vamos a mostrar que ignorar la relevancia que posee la contradicción oligarquía-pueblo, que nos deja a merced de las contradicciones partidarias, que son secundarias, es uno de los principales factores que promueven la apatía política de la ciudadanía. En la contradicción fundamental nos situamos en la dimensión de la “politización”, en las contradicciones partidarias, estamos en la dimensión de la “partidización”. Les vamos a mostrar que si no comprendemos la dimensión de la politización nos perderemos en la dimensión de la partidización. ¿Por qué? Porque la dimensión de la partidización se gesta en la dimensión de la politización. Son las oligarquías quienes promueven e instalan las contradicciones partidarias, principalmente porque les sirve para dividir al amplio campo popular. Las confrontaciones y peleas partidarias –porque no son políticas, aunque se las denomine así- entre quienes componen el amplio campo popular, esto es, entre personas que viven de su trabajo y les cuesta llegar a fin de mes, más allá de que ocurren todo el tiempo, son absurdas y desgastantes. ¿Por qué? Porque todas esas personas cometen un grave error al considerar enemigo al que discute y confronta con ellas, ya que su verdadero enemigo, que es común a todos lo que conformamos el amplio campo popular, es la oligarquía. Además, para quienes sólo existe la dimensión de la partidización, esto es, que ignoran la gravitación de la contradicción principal, el espectáculo de políticos peleándose todo el tiempo, gobiernos que se suceden dejando sólo problemas y agravamiento de la situación y una pobreza convertida en estructural, produce a sus ojos una situación de descrédito de los políticos y la política, A la ciudadanía le queda la desagradable y desgastante sensación de que la política no cambia nada, de que es un ejercicio inútil y que sólo benéfica a los políticos. Este descrédito se expresa en la repetida frase: “siempre tenemos que votar al menos malo”. Y esta es una clara expresión de apatía política. Y la apatía política desempodera a los pueblos, precisamente lo que necesita la oligarquía, pueblos desempoderados para dominarlos más fácilmente.

El accionar de la oligarquía tiene como uno de sus objetivos principales eliminar de la consciencia ciudadana la contradicción fundamental, porque con ello le cierran al pueblo el camino de la politización. La ciudadanía debe confundirse en la dimensión partidaria sin percibir que el problema central es la oligarquía y no los partidos políticos y los gobiernos. Esto no quiere decir que los políticos y los gobiernos no merezcan críticas, lo que decimos es que no son la esencia del problema, no son el factor principal del fracaso y decadencia del país, la pobreza, la falta de empleo, la deuda externa, etc. La esencia del problema es la oligarquía. Lo que sólo podrá percibirse con una mirada política y no partidista.

Por eso, cuando vos, tu hermana, tu hermano, tu papá, tu mamá, tus amigos, tus compañeros de estudio o de trabajo, se dejan ganar por la apatía y el desinterés por la política, están favoreciendo y siendo funcionales a la oligarquía que, sin oposición, va conformando la sociedad a imagen y semejanza de sus valores e intereses. Y todos sabemos, aunque muchos no sean plenamente conscientes de ello, las sociedades que dan las oligarquías.

Fijate cómo los sicarios comunicacionales de los medios monopólicos no hablan jamás de la contradicción fundamental y les cargan a los políticos y los gobiernos todos los problemas del país, exceptuando a los factores de poder de toda responsabilidad. Es que el más grande enemigo de la oligarquía es la política. Por eso, deben desacreditarla de todas las formas posibles ante la mirada de la ciudadanía. Desacreditar a los políticos y los gobiernos con la finalidad de promover la apatía política de la población.

Es posible mostrar cómo en la contradicción principal se encuentra la explicación del juego político, del por qué el dominio de la opinión pública es tan caro a los intereses de la oligarquía, del por qué de las operaciones mediático-judiciales contra las figuras y políticos de la oposición cuando tienen el poder político y del oficialismo cuando son oposición. Del por qué persiguen con tanta saña y encono a todas aquellas figuras con ascendencia en el pueblo, como sucedió con Evita y como sucede con Cristina Fernández de Kirchner.

Fijate qué buena estrategia es la de instalar la falsa grieta kirchnerismo-macrismo en el amplio campo popular. Cuando el macrismo, el Pro, es ni más ni menos que los dominadores camuflados como partido político, arrastrando a la UCR, un partido de origen popular que también quedó convertido en otra pantalla de la oligarquía y la Coalición Cívica un invento de la derecha. Cambiemos son los dominadores. No queremos decir con esto que los otros partidos y agrupaciones políticas son carmelitas descalzas, como por ejemplo el peronismo, que fue penetrado tantas veces por sectores de la derecha y alberga en su seno a amigos y representantes de la oligarquía. No obstante, nunca cometió una traición a sus bases como la UCR. No está libre de la corrupción, que es transversal a todos los partidos y agrupaciones políticas, pero mantiene intacta su raigambre nacional y popular. El peronismo es un fenómeno típicamente argentino, que hoy, con todas las críticas que podamos hacerle, es la única agrupación política que puede aglutinar una respuesta popular para enfrentar con posibilidades de éxito a la eterna oligarquía de nuestro país.

Es notable el nivel de falta de consciencia y resignación de gran parte de la población que conforma el amplio campo popular, incluida mucha juventud, respecto de su poder para contrarrestar el embate manipulador de la oligarquía a través de los medios de comunicación que monopoliza. Y aquí hay dos ideas que son fundamentales:

1) La toma de consciencia de que debemos asumir nuestra responsabilidad y compromiso individual en la tarea de elevar nuestro nivel de alfabetización política[5] y

2) Que de la consciencia política de cada uno depende el destino de todos.

Comprender el alcance político de estas dos ideas sería un paso enorme en tu proceso continuo de formación política.

No tengas ninguna duda, tu apatía y desinterés por la política es la mejor noticia para la oligarquía.

Buenos Aires, 6/7/2020

El ciudadano politizado

  1. El concepto de oligarquía ha adquirido muchos significados y connotaciones, por eso me veo obligado a aclarar cómo lo entiendo aquí, y lo hago apelando a su etimología. Se trata de una palabra de origen griego, “0li”= escaso o poco y “arjé”: poder o gobierno. Oligarquía, entonces, es el poder o gobierno de unos pocos.
  2. Lens, José Luis, “La lucha ciudadana contra el sicariato mediático de la oligarquía”. En; https://www.autoformacionyempoderamiento.com/la-lucha-ciudadana-contra-el-sicariato-mediatico-de-la-oligarquia/ 26/6/2020
  3. Ver: “la espiral del silencio y las políticas del embuste permanente”, en: Lens, José Luis (2018) Nosotros somos los que estábamos esperando. Buenos Aires: VI-DA TEC Editores. Página 239
  4. Lens, José Luis, Es imprescindible una Ley de medios, en: https://www.autoformacionyempoderamiento.com/es-imprescindible-una-ley-de-medios/
  5. Recordemos, como señalaba sabiamente el Mathama Gandhi, que “si todos somos cero, la suma de ceros siempre dará cero”. Debemos convertirnos en unidades y los ceros se convertirán en decenas, centenas, millares y decenas y cientos de miles.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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