Neoliberalismo

Nunca más el neoliberalismo

Nunca más el neoliberalismo

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Es evidente que el capitalismo neoliberal carece de un principio civilizatorio, un ordenador socio-político capaz de conducirnos a sociedades donde todos y todas podamos realizarnos. El capitalismo neoliberal está quebrado, principalmente porque no tiene proyecto para ordenar y organizar las sociedades y el mundo, y si no somos capaces de reemplazarlo, la humanidad no tiene destino.

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Está comprobado, y cada día es más evidente, que el mercado es un pésimo organizador socio-político, porque se rige por las ansias ilimitadas de poder y la maximización de la ganancia. De ahí que no sea para nada casual que los paladines de la ideología “libertaria” en economía hayan promovido, y todavía lo sigan haciendo, la idea de que el desarrollo de los países y la solución de todos sus problemas (políticos, sociales, laborales, educativos y de salud) se consigue con el equilibrio fiscal, los ajustes de la economía y la reducción del mal llamado gasto social, achicando el papel del Estado. Sus caballitos de batalla los conocemos todos: “El Estado nos roba”, “Los políticos son la principal lacra social, porque viven de nosotros”, Tenemos que mirar e imitar a los países que funcionan como Chile, Perú, Colombia, esos deben ser nuestros modelos”. En el primer debate presidencial el gran referente argentino de la ideología libertaria, José Luis Spert, volvió a repetir, como una letanía, que la Argentina debe mirar y tomar como ejemplo a países como Chile, que son los que realmente funcionan[1]. Unos pocos días después Chile estalló como una bomba. Lo que ocurre es que estos libertarios, que no quieren entender nada de política, que la menosprecian, nos presentan a la economía en forma descontextualizada, analizándola artificialmente y de manera puramente técnica. Pero la economía, como la educación, no puede entenderse fuera del marco político. Estos dogmáticos libertarios convierten la economía en un fetiche, un objeto sagrado, cuya primera consecuencia es que los seres humanos quedan desplazados a un segundo y oprobioso lugar.

Un mínimo análisis de sentido común nos advierte que priorizar los ajustes económicos por sobre el crecimiento y la expansión de la economía, única forma de generar trabajo (que es clave para la inclusión social de las mayorías), es un contrasentido. Para dar un ejemplo, cuando a partir de los “ajustes”, los niños de 1 a 3 años no toman leche, quedan irremediablemente dañados de por vida. Cuando se cierran las industrias y los comercios y los trabajadores pierden su trabajo, el daño es irreparable. Es absolutamente absurdo sostener que para crecer primero hay que generar desigualdad, destruyendo el tejido social, aniquilando el consumo, generando desempleo y desmantelando las fuerzas productivas.

El Chile de la desigualdad brutal, que nos arrojaron como ejemplo a seguir durante añares los economistas libertarios neoliberales y los ajustadores del FMI, el Chile cabecera de playa del neoliberalismo en nuestra región, donde la dictadura[2] nunca finalizó, fue una caldera que acumuló presión durante treinta años, hasta que estalló en mil pedazos.

Pero, los estallidos sociales contra los ajustes neoliberales deben encontrar un punto de anclaje que les permita resignificarse políticamente. Sin significado político estas explosiones sociales pueden llevar a situaciones de extremado peligro. Por eso, si los pueblos no le ponemos un freno al modelo de sociedad neoliberal, iniciando una instancia política superadora, lo que nos espera son horizontes distópicos de caos, violencia, desintegración social y hundimiento humano. Es importante que seamos conscientes de que, en la construcción de esta instancia política superadora, la elevación del nivel de educación política de los pueblos cumple un papel de primer orden.

Ahora bien, sabemos que la clase política chilena es muy poco representativa de la ciudadanía y, también, que su sociedad está muy despolitizada. Esto introduce un cono de duda sobre cómo puede continuar y en qué puede derivar este esperanzador estallido social. Una cuestión sí está clara para nosotros, sin empoderamiento del pueblo, lo que depende en gran medida de su nivel de educación política, se hace difícil pensar en resignificaciones que puedan encaminar políticamente los estallidos sociales. En este caso el riesgo es que la derecha, que sabemos tiene mucho poder, logre neutralizar y capitalizar esta asonada popular. De lo que sí estamos seguros, es que este estallido conlleva una enorme carga simbólica: “El neoliberalismo en Chile ha comenzado su declive irreversible y ya ningún partidario de la libertad del zorro en el gallinero, podrá ponerlo como ejemplo de sociedad desarrollada a seguir.

En nuestro caso, el neoliberalismo en la Argentina, con el gobierno, además, saqueador, del embustero y estafador serial Mauricio Macri, produjo daños irreparables en el tejido social, la industria, el comercio y, fundamentalmente, en el pueblo. Fueron cuatro años de pesadilla, de la que ansiamos despertar. Decimos. “además”, porque algunos mal intencionados quieren salvar al neoliberalismo, achacándole el desastre producido en la Argentina a una supuesta impericia política de Mauricio Macri. No es así, Cambiemos es una coalición de la derecha neoliberal, que fue motorizada y apoyada por Washington, El FMI, las corporaciones multinacionales, el sistema económico-financiero global, el círculo rojo local y todos los libertarios de nuestro país. Es claro que Macri le agregó al proyecto neoliberal, sus escandalosos negocios usando el Estado, el saqueo personal con sus socios y testaferros y su inocultable incompetencia y desinterés por la política. Pero que nadie diga que Macri no es un neoliberal[3], porque no tendrá fundamentos para sostenerlo.

Para finalizar, nos quedamos con una idea de Cristina Fernández que alumbra el futuro, quien, en un reciente acto de campaña, dijo: “El neoliberalismo nunca más en la Argentina”. A lo que vale agregarle: “El neoliberalismo nunca más en nuestra región, nunca más en el mundo”.

  1. Chile funciona para Washington y el sistema económico-financiero global. Sebastián Piñera, su presidente actual, no sólo es una de las más grandes fortunas de Chile (por lo que sería ingenuo suponer que no gobernaría a favor de su clase), sino un CEO cipayo de los Estados Unidos. Junto con Mauricio Macri y otros cipayos de la región integra el Grupo de Lima, cuyo objetivo es derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela. Además, es el principal promotor de reemplazar el Unasur por el Prosur, un organismo creado para servir al injerencismo de Washington en la región.
  2. El sangriento dictador Augusto Pinochet le dejó a Chile la Constitución de 1980, la que perdura hasta hoy, creada para blindar oprobiosamente a la Dictadura. Estamos seguros que el estallido social chileno le ha puesto fecha de vencimiento.
  3. Es un neoliberal mafioso, lo que le otorga una característica especial.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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