Neoliberalismo

El valor del Estado para la causa nacional y popular

El valor del Estado para la causa nacional y popular[1]

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El Estado es un instrumento clave en la lucha contra la derecha conservadora neoliberal.

Debemos tener en cuenta, en tanto axioma clave de la política, el papel del Estado como regulador y garante del bien común, frente al avasallante poder y avance del mercado.

Esto explica la feroz y dogmática embestida de los economistas neoliberales (Libertarios) contra el Estado, sobre todo en su función social. Estos verdaderos talibanes del neoliberalismo le trasmiten a la población, a través de los medios hegemónicos, su obsesión y furia ortodoxa contra el Estado, los políticos[2] y el desequilibrio fiscal. Todo el problema de los países de la región, en este caso de la Argentina, es el desequilibrio fiscal, que debe reducirse a sangre y fuego, pero claro, con la baja del mal llamado “gasto”[3] del Estado. La educación es un gasto, la salud es un gasto, las jubilaciones y pensiones son un gasto, en fin, todo lo que sea un beneficio para los sectores más vulnerables de la sociedad es un gasto. Rematan esta maliciosa crítica con una definición para los gobiernos que ponen el Estado a favor de los intereses populares, los denominan, con una aviesa intención peyorativa: “populismos”[4]. Con este accionar pretenden, y en parte logran, que en el imaginario de la población se “naturalice” la idea de que los populismos son los culpables de la pobreza, el estancamiento y el bajo desarrollo de nuestros países[5].

Nunca será suficiente señalar el papel fundamental que juega el Estado en la lucha contra la perversa filosofía política neoliberal, a partir de la cual hoy se está gobernando casi todo el mundo. Por eso, todo debilitamiento de su papel fundamental en el ordenamiento, regulación y control del mercado, es un gran peligro. También todo debilitamiento simbólico, sobre todo a través de los medios masivos de comunicación, lo que se viene haciendo desde hace mucho tiempo impulsado por el establishment, es inconveniente y rechazable. Frases como el Estado es ineficiente, el Estado es un elefante blanco, el Estado es demasiado grande, el Estado da déficit, lo importante es reducir el “gasto” social, etc. deberían ser erradicadas de nuestra cultura ciudadana, porque tienen, claramente una intención aviesa. Incluso, los gobiernos de la derecha conservadora neoliberal, como el que tenemos hoy en nuestro país, impulsan adrede el deterioro de los organismos estatales a los efectos de “mostrar”, en forma manipulativa a la opinión pública, que son ineficientes, con el objetivo ulterior de promover su privatización.

No nos debemos confundir, la derecha neoliberal promueve un Estado débil y flaco para el pueblo y sólido y fuerte para los sectores dominantes. Lo estamos viendo con el gobierno de Mauricio Macri que, en un gesto hipócrita, se queja de que el Estado es muy grande, mientras aumenta el déficit fiscal quitándole las retenciones a los agro exportadores y las mineras, eliminado los aportes patronales y reduciendo el impuesto a la riqueza y a los productos suntuarios.

La derecha neoliberal, que vive obsesionada por el rédito económico, considera a las políticas públicas como un “gasto”, por eso está abocada todo el tiempo a reducirlas y eliminarlas.

El Estado es una herramienta esencial para el amplio campo popular. Es el elemento político por excelencia. Por eso, debe estar en manos del pueblo. Poseer el Estado es poseer el poder político. Por lo tanto, es fundamental que el Estado esté en manos de gobiernos de sesgo nacional y popular, incididos y controlados por un pueblo activo y movilizado.

El Estado no es enemigo del pueblo, sino un espacio a conquistar

Pero el Estado, que es el poder político, siempre está en disputa. El Estado, en tanto lugar de conflicto y confrontación, es un espacio a conquistar. Y no sólo por los partidos y agrupaciones políticas progresistas en las contiendas electorales, sino también, y principalmente, por el poder popular, mediante acciones de incidencia política concretas y control de las administraciones gubernamentales.

He aquí porque somos reiterativos respecto de la importancia de que se eleve el nivel de alfabetización política de la población. Sin una ciudadanía politizada, principalmente en el sentido trascendente, la incidencia y el control popular de los gobiernos serán imposibles.

Veamos este ejemplo dramático que nos está tocando vivir. ¿Cuál es el nivel de incidencia política del pueblo sobre el Estado? Evidentemente es muy pobre. Es tan débil que un gobierno oligárquico puede moldear el Estado a imagen y semejanza de sus valores e intereses sin que la ciudadanía pueda hacer algo para impedirlo.

Hace casi tres años y medio escribí en mi libro: “Para que no nos tomen por bolud@s”[6], un capítulo que titulé: “Sin plan de gobierno, pero con plan de negocios”. Allí señalo:

“Me acuerdo de Perón cuando, con su sabiduría práctica, decía: “Para conocer un rengo hay que verlo caminar”. Después de más de un año de ver andar al gobierno de Mauricio Macri, podemos decir sin temor a equivocarnos que no tiene un plan de gobierno, sino un plan de negocios. Todo lo que vamos viendo y descubriendo apunta a sostener nuestra tesis.” (Lens, J.L 2017: 31).

Con prácticamente cumplido el gobierno macrista, vemos que el Contubernio Cambiemos-Grupo Clarín no sólo vino a usar el Estado para hacer negocios, sino que lo hizo, principalmente, para adecuar el Estado a los negocios y a sus negocios. Vinieron a formatear el Estado para hacerlo funcional a las corporaciones, los sectores concentrados de la economía y las finanzas y los intereses de las multinacionales y la Secretaría de Estado de Norteamérica. A eso vinieron.

Cuando dejen definitivamente el poder político, porque sólo queda un trámite para que ello ocurra, vamos a tener que reformar el Estado, que han manoseado vilmente, para que vuelva a cumplir sus objetivos específicos: servir a los intereses del pueblo y no los de las corporaciones, los sectores concentrados de la economía y las finanzas y el imperialismo regional de los Estados Unidos. Un Estado que no sirva a los negocios particulares de Mauricio Macri y su caterva de ministros y funcionarios corporativos, todos de los dos lados del mostrador. Corrupción estructural al máximo nivel.

El Contubernio se sirvió de un Estado a la carta. Mediante leyes logradas con la colaboración de sus socios radicales, la complicidad de políticos oportunistas, peronistas y sindicalistas traidores a la causa popular, la extorsión a gobernadores y decretazos, el Estado se fue convirtiendo en un eficaz instrumento de los intereses privados en detrimento de los populares. Un Estado presente y fuerte para los sectores dominantes y ausente y cada vez más mezquino para el pueblo. Un Estado creado a la carta para el festín de la oligarquía. Cuando los saqueadores se vayan, entre todos sus desastres y calamidades, nos dejarán también la tarea de volver a convertir al Estado en un instrumento con capacidad para regular y controlar la voracidad insaciable de los sectores concentrados de la economía y las finanzas.

Moraleja. El pueblo debe poseer capacidad de incidencia política sobre el Estado, así como competencia para controlarlo. Y para ello debe elevar su nivel de alfabetización política. De lo contrario, deberemos resignarnos a sufrir la opresión, disfrazada de democracia, de la oligarquía.

El bienestar de los sectores populares depende de la lucha por el control del Estado

Es claro que el sector privado de las empresas y corporaciones tiene como objetivo supremo la maximización de las ganancias. Y, sin la contracara de un Estado que defienda los intereses de los sectores subalternos, es lógico que la situación social se torne muy injusta para los sectores más vulnerables.

Tenemos experiencia histórica y también, muy actual, de lo que ocurre cuando los sectores de la derecha neoliberal se adueñan del Estado: lo ponen inmediatamente al servicio de sus intereses, que son los de poderes fácticos y las corporaciones multinacionales. En nuestra realidad actual, las cosas son todavía más dramáticas, porque los que deberían ser regulados y controlados por el Estado, hoy lo administran. Están de los dos lados del mostrador. Y esto no es sólo una incompatibilidad ética, como dicen los periodistas flácidos, sino algo mucho peor, una situación que le abre las puertas a todo tipo de actos de la corrupción.

Esto es lo que estamos viviendo y sufriendo. Por eso, la lucha de los pueblos por incidir políticamente sobre el Estado y controlarlo es fundamental.

De la misma forma, en la coyuntura actual, es clave que los componentes del campo popular tomemos consciencia de la importancia de los gobiernos de sesgo nacional y popular, que ponen el Estado, no sin una tremenda tensión y lucha con la oposición de la derecha neoliberal, a favor de los intereses del pueblo. La elevación del nivel de alfabetización política de la población implica, como un dato principal de dicha condición, la ambición de dominar y controlar el Estado, para lo cual es preciso, siempre, apuntalar a aquellos gobiernos que comprenden y ponen en juego la idea de que el Estado es un espacio a conquistar a favor de los intereses populares.

  1. Este artículo es la actualización de tres capítulos de mi libro: “Nosotros somos los que estábamos esperando”. Buenos Aires: VI-DA TEC Editores. 2018. Los capítulos son: “En la lucha contra la derecha conservadora neoliberal el Estado tiene una importancia crucial”, “El Estado no es enemigo del pueblo, sino un espacio a conquistar” y “La lucha por el control del Estado es clave para garantizar el bienestar de los sectores populares”. Páginas 157-161.
  2. “El Estado te roba, los políticos te roban”, es la frase caballito de batalla del “libertario” Javier Milei. El claro, para los Libertarios de la libertad del zorro en el gallinero, el Estado es un escudo protector de las gallinas, por eso, hay que eliminarlo. Desde posiciones ultraderechistas, los José Luis Espert, Diego Giacomini, Iván Carrino, Roberto Cachanovsky y otros, proponen, en forma absurda, la reducción a lo mínimo del papel del Estado, obsesión histórica del Liberalismo y dogma inquebrantable de estos Libertarios darwinianos que no entienden nada de política y pretenden someterla a la economía salvaje que pretenden imponernos.
  3. No deberíamos llamar “gasto” a lo que en realidad es una “inversión”, una inversión en la gente. A los talibanes (fundamentalistas) del neoliberalismo los obsesiona lo que ellos denominan “gasto social”. Por eso, cuando hablan de déficit fiscal siempre ponen el foco en el gasto social, que es, lisa y llanamente, reducir (ajustar) la inversión en políticas públicas para los sectores populares. Pero ¿cuál es la razón de ser de esto? Muy simple, la redistribución progresiva de los recursos del Estado atenta contra las posibilidades de hacer negocios de las corporaciones privadas. He aquí la razón de su obsesión por el “equilibrio fiscal”. Por eso, toda conducta estatal que implique redistribución progresiva de la riqueza, es estigmatizada como “populista”.
  4. Desgraciadamente, la contracara de estos populismos son los “oligarquismos” de la derecha neoliberal, que siembran la desolación, el sufrimiento y la muerte en nuestros países. Como está ocurriendo en la Argentina de hoy, con el genocidio de baja intensidad que está produciendo el gobierno de Mauricio Macri.
  5. Debemos saber, que tanto los medios de comunicación hegemónicos como los economistas talibanes del neoliberalismo, están al servicio de la geopolítica de Washignton en nuestra región.
  6. Lens, José Luis (2017) Para que no nos tomen por bolud@s. Elevemos nuestro nivel de alfabetización política para derrotar a la derecha conservadora neoliberal. Buenos Aires: Editorial Dunken.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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