Política

No tienen vocación por la política, sino por el poder

No tienen vocación por la política, sino por el poder

Secuelas de la derrota: Patricia Bullrich se distanció de Carrió - Noticias  Brown

Aunque el poder es el medio ineludible de la política, ya que no es posible realizarla sin él, éste debe estar supeditado a una finalidad, a una causa, que es fundamental que esté orientada a conseguir el bien común y un mundo mejor. El poder subordinado a los intereses egoístas de las élites y como fin en sí mismo es lo más pernicioso que puede ocurrir en el ejercicio de la política. Por eso, tener verdadera vocación por la política significa poseer una causa movilizadora por la transformación progresista de la realidad y concebir el poder, que es imprescindible en la política, como un medio o instrumento subordinado completamente a dicha causa. Mostraremos aquí cómo los políticos y funcionarios de una de las oposiciones más furiosas y descarnadas que haya tenido un gobierno nacional y popular en la Argentina carecen de vocación por la política,

Como estamos posicionados en la dimensión trascendente de la lucha por el poder real, que es lo que debe interesarnos realmente a los ciudadanos políticamente responsables y no en la dimensión inmanente de la disputa partidaria, aunque tampoco ambas dimensiones son contradictorias, no nos ahorramos las críticas ni los nombres.

Todos los partidos y alianzas políticas adolecen, con mayor o menos intensidad, de los vicios típicos del partidismo, de la disputa por conseguir el poder de gobernar en el marco de la democracia liberal. Como se llega al poder de gobierno a través del consenso y el voto de la ciudadanía, y todos los votos valen por igual, ya que se prioriza su cantidad y no su calidad, resulta más redituable manipular y clientelizar a la ciudadanía que promover su formación política. En este marco hasta los partidos y alianzas políticas que históricamente asumieron y asumen una causa nacional y popular, se ven impelidos, por la disputa partidaria y en ciertas ocasiones, a caer en prácticas manipulativas y clientelísticas que, por supuesto, son reprobables. Pero es evidente que no todos los partidos y alianzas políticas son iguales, como les hicieron creer, lamentablemente, a tantas personas que poseen un bajo nivel de alfabetización política.

Pensamos y reflexionamos en el marco de la evidencia de la contradicción fundamental dominadores-dominados, que en nuestras realidad se expresa en la dicotomía oligarquía-pueblo, por lo que concebimos la política esencialmente como la lucha por el poder real, lo que nos permite poseer criterios para diferenciar a los partidos y alianzas de la oligarquía, que se camuflan como democráticas en la disputa partidaria de la democracia liberal, de aquellas que, con sus aciertos, errores y a veces merecidas críticas, representan histórica y actualmente los intereses de la nación y del pueblo.

Estos personajes que, sin vocación por la política, como vamos a mostrar, se llenan la boca todo el tiempo gritando que su objetivo es defender la república y la democracia, son delatados por su comportamiento[1]. Se trata de un conjunto de políticos de una de las oposiciones más destructivas y arteras que registra la historia de la política argentina. Por eso, la ciudadanía que conforma el amplio campo popular debe conocerlos, debe saber cuáles son sus características y cuál es su modo de operar, lo que la ayudará a elevar su nivel de alfabetización política para no caer en las redes de sus mentiras y perversas manipulaciones. Por supuesto, que estos políticos no trabajan solos, sino que tienen el formidable respaldo de los medios de comunicación concentrados de la oligarquía.

Como ciudadano esencialmente politizado y no partidizado, aunque ambos conceptos no son contradictorios, siento una enorme indignación respecto del comportamiento de estos políticos, que increíblemente no sólo se alegran de que al país le vaya mal, sino que hacen todo lo posible para boicotearlo mediante un accionar desestabilizador y destituyente de un gobierno que, más allá de las críticas que le podemos realizar, tiene el sano objetivo de mejorar la situación de los sectores más vulnerables y postergados y superar el desastre dejado por el macrismo, todo en medio de una pandemia mundial. Su oposición, de cuño oligárquico, es salvaje, irracional e indecente, con todo el poder de los medios que controlan los sectores dominantes y una parte de la Justicia subordinada al Grupo Clarín, vocero mediático de dichos sectores.

Está claro que la oligarquía no tolera, y esto es histórico, a los gobiernos de sesgo nacional y popular. Sobran los ejemplos para fundamentar esto que decimos. Tomemos uno actual y dramático por todo lo que significa: la campaña contra la vacuna Sputnik V. La etiquetaron como vacuna rusa, mientras que a la vacuna Pfaizer no le dicen vacuna norteamericana, ni a la de Oxford, vacuna inglesa. Cuestionan a la ciencia rusa, un país que tiene veinticinco premios Nobel. Todo el sicariato mediático de la oligarquía al unísono en forma concertada se la pasa defenestrando de todas las formas posibles e imposibles a la vacuna Sputnik V. Utilizando los argumentos más ridículos y estúpidos que podemos imaginar: “yo dudo de la vacuna rusa porque proviene de un país con una dictadura”, “yo me la pondría si viniera de un país serio”, y estupideces por el estilo. El lema de estos personajes impresentables es: “yo no me pongo la vacuna rusa”. Están aterrorizados por el éxito de la vacuna que llaman rusa, porque va a ser el éxito del gobierno. No es posible imaginar una conducta más miserable e indigna. Pero es lo que hacen. Está a la vista de todo los que, sin prejuicios ideológicos, quieran comprobarlo.

Cuando los veo decir lo que dicen y hacer lo que hacen, pienso en qué triste y lamentable es que una parte de la población le dé su consenso y voto de confianza a personajes como éstos, que no tienen vocación por la política. En algún momento, cuando la formación política del tercio blando, esto es, de consenso y voto volátil de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular[2], sea una realidad, lo que es totalmente posible, este tipo de personajes, que le hacen tanto daño a la política, pero más a la nación y al pueblo, no tendrán cabida en la disputa partidaria.

¿Por qué decimos que no tiene vocación por la política y sí por el poder?

Porque estos personajes no tienen identidad ideológica, son egocéntricos y ambiciosos, por lo que se identifican con los intereses y valores de la oligarquía, carecen de causa y aman el poder en sí mismo. El poder subordinado a los intereses egoístas de las élites y como un valor en sí mismo es lo más pernicioso que puede ocurrir en el ejercicio de la política. Y esto es lo que caracteriza a estos personajes, que tienen nombre y apellido.

Les pedimos a los lectores que traten de ejercitar una mirada crítica, que intenten superar su filiación partidaria y se enfoquen a una reflexión fundada en los hechos y las categorías de análisis de la política, en un marco racional y científico. Sabemos que en la práctica de los partidos y alianzas cada vez se practica más un discurso que apunta a los componentes emocionales que a los racionales de la ciudadanía[3]. Y esto es un gravísimo problema para el ejercicio de una acción política realmente trascendente. Les pedimos que, a modo de ejemplo, pongan su mirada en el siguiente conjunto de políticos representativos de la oposición al gobierno de Alberto Fernández: Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Mario Negri, presidente del Bloque de Diputados de la UCR, Alfredo Víctor Cornejo, Diputado Nacional por Mendoza y presidente del Comité Nacional de la UCR, Luis Juez, diputado Nacional por Córdoba y Cristian Ritondo, Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires.

A estos políticos les cabe perfectamente la caracterización realizada por Max Weber en su conferencia referida a la política como vocación:

“En último término, no hay más que dos pecados mortales en el campo de la política: la ausencia de finalidades objetivas y la falta de responsabilidad, que frecuentemente, aunque no siempre, coincide con aquélla. La vanidad, la necesidad de aparecer siempre que sea posible en primer plano, es lo que más lleva al político a cometer uno de estos pecados o los dos a la vez. Tanto más, en la medida que el demagogo está obligado a tener en cuenta el efecto, por eso está siempre en peligro, tanto de convertirse en un comediante, como de tomar a la ligera la responsabilidad que por las consecuencias de sus actos le incumbe y preocuparse sólo por la impresión que causa. Su ausencia de finalidad objetiva le hace proclive a buscar la apariencia brillante del poder en lugar del poder real; su falta de responsabilidad lo lleva a gozar del poder por el poder, sin tomar en cuenta su finalidad. Aunque el poder es el medio ineludible de la política, o más exactamente, precisamente porque lo es, y el ansia de poder es una de las fuerzas que la impulsan, no hay deformación más perniciosa de la fuerza política que el presumir de poder como un advenedizo o complacerse vanidosamente en el sentimiento de poder, es decir, en general, toda adoración del poder puro en cuanto tal. El simple político de poder que también entre nosotros es objeto de un fervoroso culto, puede quizás actuar enérgicamente, pero de hecho actúa en el vacío y sin sentido alguno. En esto los críticos de la política de poder tienen toda la razón. En el súbito derrumbamiento interno de algunos representantes típicos de esta actitud hemos podido comprobar cuánta debilidad interior y cuánta impotencia se esconde tras esos gestos, ostentosos pero totalmente vacíos. Dicha actitud es producto de una mezquina y superficial indiferencia frente al sentido de la acción humana, que no tiene nada que ver con la conciencia del armazón trágico en el que descansa la trama de todo quehacer humano y especialmente del quehacer político[4].

Profundicemos en forma crítica el excelente aporte de Max Weber y reinventémoslo en nuestro contexto concreto y marco teórico de análisis. El conjunto de políticos señalados forman parte de una oposición ciega e irracional que busca reconquistar el poder de gobernar, sin importarle en lo más mínimo la suerte de la nación y del pueblo. Fijémonos en las últimas declaraciones de Alfredo Cornejo que, sin la más mínima prueba, señaló que la negociación del gobierno con los directivos de Pfaizer estaba estancada porque habría existido un problema de coimas o sobornos. De manera completamente irresponsable dijo al final de la entrevista, que no tenía datos ni pruebas concluyentes, pero que se sospechaba. Conducta deleznable, impropia de un político con una finalidad objetiva trascendente. Queda claro que Cornejo boicotea la negociación del gobierno con Pfaizer a partir de intereses partidarios de enorme mezquindad.

Por su parte Mario Negri, miembro, al igual que Alfredo Cornejo, de un partido como el Radicalismo que renunció a su origen popular, lo vemos como un defensor acérrimo de los intereses de la oligarquía, lo que se expresa con suma claridad en su furiosa crítica, basada en argumentos totalmente sofísticos, a la Ley de Aporte Solidario y Extraordinario, que grava por única vez a las grandes fortunas.

Elisa Carrió y Patricia Bullrich, por ejemplo, cometen los dos pecados mortales en el campo de la política que seña la Max Weber, aunque nuestro análisis nos señale que la ausencia de finalidades objetivas implica ya de por sí una actitud irresponsable de los políticos, porque en su amor por el poder en sí mismo traicionan el mandato de sus representados, lo cual es una actitud mezquina y reprobable. Ahora bien, estos dos personajes nefastos evidencian otro pecado mortal de la vocación política: la falta de identidad ideológica. Si hoy se identifican con los intereses de la oligarquía, ayer lo hacían con los del pueblo. Y como nadie se resiste a una archivo este es un dato objetivo que pueden comprobar en un vídeo de Youtube[5]. En el año 2003 Carrió trataba a Mauricio Macri de contrabandista, evasor de impuestos y saqueador, a la vez que ponderaba la actitud frente a este tema de Néstor Kirchner. Increíble pero real. Carrió es la típica política que Weber define como del poder, demagoga y efectista, una comediante mentirosa e incoherente. Pero lo más triste es quienes creen en ella. No hablamos de su séquito de chupamedias obsecuentes que viven a su sombra, sino de aquella parte de la ciudadanía que al no poseer elementos críticos y de formación política, queda aprisionada en las redes de este personaje despreciable de la política.

El caso de Patricia Bullrich es similar. También cero vocación por la política en el sentido en que la entendemos aquí. No hay identidad ideológica, pero sí una identificación con la oligarquía, pero por intereses propios y egoístas centrados en su amor ególatra por el poder . Patricia Bullrich pasó de ser una militante revolucionaria en los setenta a una rabiosa ultraderechista en Cambiemos. ¿Dónde queda la identidad ideológica?, ¿cuál es la finalidad objetiva, más allá de la defensa y promoción de los intereses de la más recalcitrante oligarquía? No hay identidad ideológica, no hay finalidad objetiva, no hay causa, sólo amor por el poder como un valor en sí mismo, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere. Mentirosa serial, aprovechando cualquier situación y dato que le sirva para debilitar al gobierno, sin la más mínima conciencia del daño que está causando la pandemia, construye su éxito político y el de la oligarquía que como mercenaria promueve, sobre la base del daño que le puede causar a este gobierno, sin importarle en lo más mínimo la solución de los grandes problemas que tienen la Argentina y su pueblo.

Para finalizar, no podemos dejar de señalar que esta es una comunicación que tiene por objetivo principal, ayudar a que la ciudadanía que conforma el amplio campo popular tome conciencia de la importancia que posee la elevación de su nivel de alfabetización política, como primer paso del empoderamiento popular, que es imprescindible para arrebatarle a la oligarquía su conducción política de la sociedad.

El ciudadano politizado

2/1/20121

  1. Recordemos el Evangelio según San Mateo: “Por sus obras los conoceréis”.
  2. La experiencia nos muestra que el electorado de la Argentina está dividido en tres tercios: 1) Un tercio duro de una derecha rabiosamente antiprogresista y, fundamentalmente, antiperonista, 2) Un tercio duro del peronismo progresista y el progresismo en general y 3) Un tercio blando, de consenso y voto volátil.
  3. Estas prácticas dieron lugar al concepto de posverdad. El témino “posverdad” se puso de moda. Tanto es así, que en 2016 fue la palabra del año para el Diccionario Oxford. Para este diccionario, “posverdad denota circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales”.
  4. Weber, Max, La Política como vocación en: El Político y el Científico. Documento preparado por el Programa de Redes Informáticas y Productivas de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). http:\\www.bibliotecabasica.com.ar Página 29.Este texto se basa en la conferencia pronunciada originalmente en la Universidad de Munich, 1918.
  5. https://www.youtube.com/watch?v=W6JEfZ0oAEo

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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