Política

La política es en esencia la lucha por el poder real y no por el éxito de un partido político

La política es en esencia la lucha por el poder real y no por el éxito de un partido político

EL PODER DEL PUEBLO

La oligarquía tiene una clara conciencia de la existencia y evidencia de la contradicción fundamental dominadores-dominados, por lo tanto sabe que la esencia de la política se manifiesta en la lucha por el poder real. La oligarquía siempre lucha por el poder real. Para la oligarquía, los que prohíben ser, como entiende a quienes la conforman Paulo Freire, la opción ético-política en el marco de la contradicción fundamental no tiene ningún sentido, y si se la tuvieran que plantear, no podrían declarar su elección, porque se delatarían frente al pueblo. La oligarquía tiene por objetivo supremo, que está en su ADN, la dominación, para lo cual necesita conducir a las sociedades y el mundo de acuerdo a sus valores e intereses. Pero como esos valores e intereses son contrarios a los de los pueblos, tiene que manipularlos y engañarlos. Debe colonizar su subjetividad. Y una de las principales acciones en ese sentido es, sin duda, la despolitización del pueblo. ¿Cómo lo hace? Desalentando e impidiendo de diferentes formas la alfabetización política de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular. Creando un sistema educativo que reproduce sus intereses y valores, concentrando en sus manos los medios de comunicación para crear una opinión pública que la legitime y apuntalando y dándole la forma que conviene a sus intereses, con su poder material, socio-cultural y mediático, a un modelo de gobierno que, como la democracia liberal, favorece sus objetivos. ¿Cómo los favorece? El modelo de la democracia liberal, que se funda en la disputa partidaria por el poder de gobierno, le permite a la oligarquía:

  • Camuflarse como partidos y alianzas políticas, cuando es evidente que la oligarquía es anti democrática por naturaleza[1], lo que sirve perfectamente a su estrategia manipulativa para legitimarse y ser creíble para la población.
  • Poner en juego la acción de ocultar la contradicción fundamental, como llave maestra de toda su estrategia de manipulación subjetiva de la ciudadanía. De esta forma, al desaparecer para la conciencia ciudadana la lucha política por el poder real, lo que queda es la disputa partidaria por el poder de gobierno. La oligarquía logró que en el imaginario ciudadano se naturalice la idea de que la política se dirime exclusivamente en la disputa partidaria por la administración del Estado. Esto trae aparejadas varias consecuencias negativas para el pueblo:
  • Que una gran parte de la ciudadanía sólo reconozca un único significado del concepto de política, que es el partidario, quedando fuera de su esfera de comprensión el significado social de dicho concepto, esto es, el que adquiere en el marco de la lucha por el poder real en la sociedad.
  • Que frente a la claridad que supone la lucha por el poder real, donde sólo hay dos polos, la oligarquía y el pueblo, la única y verdadera brecha, en la disputa partidaria la oligarquía logre dividir al pueblo a partir de la oferta de los distintos partidos, que enfrenta al pueblo consigo mismo a partir de un conjunto de falsas brechas partidarias. Se da el absurdo de una confrontación entre kirchneristas y macristas, cuando ambos pertenecen al amplio campo popular y, por lo tanto, tienen el mismo enemigo, la oligarquía. Queda clara aquí la estrategia de dividir para reinar, con que apuntan a frustrar la unidad del pueblo, imprescindible en su lucha contra la oligarquía.
  • Que los sicarios de los medios de comunicación concentrados puedan, a partir de reducir la dinámica política a la disputa partidaria, culpabilizar, frente a una ciudadanía manipulada, a los políticos y los gobiernos, de la postración de la Argentina, cuando es claro, y ahí está la historia y el presente para demostrarlo, que el único y verdadero culpable es la oligarquía. No son los 75 años de peronismo la razón de la frustración argentina, sino los 200 años de oligarquía.

Si la política se reduce a la lucha partidaria, la democracia liberal no ofrece un campo propicio para su sano ejercicio, porque el poder de la oligarquía lleva todas las de ganar, ya que dispone de los medios de comunicación monopólicos, un fuerte lobby sobre los políticos y grandes fuentes de financiamiento para las campañas políticas. Todo esto degrada a la política y la convierte, a los ojos de la población, en una práctica degradada, lo que incrementa la apatía de la ciudadanía, que no sabe que la esencia de la política está en la lucha por el poder real y no en la disputa partidaria.

Partimos del supuesto de que de la contradicción fundamental oligarquía-pueblo se deduce todo, y una de las inferencias más importes que extraemos es la que nos señala la diferencia de intereses y valores entre los dos polos. Tomar conciencia de estas diferencias es un momento importante del proceso de alfabetización política de la ciudadanía. ¿Cuáles son los objetivos de la oligarquía y cuáles los del pueblo? Es claro que el principal objetivo del pueblo es el bien común, el bienestar general, pero el objetivo primordial de la oligarquía es la dominación, satisfacer sus ansias ilimitadas de poder. Tomar conciencia sobre el alcance y las implicancias de este objetivo, nos va a permitir entender sus estrategias, tácticas, decisiones y acciones.

La oligarquía tiene plena conciencia de que pelea por el poder real, y el poder de gobierno es, para ella, una parte importante del ese poder real. Tengamos en cuenta que el poder de gobierno no tiene el mismo peso e importancia para el pueblo que para la oligarquía. ¿Por qué? Hay varias razones que explican por qué la oligarquía tiene una mayor capacidad que el pueblo para explotar y extraerle rédito a la administración del Estado. En principio, tiene más poder, tanto material como simbólico, que el pueblo. La oligarquía tiene el poder de la unidad, porque los sectores que la componen son homogéneos en lo que hace a sus intereses y se concentran y enfocan a partir de objetivos de poder bien definidos. Esto es histórico, cada vez que la oligarquía se hizo con la administración del Estado, con su poder logró cambiarlo a favor de sus intereses. Por eso, la oligarquía le extrae más rédito a la administración del Estado, que el pueblo. El poder de lobby de la oligarquía es muy grande y tiene efectos sobre todos los estamentos del Estado, no sólo sobre los tres poderes, sino también sobre la estructura del Estado. De ahí que, cuando llega al gobierno un partido o una alianza de sesgo nacional y popular, no sólo tiene que soportar las presiones y condicionamientos de los poderes fácticos y padecer la falta de todo el apoyo popular que necesita, sino también comenzar a deshacer las situaciones y los cambios que realizó el gobierno anterior para satisfacer los intereses de los sectores dominantes y los negocios de sus dirigentes y funcionarios.

La oligarquía, como señalamos, tiene un especial interés en poseer la administración del Estado porque, con su poder, está en condiciones de explotarlo con un gran rédito político, mayor que el que puede obtener el pueblo de las administraciones de sesgo nacional y popular. Y la razón es clara, la oligarquía posee una enorme concentración de poder material, cultural y mediático, lo que le permite explotar económica y políticamente el control del Estado. No ocurre lo mismo con el poder popular, que es sensiblemente menor y de otro tipo que el de la oligarquía. Es por eso, que la oligarquía no tolera a los gobiernos de sesgo nacional y popular, porque le quitan la posibilidad de lograr la expansión de su dominio que, por naturaleza, anhela todo el tiempo. De ahí su continuo accionar desestabilizador y destituyente de los gobiernos que representan los intereses del pueblo. Esto explica la conducta de la oligarquía, que trabaja como un bloque de poder, con un desprecio completo por el bienestar del pueblo y el desarrollo de la nación, buscando en forma continua desgastar al gobierno con todo tipo de acciones deleznables, como por ejemplo, boicotear la vacuna Sputnik V y la campaña de vacunación, en una increíble actitud inescrupulosa, anti humana y anti patriótica.

El periodismo de verdad, esto es, el crítico de la oposición, comenta que las críticas maliciosas a la vacuna Sputnik V y al plan de vacunación, tienen un sentido político. Estimamos que esto es un error, porque de esta forma seguimos degradando el significado social del concepto de política. En realidad, deberíamos decir que estas críticas mal intencionadas y deleznables tienen un sentido “partidista”, porque están planeadas e implementadas por la oposición que ejecuta el plan destituyente del bloque de poder oligárquico, que tiene puesto el foco en las cercanas elecciones de este año y en las de 2023. ¿Por qué decimos que el objetivo es “partidista? Porque ese es el terreno que le conviene explotar al bloque de poder oligárquico, ya que ahí está su posibilidad de recuperar el consenso y el voto de una parte importante de la ciudadanía que sigue estando manipulada y la seguirá intentando manipular y que, por lo tanto, todavía cree que los partidos y alianzas, como Juntos por el cambio, tienen un sesgo democrático, cuando es evidente que son la oligarquía disfrazada de alianza política. Por eso, la mezquina tarea de la oposición conducida por el bloque de poder oligárquico, de puro marketing manipulador, como siempre, aprovechándose de una parte considerable de la ciudadanía con un bajo nivel de alfabetización política.

El problema que desvela a la oligarquía es la de un pueblo empoderado con un Estado administrado por un gobierno de sesgo nacional y popular. La primera parte del problema la tiene solucionada hasta el momento, porque posee el control de los medios de comunicación, lo que le permite construir una opinión pública de ciudadanos que pertenecen al amplio campo popular[2], que le otorga su consenso y su voto. Aquí está lo que las fuerzas progresistas denominamos batalla cultural, que debemos librar para impedir que pueda seguir haciéndolo.

La segunda parte del problema es el control del Estado, que se da en la disputa partidaria. Aquí la oposición política partidista, que es una parte del bloque de poder de la oligarquía, trabaja sobre la despolitización de la ciudadanía manipulada por los medios de comunicación que controla. Es un trabajo repudiable por su nivel de mezquindad, ya que utiliza todo tipo de instrumentos para desgastar y desestabilizar al gobierno nacional y popular. Falsas noticias (fake news), mentiras continuas en los medios y redes sociales, cooptación de jueces y funcionarios públicos, operaciones mediático-judiciales y todo lo que pueda servirle para volver a engañar al tercio blando de la ciudadanía que, cuando logra convencerlo, inclina la balanza a su favor en la disputa por el poder de gobierno.

El error que comete una parte importante de la ciudadanía, que es inducido por la poderosa manipulación mediática y de las redes sociales que promueve la oligarquía, es que se define políticamente en el marco de la disputa partidaria, esto es, de la oferta de partidos y alianzas políticas de la democracia liberal. El control subjetivo y la manipulación a la que está sometida una parte importante de la ciudadanía, que ha naturalizado la idea de que la política se dirime en la disputa partidaria, le ha hecho perder la brújula, lo que tiene un gran costo en la construcción de poder popular. De ahí que la pelea por la formación política de la ciudadanía deba ser un objetivo de primer orden para las fuerzas progresistas.

El contexto de la disputa partidaria es para el pueblo una trampa caza bobos que le pone la oligarquía. No debe engañarse aquí. La disputa partidaria es una fuente de confusión enorme porque ahí lo que está en juego no son las posiciones ideológicas claras que se dan en el marco de la contradicción oligarquía-pueblo, sino que la ciudadanía cree, equivocadamente, que todo se decide a partir de la elección de un partido o de una alianza. Aquí hay varios problemas y errores. En primer lugar, conseguir la administración del Estado, es sólo una parte del poder y no la más decisiva, sobre todo para el campo popular. No es así para la oligarquía que, con su poder, puede lograr explotarlo mucho más. En segundo término, están los partidos y alianzas políticas, que no siempre representan los intereses del pueblo, más bien, en general no lo hacen. Ahí tenemos los ejemplos históricos de los partidos políticos de origen popular como el peronismo y el radicalismo. El peronismo, con una fuerte impronta histórica popular, pero que también tuvo sus infiltraciones y defecciones históricas, por ejemplo, con el gobierno neoliberal traidor a la nación y al pueblo[3] de Carlos Menem y las versiones federal y racional del peronismo colaboracionista con el gobierno de Cambiemos. Y cuando aparece una expresión fiel al mandato popular del peronismo, con sus más y sus menos, como el kirchnerismo, es lógico y normal, aunque no lo justifiquemos, que la oligarquía se irrite y se decida a combatirlo a sangre y fuego. Con el radicalismo el caso es todavía peor, su traición al mandato popular histórico fue enorme al aliarse con el Pro, un partido del riñón de la oligarquía más recalcitrante de la Argentina. Su traición al mandato popular no tiene retorno.

Conclusiones:

  • Creer que en la disputa partidaria está el camino para superar el mandato oligarca sobre la democracia liberal es una gran ingenuidad política, en la que cae una importante parte de la ciudadanía debido a su bajo nivel de alfabetización política[4].
  • Es necesario que tomemos conciencia de la importancia crucial que tiene la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía, en la que se nos presentan dos grades obstáculos: 1) Un sistema educativo históricamente en manos del establishment, que nunca formó ni forma verdadera ciudadanía y que está naturalizado en el imaginario colectivo y 2) Unos medios de comunicación concentrados en manos del bloque de poder oligárquico.

El ciudadano politizado

1/3/2021

  1. La oligarquía, que supone el poder o gobierno de unos pocos, ya de por sí es opuesta a la democracia, que supone el poder del pueblo.

  2. La experiencia de la Argentina refuerza la teoría de los tres tercios. El consenso y el voto de la ciudadanía estaría dividido entre tres tercios: 1) Un tercio duro de derecha, que apoya los intereses y valores de la oligarquía, 2) Un tercio progresista, con un gran componente del peronismo histórico, que siempre le da consenso y vota a quienes lo representen mejor y 3) Un tercio blando, por lo tanto, de consenso y voto volátil. Justamente este último conjunto ciudadano que pertenece al amplio campo popular y que adolece de un bajo nivel de alfabetización política. es el objetivo a conquistar por el grupo de poder de la oligarquía. Este tercio es el que viene decidiendo quiénes administran el Estado en el país.

  3. Carlos Menem no traicionó al peronismo, sino al pueblo y a la nación. Porque el peronismo fue lo que fue y es lo que es, en tanto representa los intereses del pueblo y la nación.

  4. Cuidado, no le restamos importancia a conseguir la administración del Estado, pero creer que ahí está la esencia del problema para derrotar a la oligarquía es un craso error político.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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