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Cinismo e hipocresía a toda prueba: Negar el lawfare en el medio que más lo practica

Cinismo e hipocresía a toda prueba: Negar el lawfare en el medio que más lo practica

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El lawfare (guerra jurídica) es una nueva práctica enmarcada en el Plan Cóndor 2, que se está aplicando en nuestra región con notable éxito para Washington y las oligarquías locales. Con esta nueva herramienta del imperialismo norteamericano para intervenir y golpear a los países de nuestra región, ya se cargaron a Zelaya (Honduras, 2019), Lugo (Paraguay, 2012). Cristina Fernández (Argentina, 2015), Dilma (Brasil, 2016) y Lula (Brasil, 2018). También, desde que dejó la presidencia en 2017, en Ecuador, Rafael Correa es denunciado, perseguido y acusado de delitos absurdos.

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Mientras que con esta nueva herramienta intervencionista se atacan y erosionan las figuras y gobiernos progresistas en nuestra región, reconocidos constitucionalistas, como Roberto Gargarella, niegan el lawfare en el medio que más lo practica:

“Finalmente algunos apelan entonces a una última carta: el grito de lawfare. Se trata, sin embargo, de una opción destinada al fracaso: dicho concepto resulta idéntico, en su naturaleza y empleo, al de sinarquía internacional, una categoría delirante utilizada en los años 50 para hablar de la conspiración judía que se cernía sobre el gobierno de entonces”[1].

Quien esto escribe, Roberto Gargarella es un reconocido constitucionalista, sociólogo y profesor universitario (UBA), lo cual no debería intimidar a ningún lector, porque, como vamos a ver, su falta de rigor informativo, es de la misma índole que la que podemos encontrar en cualquier pasquín sensacionalista.

Este caso, de los cientos que se producen todos los días, muestra varias cosas. Primero, que lo que afirma Gargarella es completamente falaz, porque “lawfare”, un término que significa “guerra jurídica”, no es un concepto delirante, sino que refleja una realidad constatable, que consiste en la creación de operaciones mediático-jurídicas, en el marco de un supuesto combate a la corrupción, para denunciar y tratar de encarcelar a todas las figuras políticas opositoras al proyecto neoliberal que, con el gobierno de Mauricio Macri, se adueñó del poder y el destino de la Argentina. Vale destacar que en esas operaciones participó y participa, con un rol protagónico, el diario Clarín, en el que escribe el propio Roberto Gargarella. Son innumerables las operaciones e intentos de operaciones que se realizaron y realizan a través del diario Clarín, en el que escribe Gargarella, quien califica, con todo cinismo e hipocresía, de hipótesis delirante la del “lawfare”. Aquí, además de mentir impúdicamente, Gargarella le falta el respeto a los lectores, los toma por tontos, planteando la analogía de dos conceptos que no tienen absolutamente nada que ver, como son los de “sinarquía internacional” y “lawfare”. Con tal de tirar a la basura la idea de “guerra jurídica”, una realidad que ensombrece el destino de los países de nuestra región, todo vale. La misión es crear una opinión pública ignorante y subordinada a los intereses de los dominadores, precisamente los que inventaron la “guerra jurídica”, como una nueva arma de intervención en los asuntos internos de nuestro país y los de la región.

Como nosotros valoramos el rigor investigativo y veneramos la “verdad”, les proporcionamos pruebas de lo que decimos. Aquí van dos tapas de Clarín, que fueron parte protagónica de dos canallescas operaciones de lawfare contra figuras importantes del gobierno kirchnerista:

Resultado de imagen para La morsa Clarín Resultado de imagen para Clarin: Maximo Kirchner y Nilda garré tiene cuentas en el exterior

No se tardó mucho en demostrar que ambas acusaciones eran completamente falsas, sin que, luego, la rectificación del supuesto “error” fuera publicada con los mismos deseos de impactar a la población. De paso veamos cómo se usan los verbos condicionales: “sería”, “podría”, tendría, etc. Un periodismo realmente serio y riguroso, valores de los que se jactan los que, en realidad, son militantes encubiertos del neoliberalismo y el imperialismo de Washington[2], no usa verbos en condicional, sino que dice: “Máximo es cotitular de dos cuentas secretas”. Claro que el verbo en potencial es la puerta de salida para cuando se descubra la mentira. Entonces, la disculpa es: “pero la investigación no lo pudo confirmar”.

Fijémonos en el daño que pueden hacer este tipo de informaciones, ya sea en la forma de noticias como de editoriales, en el común denominador de los lectores, cuya característica general es la de ser “receptores-pasivos”. Porque, ¿cuáles son las características de los receptores-pasivos, que son mayoría en las audiencias mediáticas?:

  • Como no son buscadores de información, sino receptores, y de los medios hegemónicos, desconocen conceptos, categorías, enfoques, análisis y reflexiones alternativas. Es probable que muchos no hayan oído hablar nunca de lawfare. Y si los oyeron no le prestaron atención. En estas condiciones, la burda argumentación de Gargarella para descalificar el concepto de lawfare tiene muchas posibilidades de ser aceptada sin la menor crítica.
  • No tienen por hábito chequear la veracidad de la información que reciben. De ahí su pasividad característica.
  • Su impronta pasiva los lleva, también, a un respeto excesivo de la autoridad simbólica de quien escribe. Si lo dice un constitucionalista y profesor de la UBA debe ser cierto. Los mismo pasa con el medio, si lo dice Clarín debe ser cierto.
  • Sus características los hacen muy poco competentes para “reponer” los contextos que son sistemáticamente escamoteados por el periodismo militante encubierto del neoliberalismo. Fijémonos que Gargarella, como casi todos los pseudoperiodistas[3] de los medios hegemónicos, descontextualizan sus reflexiones políticas, sobre todo respecto del contexto geopolítico, en este caso de la geopolítica dominadora de Washington en nuestra región y el mundo. Este trasfondo, que es determinante para entender lo que ocurre en nuestro país y la región, nunca aparece. Es lógico, entonces, que para quienes no es necesario tener en cuenta el contexto geopolítico para leer la política nacional, el concepto de lawfare aparezca como una categoría delirante.

De esta forma, los que cacarean todo el tiempo: “democracia”, democracia”, “democracia, la degradan miserablemente desinformando, ocultando y mintiendo, a una ciudadanía que, manipulada, termina votando a sus verdugos.

Después de todo lo relatado queda claro que la clave para luchar con éxito contra el lawfare y sus nefastas consecuencias, está en la tarea insoslayable de elevar nuestro nivel de alfabetización política, como momento imprescindible del empoderamiento popular. Pero sabemos que no existe la educación política en nuestra sociedad. El sistema educativo no la brinda y los medios de comunicación, no sólo no la promueven, sino que, como vemos, manipulan y despolitizan.

Aquí hay un mensaje para los gobiernos y los pueblos. El problema está detectado, ahora queda, por un lado, elaborar estrategias de abordaje para intentar mover de su inercia al sistema educativo, históricamente condicionado por los sectores dominantes. Por otro lado, el gran dilema es cómo hacer para democratizar la información, atacando el monopolio mediático[4]. En el anterior gobierno se intentó con la Ley de Medios, bloqueada con las cautelares de los jueces del lawfare y, después, al asumir su gobierno Mauricio Macri la liquidó de un plumazo con un DNU.

En síntesis, no tenemos duda de que la batalla cultural es hoy uno de los desafíos más grandes en nuestra lucha contra el imperialismo depredador de Washington. Tomemos consciencia y asumamos la responsabilidad que nos toca a cada uno en ella.

  1. Roberto Gargarella, Sección Tribuna, ¿Causas por corrupción en suspenso?, Diario Clarín, lunes 20 de enero de 2020).
  2. Nos referimos a un periodismo militante, pero encubierto, ya que estos personajes se jactan todo el tiempo de que son independientes y objetivos. Ni siquiera tienen el valor de reconocer que militan el neoliberalismo y, lo que todavía es peor, no por ideología, sino por prebendas y beneficios materiales.
  3. La denominación de pseudoperiodistas no es descabellada, porque no es posible llamar “periodistas” a personas para las cuales la verdad no tiene ningún valor.
  4. Estamos viendo aquí cómo la hegemonía mediática degrada a la democracia.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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