Política

Moralina y moral nacional

Moralina y moral nacional

Arturo Jauretche, Los Profetas del Odio y la Yapa; la Colonizacion  Pedagogica - YouTube

Lo ocurrido con la foto de la reunión en Olivos en el cumpleaños de Fabiola, la pareja del Presidente Alberto Fernández, es un ejemplo perfecto para valorar la importancia de utilizar la ética de la responsabilidad a la hora de tomar nuestras decisiones políticas.

Más allá del excelente desempeño de su gobierno en la conducción del país en medio de una devastadora pandemia, no cabe ninguna duda de que aquí hay un error del presidente Alberto Fernández. Firma el DNU en el que se prohíben las reuniones familiares y él mismo lo incumple. Es un error ético y, sobre todo, porque lesiona severamente la confianza que debe generar el presidente de la nación en la población. Esta es una falta moral porque quien la comete debe ser el primero en cumplirla. Por eso, en el terreno de la ética es criticable, pero en lo político de ninguna manera debería convertirse en un motivo para no darle consenso y no votar al gobierno. ¿Por qué? Porque en el campo de la política, que se rige por las lógicas del poder y la posibilidad, no es aconsejable utilizar una ética de los principios y sí poner siempre en juego una ética de la responsabilidad, en la que se deben tomar en cuenta las “consecuencias” de nuestras acciones. ¿Y cuáles serían las consecuencias en este momento de la Argentina de restarle el consenso y el voto al Frente de todos? Serían simplemente catastróficas, porque se favorecería a la alianza de la oligarquía Juntos por el cambio, cuyo proyecto de gobierno, porque los resultados de su gestión en su mayoría fueron buscados, tuvo consecuencias nefastas para la nación y el pueblo.

Una ciudadanía con una buena formación política debería separar la dimensión de la ética de la dimensión de la política, lo que no debe confundirse, deduciendo que la política no tiene nada que ver con la ética, porque nada más reñido con la ética que la entrega del país a los intereses foráneos, como ocurrió con la gestión de Cambiemos y nunca sucedió en nuestra historia con los gobiernos nacionales y populares.

Max Weber nos explica cómo distinguir con claridad una “ética de los principios” de una “ética de la responsabilidad”, priorizando la adhesión, con muy buenas razones en el terreno de la política, a esta última:

Tenemos que ver con claridad que cualquier acción orientada éticamente puede ajustarse a dos máximas fundamentalmente distintas entre sí y totalmente opuestas: puede orientarse según la ética de los principios o según la ética de la responsabilidad. No es que la ética de los principios signifique una falta de responsabilidad o que la ética de la responsabilidad suponga una falta de principios. No se trata de eso. Sin embargo, entre un modo de actuar conforme a la máxima de una ética de principios, cuyo ordenamiento, religiosamente hablando dice: el cristiano obra bien y deja los resultados a la voluntad de Dios, y el otro modo de obrar según una máxima de la ética de la responsabilidad, tal como la que ordena tener presente las previsibles consecuencias de la propia actuación, existe una insondable diferencia. En el caso de que ustedes intenten explicar a un sindicalista, así sea lo más elocuentemente posible, que las consecuencias de su modo de proceder habrán de aumentar las posibilidades de la reacción y acrecentarán la tiranía sobre su clase, dificultando su ascenso, no será posible causarle efecto, en el caso de que ese sindicalista se mantenga inflexible en su ética de los principios. En el momento que las consecuencias de una acción con arreglo a una ética de los principios resultan funestas, quien la llevó a cabo, lejos de considerarse comprometido con ellas, responsabiliza al mundo, a la necedad de los hombres o la voluntad de Dios por haberlas hecho así. Por el contrario, quien actúa apegado a una ética de la responsabilidad toma en consideración todas las fallas del hombre medio”[1].

Lo fundamental es no confundir la “moralina doméstica”, con la “moral nacional”, como lo enseñaba Arturo Jauretche:

“No provoca escándalo entregar todo el manejo de la producción rural argentina a los consorcios exportadores extranjeros. Se arma escándalo precisamente para tapar esto o para impedir aquello. Es escándalo que un comerciante haga una diferencia en un negocio con el IAPI y es coima. Si Bunge y Born, Dreyfus, etc., se quedan con todos los negocios del IAPI y con el de todos los productores, es simplemente negocio; y acto de gobierno y libre empresa el que despoja a los productores de su ganancia y al país del precio internacional verdadero.(…)

Detrás del miedo al enriquecimiento, más o menos inmoral, de algún criollo, turco,  o judío o lo que sea, local, funcionan los grandes intereses destinados a impedir una política económica conveniente para el país, y cuya consecuencia fatal, inevitable casi, es la existencia de inmoralidades locales, que son el reflejo del desarrollo capitalista. […] La gran inmoralidad vinculada a la expoliación del país pasa desapercibida, y nadie grita, por la inmoralidad de los tradicionales, y sobre todo cuando son extranjeros y tienen sus sedes en el exterior; nadie la percibe, y  el mecanismo de la publicidad está organizado para silenciarla”[2].

Es fundamental tener en cuenta que todo esto ocurre en el marco de una oposición que utiliza, sin ningún escrúpulo, todo tipo de recursos para erosionar y desestabilizar al gobierno nacional y popular. Y quienes se desgarran indignados las vestiduras no dicen una sola palabra de la “inmoralidad nacional” de contraer y fugar una deuda de más de cien mil millones de dólares, cuyo daño para el país y su pueblo es infinitamente mayor que el que puede causar una reunión en Olivos en medio de una pandemia, sin por eso dejar de ser críticos con un hecho que lesiona la ética y que no debería haber ocurrido.

El ciudadano y la ciudadana que conforman el amplio campo popular y que no tienen aun definido su consenso y voto, no deberían caer en el error de entregarles su apoyo a quienes realizaron una gestión que, colocándose de los dos lados del mostrador, hizo todo tipo de negocios fraudulentos con el Estado, dejó una deuda externa espuria e impagable que pone en serio riesgo el futuro de nuestro país, creó una mesa judicial para perseguir y encarcelar a sus opositores y su único argumento en la campaña electoral es, utilizando el poder de los medios de comunicación concentrados y sus comunicadores esbirros, boicotear todo lo que hace el gobierno del Frente de todos, inventar noticias falsas (fake news) y aprovechar con toda malicia sus errores.

De ideas y propuestas, absolutamente nada, porque es evidente que, como dijo la ex gobernadora María Eugenia Vidal, y a confesión de partes relevo de pruebas, volverán a hacer lo mismo.

El ciudadano politizado

15/8/2021

  1. Weber, M. (1985): Ensayos de sociología contemporánea. “La política como vocación”; conferencia pronunciada originalmente en la Universidad de Munich, 1918. Barcelona: Planeta-Agostini. Página 32.
  2. Jauretche, Arturo (1964) “Filo, contrafilo y punta”. Capítulo III: De la Moral y de la “Moralina”. Buenos Aires: Ediciones Corregidor. Página 53.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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