Política

Inflación, empobrecimiento del pueblo y un tiro por debajo de la línea de flotación del gobierno

Inflación, empobrecimiento del pueblo y un tiro por debajo de la línea de flotación del gobierno

El misterio de los precios • Trabajadores

Es un hecho objetivo de la realidad que los alimentos dependen de unas pocas empresas que monopolizan el mercado que, por lo tanto, tienen una posición dominante muy peligrosa para la mesa de los argentinos y la estabilidad del gobierno nacional y popular. Comencemos reflexionando sobre estos reveladores datos aportados por el siguiente Informe de CEPA[1]:

Productos:

  • Cerveza: En el caso de la cerveza, las multinacionales Quilmes, CICSA Y CASA Isembeck se reparten el mercado a través de las marcas Quilmes, Schneider, Heineken, Stella Artois, Brahma, Warsteiner, entre otras.
  • Yerba mate: El 50% depende de Las Marías, Hreñuk S.A., Molinos Rio de la Plata y La Cachuera.
  • Enlatados: El 78% de los enlatados los produce Arcor.
  • Aceite; El 80% del aceite comestible es acaparado por Molinos Rio de la Plata y AGD de Urquía.
  • Azúcar: El 75% del azúcar blanco la produce Ledesma, de la familia Blaquier.
  • Galletitas: 2 empresas (Bagley Argentina, del grupo Arcor y la multinacional Kraft- Mondelez) controlan el 60% del mercado de galletitas.
  • Panificados: Bimbo, multinacional de capitales mexicanos controla el 80% de la
    producción través de las marcas Fargo, Bimbo y Lactal.
  • Leche: Sólo 2 empresas de capital nacional (Mastellone/La Serenísima y Sancor) controlan el 82% de la producción de leche. Mastellone y Sancor ponen los precios de la leche que consumen los argentinos.
  • Gaseosas: Coca Cola y Pepsi controlan el 82% del mercado de gaseosas.
  • Artículos de limpieza: 4 empresas multinacionales (Unilever, Johnson & Son, Procter & Gamble y Reckit Benckiser) controlan el 83% del mercado de productos de limpieza (jabón en polvo, lavandina, desodorantes, detergente, etc).
  • Pañales descartables: 3 empresas (Kimberly Clarck, Procter & Gamble y Papelera del Plata) monopolizan el mercado de pañales descartables para bebes.

En la comercialización la situación no es muy distinta:

  • En lo que refiere a las ventas de los supermercados, según datos para el año 2011, el Grupo Inc. S. A. (conformado por Carrefour, Día y Carrefour Express) con 600 bocas de expendio en todo el país registró una facturación anual aproximada de 16.000 millones de pesos.
  • Le sigue Cencosud S.A. (Jumbo, Disco y SuperVEA) de origen chileno, con 280 bocas y una facturación de 9700 millones de pesos.
  • COTO CICSA, con 113 bocas facturó 5400 millones.
  • Walmart Argentina S.A (Walmart, Changomás y Changomás Express) con 61 bocas de expendio facturó 4000 millones.
  • El Grupo S.A, Importadora y Exportadora de la Patagonia (donde se encuentra La Anónima, Quijote y Best), con 112 puntos de venta, también rondó los 4000 millones de facturación anual.

“Si se considera el rubro destinado a bebidas, alimentos e higiene personal, la participación en el mercado se concentra en un grupo reducido de grandes empresas. Veinte firmas explican alrededor del 75 por ciento de la facturación. En base a datos de CCR Consultora, se destacan Aceitera General Deheza, Molinos Cañuelas, Molinos Rio de la Plata, Mastellones, Mondelez, Arcor, PepsiCo, Coca Cola, Danone, Quilmes, CCU y Unilever. A este marco de situación, se debe agregar que apenas seis cadenas concentran más del 80 por ciento de las ventas del sector de supermercados, controlando de esta forma el 35 por ciento de las ventas totales de consumo masivo. Además, las grandes cadenas poseen tiendas de cercanía, que les proporciona ampliar aún más sus puntos de venta”[2].

Está claro que tenemos una fuerte concentración económica, tanto en la producción cuanto en la comercialización de los alimentos. El abuso de posición dominante de estas grandes empresas es claramente violatoria de la Ley de Defensa de la Competencia, pero este no es el fondo de la cuestión, sino la existencia de un mercado concentrado y oligopólico de bienes de consumo masivo, que se ha configurado como una problemática estructural de la economía argentina, cuestión que debe ser abordada en forma urgente por los gobiernos de sesgo nacional y popular.

No obstante, las leyes están pero no se aplican y, lo que es más grave todavía, no podemos pasar por alto, en la explicación de esta problemática, el papel de los ciclos de alternancia perversa de los gobiernos[3]. El continuo quiebre de los gobiernos que representan los intereses nacionales y populares es un verdadero flagelo, porque se hace imposible mantener la continuidad de las políticas públicas, así como la aplicación de las leyes, normas y regulaciones de control del mercado, porque cada vez que acceden al poder de gobierno los partidos y alianzas que representan los intereses de la oligarquía, se interrumpen las políticas nacionales y populares y se formatea el Estado a favor de los grupos de la economía concentrada. Esto explica por qué, de repente, cuando miramos la estructura del mercado nos encontramos con una peligrosísima y feroz concentración económica, que no sólo amenaza el estándar de vida de la mayoría, sino que desestabiliza y pone en peligro a los gobiernos de sesgo nacional y popular. Esto nos remite a la raíz del problema, que es la lucha de valores e intereses entre la oligarquía y el pueblo, que va mucho más allá de la disputa partidaria que la encubre. Desde aquí se entiende por qué la problemática se convierte en “estructural”, ya que la sucesión de gobiernos de la derecha neoliberal, alternados por los períodos en los que asumen la administración de gobierno partidos o alianzas que representan los intereses populares, impide su solución definitiva. Aquí están los fundamentos de la angustiosa sensación de un “eterno retorno de lo mismo”, que nos invade a los argentinos.

La puja distributiva es un ejemplo concreto de esta lucha entre la oligarquía y el pueblo y la relación precios-salarios, motorizada por la inflación, es una problemática central. Precios-salarios es un dupla dialéctica, esto quiere decir que no se puede entender un término sin el otro. Si esto es así, de qué valen, entonces, las paritarias para mejorar los salarios de los trabajadores, de las que la CGT, por ejemplo, se ufana tanto, si su mera enunciación ya es una excusa para que los grupos económicos concentrados presionen sobre el dólar con un afán devaluatorio y aumenten los precios, sobre todo de los alimentos. Es obvio, que la dirigencia de la CGT, que intentó acordar con el gobierno saqueador de Mauricio Macri, “debería” involucrarse en la pelea contra los grandes grupos financieros y económicos concentrados. También es obvio, que una CGT moderada y acomodaticia no lo va a hacer y menos aun sin la presión de las bases.

Fijémonos, qué clara está esta lucha entre la oligarquía y el pueblo frente a la problemática de la inflación. Está demostrado que la inflación es un fenómeno multicausal, esto es, tiene muchas causas. Sin duda, que una de esas causas es la emisión monetaria, pero la inflación que tenemos hoy se debe a causas de índole política, más que económica. La presión devaluatoria y el abuso de posición dominante de las grandes empresas de alimentos, son hoy los principales factores que impulsan la inflación que devora los salarios de los trabajadores y hunde la economía de los sectores informales del mercado laboral. Y no olvidemos que la “inflación”, además de ser un factor de enriquecimientos de las grandes empresas y los especuladores financieros, es un instrumento del bloque de poder de la oligarquía[4] para “desestabilizar” a los gobiernos de sesgo nacional y popular[5].

Aquí es cuando salen a la palestra mediática hegemónica todo ese grupo de economistas, neoliberales y libertarios, que soslayan y descontextualizan a la economía de su marco de sentido, que es la política. Fijémonos cómo las figuras de “Juntos por el cambio”, la alianza de la oligarquía, salen en forma sincronizada con los economistas neoliberales del establishment a vociferar que la inflación es causa de la emisión monetaria que, como sabemos, el gobierno del Frente de todos tuvo que realizar para evitar una catástrofe social en el marco de la pandemia mundial que nos azota. La mala intención de esta perversa oposición, porque lo único que le interesa es volver a administrar el Estado para seguir adaptándolo a los intereses de la oligarquía y hacer sus negocios, queda en evidencia cuando vemos que pretende explicar la inflación reduciéndola a una sola causa, justamente la menos relevante en este caso y, lo que es más revelador, defendiendo a ultranza al empresariado, del que está demostrado que es oligopólico y que, por lo tanto “abusa de su posición dominante” para fijar los precios. De esto no dicen una sola palabra. Está bien claro a quién representan.

Hasta aquí el diagnóstico. Ahora pensemos en algo aun más importante. ¿Qué hacer frente a esto? Y sobre todo qué debe hacer el gobierno y qué debe hacer el pueblo. El gobierno tiene casi dos años de gestión y tenemos sobradas razones para señalar que se durmió frente al tremendo problema de la “inflación”. No hace falta ser un experto en economía para darse cuenta del tremendo flagelo que significa la “inflación” para el pueblo y el proyecto político nacional y popular. Es devastador para los ingresos de la población que conforma el amplio campo popular, clases sociales bajas y medias, y es un tiro bajo la línea de flotación de los gobiernos que representan los intereses del pueblo. Sólo basta frecuentar los supermercados y allí comprobaremos cómo, impune e impiadosamente, todo el tiempo se remarcan los precios, que destrozan los ingresos de las mayorías de las familias argentinas. Es evidente que esta situación, que está llegando a límites insoportables para las familias más vulnerables, que se van hundiendo en la pobreza y los sectores medios que se van pauperizando inexorablemente, es la avanzada de un proceso desestabilizador bastante parecido a un golpe blando.

Bueno, ¿qué hacer frente a este drama social? Los protagonistas son, sin duda, el gobierno y el pueblo. El gobierno debe vencer su temor a Clarín y decidirse a actuar metiendo mano en las cadenas de valor y aplicando la ley, por una sencilla razón, en ello le va la vida. Si no lo hace la inflación que, como señalamos, es un tiro por debajo de su línea de flotación, lo va a hundir. Y el hundimiento de este gobierno sería la muerte de la esperanza de los sectores populares, porque, aun con sus errores y descuidos, lo que viene, ya lo sabemos, es el infierno. Pero no basta con vencer su temor a los medios de comunicación concentrados, sino que debe promover el apoyo del pueblo. Es imprescindible que convoque al pueblo a defender sus intereses en las calles, lo que comienza en sus alimentos y estándar de vida y se continúa en los del propio gobierno. Al pueblo también le va la vida en esta parada. Es intolerable que casi el cincuenta por ciento de la población de nuestro país esté bajo la línea de pobreza, y el resto en un serio peligro de pauperización.

Como ciudadanos y ciudadanas responsables y comprometidos tenemos la obligación de demandarle al gobierno que asuma su repetida promesa de que los salarios le ganen a la inflación. Pero para ello hay que pasar de las palabras a la acción estratégica concreta. Y vencer el temor a los medios de comunicación concentrados y convocar al pueblo en su apoyo, son instancias ineludibles en esta circunstancia histórica que nos está tocando vivir. Estamos seguros que el pueblo no va a rehuir el llamado, porque también le va la vida en ello.

El ciudadano politizado

24/10/2021

  1. Informe CEPA (Centro de Economía Política). Las Marías, Arcor, Molinos, AGD, Ledesma y Cía.: oligopolios que manejan el precio de la comida. 21/04/2019.
  2. Pineau, Agustín, Mercados oligopólicos de bienes de consumo masivo. Diario Página 12, 23/10/2021.
  3. La alternancia es, sin duda, un valor de la democracia. Pero lo es en tanto sea sana, esto es, una alternancia entre gobiernos que representen realmente los intereses de la nación y el pueblo. Ahora bien, si la alternancia es entre gobiernos que representan los intereses de la oligarquía y los que representan intereses populares, entonces, la alternancia no es sana, sino perversa. Lamentablemente, esta es la realidad de la Argentina. El poder de la oligarquía fue, y lo sigue siendo, mayor que el del pueblo y los gobiernos de sesgo nacional y popular. Y cuando estos últimos alcanzaron la administración del Estado, nunca pudieron mantenerse, sino que siempre fueron destituidos y desplazados, ya sea mediante golpes de Estado cívico-militares, boicots económico-financieros o guerra judicial (lawfare). Esto generó una alternancia perversa entre gobiernos representantes de los valores e intereses de la oligarquía y representantes de los valores e intereses del pueblo. Fijémonos que no se trata de una alternancia sana y progresista entre gobiernos de sesgo nacional y popular, sino de una alternancia perversa entre gobiernos de la oligarquía y gobiernos populares. Al señalar que la oligarquía nunca tuvo, ni tiene, objetivos que tengan algo que ver con el desarrollo soberano del país, la superación de sus problemas estructurales y la mejora de la calidad de vida del pueblo, no decimos nada que no pueda fundamentarse en la historia y en las experiencias más recientes. Está claro que la causa de la postración de la Argentina, de la imposibilidad de lograr su soberanía política, industrial, alimentaria, educativa, comunicacional y de su pueblo, está en el accionar antipatriótico y entreguista de una oligarquía siempre dependiente de la geopolítica de Washington. La alternancia de los gobiernos es, sin duda, un valioso atributo de la democracia. No obstante, cuando la alternancia es entre gobiernos que representan los intereses de la oligarquía y gobiernos de sesgo nacional y popular, la alternancia es un verdadero desastre. Su resultado es la postración eterna de la Nación.
  4. Está categoría de análisis se funda en la idea de que las fuerzas de la oligarquía, unidas por un mismo enemigo y objetivo, se conforman como un bloque de poder a partir de combinar en forma sinérgica sus acciones. La finalidad es clara, generar acciones tendientes a erosionar, debilitar desestabilizar y, en última instancia, destituir a los gobiernos nacionales y populares y sus figuras más representativas. Este bloque de poder, tenemos un ejemplo bien claro en nuestro país, trabaja articulando los medios de comunicación concentrados, con la troika Grupo Clarín, La Nación e Infobae a la cabeza, la alianza partidaria Juntos por el cambio como expresión político-partidaria de los valores e intereses de la oligarquía, una coalición judicial compuesta de un conjunto de fiscales y jueces subordinados, la Sociedad Rural, las Cámaras empresariales, los grupos económico-financieros concentrados, la cartelización de los formadores de precios, y todos con la poderosa cobertura estratégica de la geopolítica de Washington en la región.
  5. Recordemos cómo fue desestabilizado el gobierno de Ricardo Alfonsín por la hiperinflación provocada exprofeso por los grupos económico-financieros concentrados. La inflación es un factor “saca” gobiernos, no lo olvidemos.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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