Política

El discurso del odio es un instrumento del lawfare

El discurso del odio es un instrumento del lawfare (guerra jurídica)

Discurso de odio: un grupo violento atacó la Casa Rosada con antorchas | El  Destape

Una de las principales estrategias de las oligarquías, para dominar, es la división, la vieja pero efectiva idea: “divide y reinarás”. Polarizar al enemigo, dividirlo, fragmentarlo. La oligarquía global (imperialismo anglo-sajón), lo viene practicando en el planeta mediante todo tipo de injerencias e intervenciones. De esta forma ha promovido y promueve la secesión y balcanización de las regiones y países. La gran primera fragmentación la tenemos en la ocupación colonial de la región de América latina y el Caribe. Los libertadores Bolívar y San Martín soñaron siempre con una América unida. No pudo ser, porque los colonizadores aplicaron, con mucha efectividad, la estrategia de la división. Es así como América latina quedó fragmentada en una multitud de países. En África, por ejemplo, su mapa fue creado por las potencias occidentales utilizando una escuadra y un tiralíneas.

La geopolítica de Washington, con las decisivas participaciones asociadas de Gran Bretaña y la OTAN, balcanizaron a sangre y fuego a Yugoeslavia, dividieron a Checoslovaquia, promovieron la caída la Unión soviética[1], alimentan los intentos de secesión en Bolivia y, mediante un intento de invasión, la de Venezuela. La guerra de Ucrania es el resultado del cerco tendido a Rusia por la OTAN, con la intención de ahogarla y separarla de Europa, intento que fue posible por la actitud subordinada de los líderes políticos europeos, que están suicidando a Europa. Por su parte, el injerencismo e intervencionismo de dicha geopolítica en nuestra región es histórico y evidente. Es un dato objetivo de la realidad, que está documentado por los propios intervencionistas. No lo vertemos aquí porque con una buena investigación en la Web los datos aparecen con toda nitidez y objetividad. Pero lo importante es tomar conciencia del hecho y extraer todas las consecuencias de él se desprenden, que son muy preocupantes.

La denominada revolución de los colores es un antecedente del lawfare (guerra jurídica o judicialización de la política) aplicada por los Estados Unidos, con consecuencias dramáticas en nuestra región

“El ideólogo de la acción no violenta como método para utilizar el poder en un conflicto fue el politólogo estadounidense Gene Sharp, autor del ensayo De la dictadura a la democracia.

Las llamadas revoluciones de color o golpes suaves entran dentro de las estrategias de intervención silenciosa que Estados Unidos utiliza para derrocar a Gobiernos que no comparten la visión estadounidense sobre la organización económica, política y militar de las naciones.

¿Cómo surgen las revoluciones de colores?

A mediados del siglo XX, bajo la bandera de la democracia, distintos movimientos sociales euroasiáticos de base estudiantil protestaron por la instauración de un modelo liberal, reclamaron el fin de Gobiernos supuestamente autoritarios y proclamaron la independencia nacional.

El nombre derivó de la masiva utilización simbólica de colores o nombres de flores, empleados como elementos de identificación por parte de la oposición que inscribieron sus actuaciones en la política de la «no violencia». 

El ideólogo de la acción no violenta como método para utilizar el poder en un conflicto fue el politólogo estadounidense Gene Sharp, autor del ensayo De la dictadura a la democracia que consta de 198 métodos para derrocar gobiernos y se divide en tres grandes bloques: protesta, no cooperación e intervención, las cuales se aplican generalmente luego de los procesos electorales. Por su parte, organizaciones no gubernamentales financiadas por el Open Society Institute del magnate húngaro George Soros, conectado con la diplomacia estadounidense, son las principales impulsoras del «restablecimiento de la democracia» en los países donde funcionan”[2].

Veamos este mapa de las revoluciones de colores promovidas por los Estados Unidas con el manual de Gene Sharp:

  • Derrocamiento de Milošević en Yugoslavia (2000).
  • «Revolución de las rosas» en Georgia (2003).
  • «Revolución Naranja» en Ucrania (2004).
  • «Revolución de los tulipanes» en Kirguistán (2005).
  • «Revolución del cedro» en Líbano (2005).

También, con el mismo manual, tenemos un mapa del lawfare (guerra jurídica) en nuestra región:

“Todo esto arrancó en el 2009 con el golpe judicial a Zelaya en Honduras, siguió con la destitución por la misma vía de Lugo en Paraguay en 2012, después voltearon a Dilma en 2016, con otro golpe mediático-judicial, encarcelaron a Lula mediante un juicio escandaloso, persiguen implacablemente a Cristina inventándole todo tipo de causas y proscribieron a Rafael Correa en Ecuador, también sobre la base del invento de causas ridículas. Y no estamos interpretando la realidad política, sino que todos estos también son hechos objetivos”[3]

En el seno de las sociedades bajo la influencia de la geopolítica de Washington, nos encontramos con los relatos manipuladores a través de los medios de comunicación concentrados, que cumplen una función polarizadora, con claros efectos divisionistas. Es más que evidente lo que sucede en nuestro país con los grandes medios de comunicación concentrados (Clarín, La Nación, Infobae), a través de sus “periodistas”, que desprecian la verdad y, por lo tanto, no merecen esa denominación, sino la de “comunicadores de la oligarquía. Son mercenarios y cipayos que venden su dignidad por treinta monedas. Es inocultable su tarea de envenenamiento de la población contra la persona de Cristina Fernández de Kirchner:

Y esto es sólo una muestra, porque hay mucho más, de los relatos de odio contra la figura de Cristina. Quien no lo vea, o no quiera verlo, o está ciego, o el veneno lo ha obnubilado.

Es evidente que el discurso del odio es un instrumento para dividir a la sociedad, crear brechas en el seno del pueblo. El discurso del odio es una herramienta estratégica para crear una profunda división en el seno del pueblo. Pero es muy importante superar la ingenuidad política en la lectura de estos hechos. Es ingenuo creer que la oposición político-partidaria, centrada hoy en la alianza Juntos por el Cambio, que es un dispositivo de poder de la oligarquía, se va a unir con el gobierno nacional y popular y las fuerzas progresistas en una lucha por la democracia. Porque a la oligarquía no le interesa la democracia, ni la nación, ni el pueblo. Y no se trata de una interpretación entro otras, sino de algo que se comprueba con hechos objetivos. Basta fijarse como los personeros de la oligarquía, falsos periodistas, poderosos empresarios y funcionarios y políticos de la alianza oligárquica, se alegran cuando a la Argentina le va mal. Es más, trabajan todo el tiempo para que le vaya mal, porque los mueve la ambición desestabilizadora y destituyente de volver a la administrar el Estado cuanto antes.

El discurso del odio no es un fin en sí mismo, sino una herramienta de poder. No nos equivoquemos, no luchamos contra el discurso del odio, sino contra la oligarquía, que es quien lo origina. Pero, pretender un pacto democrático con alianzas como Juntos por el Cambio es de una gran ingenuidad política, porque la oligarquía es antidemocrática por naturaleza, anti patriótica, entreguista y enemiga del pueblo y su objetivo es la desestabilización y destitución de los gobiernos de sesgo nacional y popular. El camino no es, entonces, la búsqueda de acuerdos con quienes no quieren acordar nada en defensa de los intereses de la nación y el pueblo. El camino tiene que ser la lucha, que implica enfrentar a la oligarquía. No hay otro camino. Y la lucha debe tener por objetivo la búsqueda de la unidad del amplio campo popular, lo que requiere de la educación política de la ciudadanía y el empoderamiento del pueblo, como única forma de desarmar la estrategia del discurso del odio, en tanto herramienta estratégica del bloque de poder oligárquico.

Y ya sabemos cuáles son las armas del bloque de poder de la oligarquía para generar el discurso del odio que envenena y polariza a la sociedad: medios de comunicación hegemónicos y falsos periodistas mercenarios y cipayos. Pero con una sociedad políticamente educada, unida y organizada, no existiría espacio para el discurso del odio.

El discurso del odio es un relato requerido por el lawfare, el que, para lograr efectividad, debe promover la polarización de la población mediante las falsas noticias (fake news) y el fenómeno de la posverdad. Los climas de opinión generados por los medios de comunicación hegemónicos son una herramienta clave en las operaciones mediático-judiciales contra las figuras y políticos de sesgo nacional y popular, las que deben complementarse necesariamente con relatos polarizadores, y el discurso del odio cumple perfectamente esta necesidad. El discurso del odio polariza a la sociedad. La ignorancia política de una parte importante de la sociedad cobra aquí un papel muy importante. Por lo tanto, dicho discurso no es un fin en sí mismo, sino un instrumento de la estrategia desestabilizadora y destituyente del bloque de poder oligárquico. En el marco de este análisis, y a sabiendas de que detrás de dichos discurso está el bloque de poder oligárquico, cuyo objetivo es desestabilizar y destituir a los gobiernos de sesgo nacional y popular, así como esmerilar, estigmatizar y perseguir a sus figuras políticas, resulta sumamente ingenuo pretender buscar consensos y acuerdos políticos de gobernabilidad. Sin embargo, periodistas, analistas políticos, políticos, empresarios, etc., apelan todo el tiempo al recurso de convocar a la oposición a un gran acuerdo nacional, Y desde aquí parten de un supuesto que totalmente falso:

“Si pretendemos una Argentina distinta, que pueda superar todos sus grandes problemas estructurales históricos, oficialismo y oposición deben buscar un gran acuerdo nacional”

Esto no es posible, por una clara y sencilla razón, la oposición, Juntos por el Cambio, es un dispositivo del bloque de poder oligárquico, el que no tuvo y no tiene ninguna intención de promover el desarrollo de la Argentina, todo lo contrario, su objetivo estratégico es el saqueo y la entrega del país, a partir de su subordinación a la geopolítica de Washington.

El camino de solución no pasa por convocar a acuerdos imposibles con quienes no tienen ningún deseo de lograr la gobernabilidad, porque, está claro, que los que ellos buscan es totalmente lo contrario, esto es, la ingobernabilidad mediante continuas acciones de desestabilización y generación del caos. La estrategia correcta es enfrentar al poder oligárquico con el poder popular. La clave está en la lucha contra la oligarquía, que sólo se puede conseguir con poder popular, y quede claro que lucha no significa violencia, sino la puesta en juego de un pueblo políticamente educado, empoderado y movilizado de una forma completamente pacífica, pero firme en la lucha por la defensa de la patria y los derechos y nivel de vida de la mayoría que conforma el amplio campo popular. Lucha no significa violencia, ya que la lucha de poderes es la esencia de la política. No estamos rechazando el consenso, que hay que buscarlo en el seno del amplio campo popular y no con una oligarquía que pretende imponer sus valores e intereses a rajatabla y sin ningún tipo de escrúpulos.

No son pocos los que sostienen que los políticos no se ponen de acuerdo, que ninguno quiere dar el brazo a torcer, que predominan los egos. Es muy ingenuo pensar esto. El problema es otro. El problema es entre los valores e intereses de la oligarquía y los del pueblo. Es un error buscar consensos con la oligarquía. La oligarquía no quiere consensuar nada con los gobiernos que representan los intereses nacionales y populares. Ahí está el meollo de la cuestión. Por eso, en el fondo no es una problemática entre políticos y partidos políticos, sino entre los valores e intereses del poder real y aquellos que representan los intereses nacionales y populares. No se trata de un problema partidario, sino político. No es un problema entre partidos y políticos, sino que se trata de un problema de intereses entre el poder real y las fuerzas progresistas de los países. Por eso, el problema no puede entenderse en el marco de la disputa partidaria, sino que debemos comprenderlo en el contexto de la contradicción principal oligarquía-pueblo[4].

Estamos convencidos de que los pueblos conformados por ciudadanos y ciudadanas con pensamiento crítico y conciencia política no son tierra fértil para sembrar el odio y la violencia política.

José Luis Lens

El ciudadano politizado

22/9/2022

  1. No estamos diciendo que fueron quienes provocaron la implosión de la Unión Soviética, ya que las principales causas fueron de carácter interno, sino que hicieron todo lo que pudieron para que se produjera
  2. ¿Qué son las revoluciones de colores?, Telesur, 25/4/2018. https://www.telesurtv.net/news/revoluciones-colores-como-funcionan–20180425-0001.html
  3. Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, página 434-435.
  4. Ver: “Teoría de la contradicción principal como fundamento de la lucha política”, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, página 113.

 

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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