Política

Desnaturalicemos las creencias erróneas de la política ciudadana

Desnaturalicemos las creencias erróneas de la política ciudadana

Tu apatía y desinterés por la política es la mejor noticia para la  oligarquía - Autoformación y Empoderamiento

El sistema educativo no sólo no promueve el pensamiento crítico y la conciencia política, sino que bloquea la posibilidad de conseguir dichas competencias. Y los medios de comunicación masivos concentrados en manos de las oligarquías, construyen opinión pública y climas de opinión favorables a sus valores e intereses, mientras las redes sociales dominadas por los oscuros objetivos de las grandes plataformas digitales, como Google, Facebook, Youtube, Microsoft, Apple, Amazon, anulan el pensamiento crítico con sus sofisticadas estrategias para conseguir la modificación de las conductas de segmentos diferenciados de la población[1].

Este contexto cultural y político-educativo, que es histórico, dominante y manipulador, explica el conjunto de creencias erróneas sobre la política, que la ciudadanía que conforma el amplio campo popular ha naturalizado y la confunden completamente.

¿Cuáles son esas creencias y qué deben aprender el ciudadano y la ciudadana comunes para desnaturalizarlas?:

Una parte importante de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular cree que:

La política se dirime “exclusivamente” en el contexto de la disputa partidaria de la democracia liberal

A partir del mandato despolitizador de la democracia liberal (formal): “El pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus representantes”, el compromiso político de los ciudadanos y ciudadanas se limita a darle consenso, elegir, y votar a candidatos de partidos o alianzas cada dos años. Esta idea está naturalizada. La política es la de los partidos. Se confunden los dos significados del concepto de política, el social y el partidario. Y en la conciencia y conducta de los ciudadanos y ciudadanas comunes sólo está presente el significado partidario del concepto de política. De esta forma gran parte de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular, termina ignorando la enorme y decisiva gravitación del poder real en la política. Y esto tiene una explicación, la oligarquía lo consigue mediante el ocultamiento que realizan los medios de comunicación, de carácter anti democrático y anti popular, del bloque de poder de la oligarquía. La alianza Juntos por el cambio es uno de los dispositivos de poder del bloque oligárquico, es la pata político-partidaria de dicho bloque, pero en el juego de la democracia liberal aparece como una expresión democrática. El ciudadano y la ciudadana comunes, ignoran, lo que tiene, como veremos, graves consecuencias, que la disputa partidaria encubre la verdadera esencia de la política, que se da en la lucha contra el verdadero enemigo de la patria y le pueblo, que es la oligarquía. En síntesis, es fundamental que la ciudadanía tome conciencia de que la contradicción es política y no partidaria.

El adversario del otro partido es su enemigo

Pero lo que ignoran los ciudadanos y ciudadanas del amplio campo popular es que el adversario del otro partido no es su enemigo, sino que su enemigo es la oligarquía. Qué despropósito, verdad, la confrontación virulenta de un peronista y un antiperonista, ambos pertenecientes al amplio campo popular, ¿hay algo más absurdo, mientras la oligarquía festeja la división lograda? No obstante, una parte importante de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular confunde al verdadero enemigo. Es fundamental aprender a identificar al verdadero enemigo, que es la oligarquía. Como señala Paulo Freire, aprender a identificar a los que prohíben ser. ¿Y qué son sino los pobres, los que sufren hambre y todo tipo de privaciones, los que están prohibidos de ser, los que están prohibidos de realizarse? La claridad para identificar al verdadero enemigo es el primer, y decisivo paso, para conseguir la unidad popular. Confundir al enemigo nos divide, comprobar que el enemigo es el poder real de la oligarquía nos une.

No hay que hablar de política

Es importante saber que estos errores que hemos señalado son la principal causa de que hayamos erradicado la charla y el debate político de nuestro cotidiano: “te invito a mi cumpleaños, pero no hables de política por favor”, “hagamos el asado, pero prohibido hablar de política”, “vamos a crear el WhastAspp de los amigos, pero nada de política, sólo temas de amigos, chistes y anécdotas”. Tenemos que saber que eliminar la charla y el debate políticos de nuestro cotidiano, entendiendo el concepto de política en su significado social, tiene muy malas consecuencias para el pueblo y la nación.

Los políticos, los partidos y los gobiernos son todos iguales, son los culpables de la postración de la Argentina

No son pocos los ciudadanos y ciudadanas del campo popular, por situación socio-económica, que han naturalizado esta creencia errónea, que se deriva de las que venimos señalando. La ciudadanía ignora la gravitación política del poder real, del poder de la oligarquía. Los medios de comunicación concentrados, un ariete clave del poder oligárquico, han logrado que una parte importante de la ciudadanía crea que son los gobiernos los que deciden las políticas y que los poderes fácticos no tienen nada que ver. En realidad la responsable última de la situación de la Argentina, así como la de la mayoría de los países de la región, es la oligarquía local, asociadas históricamente con la geopolítica de Washington. Pero, más allá de esta realidad incontrastable, los hechos objetivos que lo confirman son abrumadores, aunque el dogma neoliberal motorizado por los medios hegemónicos los oculte de forma sistemática. Es claro que la Argentina y los países de la región repiten sus desgraciadas historias de sucesivas caídas y fracasos, no por la ineptitud de sus políticos y gobiernos, que en parte la tienen, sino por la acción egoísta e intencional de una oligarquía entreguista y vende patria, a la que sólo le importa sus intereses. La asociación entre la oligarquía local y la geopolítica de los Estados Unidos, es el verdadero problema, que bloquea el desarrollo soberano de nuestros países y su integración en un bloque regional. Por eso, es ilusorio creer que un partido o una alianza nacional y popular van a acabar con nuestros problemas de soberanía política, autodeterminación económica y distribución equitativa de la riqueza. Los gobiernos nacionales y populares son necesarios para que la administración del Estado no quede en manos de la oligarquía, lo que sería una tormenta perfecta en contra de la nación y el pueblo, no obstante, sin pueblos empoderados que los apoyen y sostengan, no son suficientes.

Los políticos son todos ladrones y corruptos

En la democracia liberal la ciudadanía consiste en delegar nuestra soberanía, que por el carácter de ciudadanos de la democracia poseemos, en representantes políticos que, en nuestro nombre, gobernarán la sociedad en la que vivimos. Pero esta delegación de poder, que en realidad es una enajenación de nuestro poder soberano en representantes políticos, nos introduce en una serie de equivocaciones que son muy negativas, como vemos en la siguiente creencia errónea.

El verdadero ejercicio de la responsabilidad política es darles el mandato a nuestros representantes para que gobiernen, y si lo hacen mal, no dárselo en la próxima elección

Al enajenar nuestro poder en los representantes políticos que, van a gobernar en nuestro nombre, nos creamos la ilusión de que “estamos afuera” de la realidad política, cuando nadie está afuera. Esta posición se hace evidente cada vez que criticamos a los políticos, los desacreditamos, los maldecimos o los insultamos porque fracasan en su tarea y no cumplen con el mandato que le hemos delegado. Les exigimos un comportamiento ético y con acuerdo a las leyes establecidas cuando están sometidos al lobby de los poderes fácticos y nosotros, la ciudadanía, no poseemos las competencias necesarias para incidir sobre ellos y controlarlos. No es difícil inferir que esto es un total despropósito.

Al enajenar nuestro poder en representantes externos, a los ciudadanos y ciudadanas comunes se nos deforma y descompagina toda nuestra perspectiva política: Creemos que como transferimos la responsabilidad de gobernar a un partido y sus representantes, no tenemos ninguna responsabilidad, más allá de no volver a votar a quien o quienes nos defraudaron. Entonces, erróneamente nos posicionamos “afuera” de la lucha política. Y como nuestras experiencias se componen de sucesivas defraudaciones y desencantos, comenzamos a detestar y aborrecer a los políticos, comenzamos a despolitizarnos. Lo que no sabemos es que nadie, aunque lo crea firmemente, está afuera de la lucha política. Todos estamos involucrados.

Se puede ser a-político

Si el contexto donde se dirime la política es la contradicción oligarquía-pueblo, como realmente lo es, es imposible ser a-políticos. Nos es posible la neutralidad, porque el no compromiso beneficia el status quo y, por lo tanto, a las oligarquías. Sin duda, la declaración de apoliticidad es política y tiene consecuencias políticas.

Los políticos tienen la obligación ética de representar fielmente sus valores e intereses

Si los ciudadanos y ciudadanas no logramos adquirir las competencias, que se logran con formación política, para incidir sobre los políticos y controlarlos, esperar que sean fieles a nuestro mandato es una enorme ingenuidad. No olvidemos que la política se rige por la lógica del poder. Es una enorme ingenuidad política creer que los políticos se van a regir por las normas de la moral y las buenas costumbres, cuando están presionados y condicionados por los lobbies del poder real y, más aún, si quienes conformamos el amplio campo popular no tenemos competencias para incidir sobre ellos y controlarlos.

¿Cuál es la causa de estas falsas creencias?

Si bien la oligarquía con su influencia socio-cultural y su dominio y control de los medios de comunicación masivos y redes sociales tiene el poder de construir opinión pública legitimadora de sus valores e intereses, no es la causa principal de las creencias erróneas de la ciudadanía. Podríamos pensar que es la oligarquía la que manipula a la ciudadanía para llevarla a todas estas creencias erróneas, pero hay que saber entender esta situación. La oligarquía es un poder externo que trabaja sobre un sustrato fundamental, que es el bajo nivel de pensamiento crítico y conciencia política de la ciudadanía. Las actitudes y conductas de la oligarquía no las podemos cambiar, pero sí podemos elevar nuestro nivel de alfabetización política. Desde aquí es válido inferir que la causa principal de las creencias erróneas es nuestra ignorancia política. ¿Y qué es lo que ignoramos?:

Una serie de hechos que están concatenados:

  • Que la dinámica política se dirime en el contexto de la contradicción oligarquía-pueblo y no en el de la disputa partidaria. Lo que equivale a decir que la contradicción es política y no partidaria. La política no se dirime exclusivamente en el contexto de la disputa partidaria, sino, fundamentalmente, en el del poder real.
  • Que la oligarquía tiene más poder que los gobiernos, lo que no es difícil de comprobar, basta observar el poder de los medios de comunicación concentrados en sus manos y su enorme capacidad de lobby sobre los tres poderes del Estado.
  • Que el bloque de poder de la oligarquía tiene una enorme capacidad de lobby, por lo tanto, los recursos para crear partidos y alianzas que representen sus valores e intereses, pero también para presionar y cooptar a políticos, funcionarios de los partidos y gobiernos de sesgo nacional y popular, así como a fiscales y jueces del Poder Judicial.
  • Que, si bien los políticos y funcionarios a cargo de los gobiernos tienen una cuota de responsabilidad respecto de la situación del país, la responsabilidad definitiva y final, que es histórica y sigue vigente, es de la oligarquía local asociada a la geopolítica de Washington, cuyo objetivo siempre fue y lo sigue siendo imponer los intereses de dicho bloque oligárquico por sobre los de la nación y el pueblo.
  • Que el fracaso sucesivo de los partidos políticos y gobiernos, más que a su ineptitud y corrupción, se debe a la imposición sobre ellos del proyecto de poder de la oligarquía. Los ciclos de alternancia perversa de los gobiernos lo explican con pleno fundamento[2]. (Ver: “Ciclos de alternancia perversa de los gobiernos”, página 247).
  • Que los problemas estructurales de la Argentina, como la inflación sostenida, el sobreendeudamiento externo, el bimonetarismo, la pobreza, el estancamiento económico, la matriz productiva básicamente primaria, el alto índice de trabajadores informales, la escasez de vivienda, etc., se debe al accionar, histórico y en la actualidad, anti patriótico y anti popular del bloque de poder de la oligarquía.
  • Que delegar nuestro poder sin la educación política que se requiere para incidir y controlar a nuestros representantes es un suicidio ciudadano. La educación política de la ciudadanía, aunque ya lo dijimos varias veces, siempre vale repetirlo, es indispensable para poder hablar de verdadera democracia.
  • Que es ilógico y absurdo crearnos enemigos partidarios en el amplio campo popular, sencillamente porque todos tenemos el mismo enemigo, la oligarquía. Por lo tanto, debemos abandonar el debate partidario y asumir plenamente el debate político, que no nos va a dividir, sino por el contrario, nos unirá.
  • Que el bloque de poder de la oligarquía tiene un especial interés en la despolitización de la ciudadanía, es decir, en fomentar su apatía y la ausencia de compromiso político, porque es plenamente consciente de que su politización es la base del empoderamiento popular y este último es la peor noticia que puede recibir.
  • Que los medios de comunicación hegemónicos estimulan todo el tiempo el debate partidario y ocultan y eluden el debate político. Es claro que el debate político pone sobre la mesa la contradicción oligarquía-pueblo, que desnuda el carácter antidemocrático y autoritario de la oligarquía, mientras que en el debate partidario, ésta última, disfrazada de partido político, se camufla como democrática, cuando sabemos que es antidemocrática y autoritaria por naturaleza.

Nuestra mayor preocupación no debe centrarse en la perversión, falta de escrúpulos, de dignidad y ausencia total de ética de la oligarquía y sus sicarios mediáticos, que no vamos a poder cambiar, sino en el silencio y pasividad de una parte importante de la ciudadanía. Sería muy ingenuo pretender que la oligarquía cambie su conducta, pero no es en absoluto luchar para que la ciudadanía cambie la suya.

Bibliografía:

Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina.

José Luis Lens

31-7-2022-

  1. “La colonización de los pueblos tiene su mayor impacto en el nivel de la cultura, que transforma la vida de las poblaciones y las personas en sus sustratos vitales, a través de los valores, que son quienes determinan luego sus hábitos y sus conductas. Una colonización cultural paradigmática es la de Occidente sobre los pueblos originarios del planeta, en nuestro caso, las culturas originarias de América, que fueron diezmadas. Y esta colonización apeló y apela a distintos tipos de recursos de dominación, como la ocupación territorial por la fuerza, la transculturización religiosa, el injerencismo e intervencionismo en los países de nuestra región, el dominio y control económico-financiero, el monopolio de la producción de alimentos y de medicamentos por parte de empresas multinacionales, el monopolio de los medios de comunicación a nivel global y local, el monopolio de las grandes plataformas digitales, etc. Es importante saber que muchas de estas acciones requirieron y requieren del uso de la violencia física y psicológica y que todas estas acciones culturales y económicas para la dominación se realizaron y realizan en el marco del sistema capitalista, cuya expresión política es la democracia liberal”. Ver: Colonización biológico-subjetiva, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, página 257.
  2. “La alternancia es, sin duda, un valor de la democracia. Pero lo es en tanto sea sana, esto es, una alternancia entre gobiernos que representen realmente los intereses de la nación y el pueblo. Ahora bien, si la alternancia es entre gobiernos que representan los intereses de la oligarquía y los que representan intereses populares, entonces, la alternancia no es sana, sino perversa. Lamentablemente, esta es la realidad de la Argentina. El poder de la oligarquía fue, y lo sigue siendo, mayor que el del pueblo y los gobiernos de sesgo nacional y popular. Y cuando estos últimos alcanzaron la administración del Estado, nunca pudieron mantenerse, sino que siempre fueron destituidos y desplazados, ya sea mediante golpes de Estado cívico-militares, boicots económico-financieros o guerra judicial (lawfare). Esto generó una alternancia perversa entre gobiernos representantes de los valores e intereses de la oligarquía y representantes de los valores e intereses del pueblo. Fijémonos que no se trata de una alternancia sana y progresista entre gobiernos de sesgo nacional y popular, sino de una alternancia perversa entre gobiernos de la oligarquía y gobiernos populares”, Ver: Ciclos de alternancia perversa de los gobiernos, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política de los gobiernos. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, página 247.

 

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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