Política

Después de la pandemia sigue la lucha

Después de la pandemia sigue la lucha

Hacia dónde va el neoliberalismo? El posible fin de una era

El Covid-19 nos está dejando valiosas lecciones y seguramente abrirá el camino para muchos cambios, aunque, sin lucha, son muchas las dudas de que se produzcan. Pero, es cierto, el consenso neoliberal se ha debilitado, y esto es una oportunidad para derrotarlo.

Después de décadas de neoliberalismo salvaje, de ajustes de las políticas públicas, de reducciones inhumanas del mal llamado gasto público que diezmaron a los sistemas de salud de países desarrollados y no desarrollados, la pandemia le devolvió su dignidad al Estado. Es evidente que el mercado no tiene armas contra catástrofes como la que estamos viviendo. Cuando está en juego el bien común, el mercado es absolutamente inoperante, porque está formateado por la codicia y sólo tiene soluciones para minorías aptas para maximizar ganancias a cualquier precio y más allá de cualquier principio. Aunque viene siendo fuertemente deteriorada en su papel de garante del bienestar general, sólo la institución estatal puede hacer frente a desafíos como el que estamos viviendo.

Ahora bien, los Estados siempre están administrados por gobiernos que asumen dicha tarea por delegación de los pueblos, que son los soberanos, aunque es evidente que les resulta muy difícil ejercer ese poder. Sabemos que aunque los gobiernos sean de signo nacional y popular, el poder real lo tienen las oligarquías, que dominan la economía, las finanzas, la cultura y los medios de comunicación masivos, con lo cual tienen el poder de manipular y controlar a los pueblos. Esto último es la pata más fuerte de su poder. Conducen y controlan a los sistemas educativos y, lo que es aún más grave, monopolizan el espacio mediático. Tienen a la subjetividad popular todo el tiempo bajo control, lo que configura uno de los problemas más grandes en la lucha por superar el modelo neoliberal que nos agobia y pone en peligro la continuidad de la especie.

El Covid-19 mostró la importancia del Estado, lo revalorizó y lo puso de pie después de la devastadora erosión producida por las políticas neoliberales. Ahora no quedan dudas de que los Estados deben ser fuertes para enfrentar los desafíos que pueden sobrevenir en un mundo deteriorado como el que nos está tocando vivir. Pero sabemos que los Estados son espacios políticos en disputa cuya capacidad de responder al interés común depende de la correlación de fuerzas existente entre los sectores dominantes y los pueblos. Por eso, con pueblos manipulados y con una baja consciencia política, la asimetría en la correlación de fuerzas, aun con gobiernos de signo nacional y popular, les impedirá, como ha ocurrido y viene ocurriendo, cumplir con su objetivo específico: garantizar el bienestar general del conjunto de la población.

Todo está en contra de los Estados fuertes. Lo sufrimos hoy en nuestra región. La opresión de la geopolítica de Washington y las oligarquías locales subordinadas, que monopolizan los medios de comunicación, a sus vez plagados de voces mercenarias desparramando falsas noticias y una caterva de economistas libertarios[1] denostando todo el tiempo al Estado y taladrando la consciencia de la ciudadanía. De ahí la ingenuidad de pensar que una vez terminada la pandemia el neoliberalismo perderá su capacidad de dominio. Esto no es así. Los Estados se fortalecerán, y consecuentemente el neoliberalismo perderá poder y consenso, sólo si conseguimos superar la asimetría en la correlación de fuerzas entres los sectores dominantes y los pueblos.

En síntesis, cuando superemos la pandemia no bastará con poner de pie a los sistemas públicos de salud, sino que deberemos luchar con más fuerza que antes por la transformación de los sistemas educativos, para que de una vez por todas asuman el objetivo de formar verdadera ciudadanía politizada y comprometida, sin la cual nunca tendremos pueblos realmente empoderados. Y el otro frente de lucha, que nunca debimos abandonar, tan o más importante que el sistema educativo, está en la democratización sustantiva y desmonopolización de los medios de comunicación, cada vez más concentrados en manos del comando neoliberal global y las oligarquías locales subordinadas. Debemos reconocer con dolor que hemos naturalizado la “desinformación”. Y lo que es peor aún, el gobierno está dando síntomas de lo mismo, cuando no toma las medidas que debería poner en juego para defendernos de la mafia mediática que nos desinforma y manipula.

En nuestro país, la Argentina, es denigrante ver como una verdadera mafia corporativo-mediática, con un ejército de operadores más que de periodistas, inunda de mentiras burdas y ridículas, así como de falsas noticias, el espacio comunicacional, con una total falta de respeto a la ciudadanía y escondiéndose en una degradada, y ya a esta altura, perversa idea de “libertad de expresión”, sin que el gobierno muestre alguna herramienta para impedirlo. Esta situación debe cambiar, porque de seguir en esa dirección la recuperación del gobierno nacional y popular será efímera.

Derrotamos en las urnas al gobierno neoliberal entreguista, depredador, saqueador y hambreador de Cambiemos, que dejó tierra arrasada a su paso, pero no a los sectores dominantes que lo llevaron al poder, que siguen tan vivos y fuertes como siempre. Es evidente que el círculo rojo de nuestro país, subordinado a Washington, está blindando a Mauricio Macri y ya emprendió su ataque más feroz contra el gobierno de Alberto Fernández. Ahora bien, si ansiamos, como es mi caso y, seguramente, el de muchos otros conciudadanos, que la derecha neoliberal no vuelva a tomar el poder político en la Argentina, debemos darnos cuenta de que los Estados fuertes para defender los intereses de las mayorías, sólo pueden sostenerse y perdurar con pueblos empoderados.

  1. Que defienden la “libertad” del zorro en el gallinero.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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