Política

Aprendamos a votar

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El voto es necesario, pero no suficiente

El voto es necesario, pero no suficiente, porque tan importante como saber votar es sostener a quienes votamos. Sabemos por experiencia que los gobiernos de sesgo nacional y popular tienen menos poder que el bloque de poder oligárquico[1], con lo cual les resulta imperioso obtener el apoyo y el sostenimiento del pueblo. Ahora bien, nuestras experiencias históricas son lamentables con la oligarquía, porque ésta siempre se dedicó a boicotear de diferentes formas a los gobiernos nacionales y populares. Y hoy esa tarea es más evidente que nunca, con los medios masivos de comunicación concentrados, monopolizados por los matutinos Clarín y La Nación y toda su caterva de mercenarios de la comunicación, que intoxican y alienan a la población creando climas de opinión desestabilizadores y negadores de toda esperanza de mejorar la realidad de la nación y el pueblo. Ante esta situación es preciso comenzar a prepararnos como ciudadanos y ciudadanas para impedir que se repita la historia. Tenemos que saber que:

  • El bajo nivel de alfabetización política de una parte importante de la población es una de las debilidades de los gobiernos de sesgo nacional y popular. Es una debilidad en doble sentido. Porque el gobierno no tiene el poder de transformar el sistema educativo para que la escuela, además de pública también sea popular y porque permanece inerme frente al poder antidemocrático de los medios de comunicación hegemónicos. Sin poder popular estos problemas no podrán ser superados,
  • El primer paso en el camino del empoderamiento del pueblo es la formación política de los ciudadanos y ciudadanas,
  • Nuestra responsabilidad y compromiso como ciudadanos y ciudadanas va más allá de dar consenso, elegir y votar a representantes políticos cada dos años, sino que debemos participar activamente en la lucha contra la cultura, los valores y los intereses de la oligarquía,
  • Aunque no se suficiente para enfrentar al poder de la oligarquía, es importante que los partidos y alianzas nacionales y populares accedan a la administración del Estado, sobre todo porque si la administración del Estado cae en manos de la oligarquía, es la tormenta perfecta, ya que ponen en acción sus planes de reforma laboral, reforma jubilatoria y demás cambios a favor de los intereses de los sectores dominantes y en contra de la mayoría. Por eso, aunque con el voto solo no alcanza, el voto es necesario y tenemos que saber votar.

En mi último libro, “La alfabetización política del Soberano”, elaboré un abordaje para la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular, que denominé: “Teoría de la contradicción principal[2] como fundamento de la lucha política”. Aquí elegí cuatro de sus categorías de análisis para ayudar a que los ciudadanos y ciudadanas comunes puedan reflexionar sobre la importancia de que su voto sea útil a la nación y al pueblo y no a la oligarquía. Estas categorías de análisis son “Consenso enajenado”, “Voto reactivo”, “Voto político” y “Criterio de la representación de intereses”.

Consenso enajenado

La contradicción dominadores-dominados es, obviamente, la expresión de una relación de dominación que, en tanto, tal le exige a los dominadores estrategias para mantenerla. Los dominadores deben crear, entonces, dispositivos y prácticas para imponer su poder. Y desde la historia las modalidades para imponer la dominación son dos: 1) contra la voluntad de los dominados; 2) contando con la voluntad de los dominados. Analicemos la segunda de las modalidades, que es la que nos interesa aquí. Los dominadores, para contar con la voluntad de los dominados, deben enajenar su consenso. ¿Qué significa esto? Lograr que la opinión de la mayoría legitime los valores e intereses de la élite, esto es, de los dominadores. En este caso los dominadores logran el consenso de los dominados, un consenso que, por supuesto, es contrario a sus intereses, porque, es obvio que, en política, lo que favorece a la oligarquía perjudica al pueblo. Aquí está la razón del concepto de “consenso enajenado”, porque la opinión formada en los dominados es “ajena” a sus intereses como tales. Y para lograr enajenar su consenso los dominadores, la oligarquía, debe apelar a relatos manipuladores. Está claro que el consenso enajenado es el de los ciudadanos fuera de sí[3]. El consenso enajenado se da cuando las personas adoptan opiniones políticas que no se condicen con sus situaciones reales de vida, esto es, con su verdadera condición social y económica.

En las condiciones actuales, con el nivel de concentración de los medios de comunicación, la degradación del periodismo, los extraordinarios recursos de las redes sociales para influir en las conductas de quienes las consumen, que cada vez son más personas, el descenso del nivel de conciencia crítica de la población en general y la enajenación de los consensos, tanto a nivel individual como de la opinión pública, los pueblos tienen un enorme problema político.

La lucha para superar el consenso enajenado de los ciudadanos y ciudadanas que conforman el amplio campo popular, y su consecuencia, la opinión pública enajenada[4], requiere de la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía. El antídoto para impedir que nuestra opinión política se convierta en algo ajeno a nuestros intereses es el pensamiento crítico y la conciencia política, no hay otro recurso.

Aquí está la primera reflexión para no ser objeto de los manipuladores que nos quieren robar nuestro consenso. Debemos realizar un esfuerzo crítico, para lo cual es fundamental aprender a informarnos, lo que nos exige salir de la zona de confort. La recomendación es no esperar pasivamente a que nos llegue la información, sino, en una actitud proactiva, salir a buscarla. Sabemos que no es una tarea fácil, pero deberemos hacerlo. Comencemos con la toma de conciencia de que los medios que hegemonizan el noventa por ciento del espectro comunicacional son un ariete del poder del bloque de poder oligárquico. Aunque sea una idea perturbadora los grandes matutinos de nuestro país, los diarios Clarín y La Nación, dejaron de hacer periodismo para convertirse en aparatos al servicio de los valores e intereses de la oligarquía, precisamente, porque son uno de sus factores de poder. No me crean, por favor, compruébenlo ustedes mismos en la tapas sincronizadas de ambos matutinos, con falsas noticias (fake news) y operaciones políticas, en su continuo boicot anti patriótico a la nación y al pueblo.

La segunda reflexión tiene mucho que ver con la anterior, porque el “voto reactivo” es, en buena medida, el resultado de los consensos enajenados, es un voto poco racional y con muy bajo contenido político y, principalmente, no ideológico y carente de toda estrategia. Y lo peor, el voto reactivo, que adquiere el color de “voto castigo”, en el fondo, termina sirviéndole a la oposición oligarca y golpista. Veamos.

Voto reactivo

El “voto reactivo” es un voto sin ideología y sin estrategia, porque no repara en sus consecuencias. Es un voto hijo de la irresponsabilidad y del marketing político. El voto reactivo que castiga a los partidos y alianzas que representan valores e intereses populares, en realidad trabaja para los valores e intereses de los partidos y alianzas que representan los valores e intereses de la oligarquía. En este sentido, es un voto irresponsable y suicida. Está claro que la vacuna contra el voto reactivo es la alfabetización política.

El “voto castigo” es una resultante del “voto reactivo”. El voto castigo es la consecuencia de la irresponsabilidad de una parte importante de la ciudadanía. El primer error que lleva al voto castigo es no incidir sobre sus representantes ni controlarlos. El segundo error es castigarlos por sus errores y desatenciones. Dos actos de irresponsabilidad. El primero porque estimula la emergencia de políticos sin vocación y, por lo tanto, influenciables por el poder real. El segundo porque termina castigando por sus errores y desatenciones a los gobiernos nacionales y populares, con lo cual se favorece a los partidos y alianzas de la oligarquía, un verdadero suicidio ciudadano. El voto reactivo es estimulado y favorecido, sin duda, por la despolitización ciudadana que promueve la oligarquía a través de un sistema educativo que no forma verdadera ciudadanía y sus medios de comunicación concentrados que, lejos de formar a la ciudadanía, la manipulan.

Contrariamente al “voto reactivo”, el que, en muchas ocasiones se convierte en “voto castigo”, el “voto político” es un voto racional, responsable y, sobre todo, fundado en una conciencia política. Veamos.

Voto político

El “voto político” es el resultado de una reflexión y deliberación ideológica, que se fundamenta en la distinción de las representaciones partidarias. Quienes ejercen el voto político, son capaces de distinguir a los partidos y alianzas que representan los valores e intereses de la oligarquía de los que representan los valores e intereses de la nación y el pueblo. El voto político es un voto proactivo y que, por lo tanto, no es sólo un voto para cumplir, un voto a reglamento, sino que nos señala una ciudadanía comprometida y participativa, cuya conducta va más allá de dar consenso, elegir y votar candidatos, sino que tiene por objetivo delegar su poder en genuinos representantes del pueblo, apoyar y defender sus decisiones y estar decididos a incidir sobre ellos y controlarlos. Tengamos claro que cuanta más incidencia y vigilancia popular, mejores serán nuestros representantes y mejores serán sus desempeños.

Ahora veamos un punto clave a la hora de elegir a nuestros representantes, ¿sobre qué base y qué fundamentos conviene hacerlo?, ¿cuál es el criterio que habitualmente utilizamos para tomar nuestras decisiones? En el imaginario colectivo está lo que nos enseñaron en la escuela y lo que los medios de comunicación nos repiten hasta el cansancio: que debemos leer y analizar las plataformas electorales que presentan los diferentes partidos y alianzas, enterarnos de los antecedentes de los representantes que conforman las listas, sacar nuestras conclusiones y después votar. Les vamos a mostrar que si esta es la metodología para votar bien, estamos perdidos, ¿por qué?, porque caeríamos en la trampa de la democracia liberal que está bajo el mandato de la oligarquía. Veamos.

Criterio de la representación de intereses

De nuestra “Teoría de la contradicción principal como fundamento de la lucha política” se deduce que el “conflicto” es el disparador de la dinámica política, la que se rige por las lógicas del poder y la posibilidad. De aquí se desprende un criterio maestro para la ciudadanía que conforma el amplio campo popular, para evaluar las propuestas en el contexto de la disputa partidaria por la administración del Estado, Lo denominamos “criterio de la representación de intereses”. Todos los partidos y alianzas políticas definen su representación de intereses en el marco de la contradicción principal oligarquía-pueblo. Ningún partido o alianza se representa a sí misma, sino que representa los intereses de los poderes que están en juego en la sociedad, los que se alinean en orden a la contradicción oligarquía-pueblo. Y aquí está lo interesante y valioso del “criterio de la representación de intereses”, porque permite que la ciudadanía que conforma el amplio campo popular pueda diferenciar a los partidos y alianzas, no por su plataforma electoral, sus promesas y el proyecto de gobierno que manifiestan, sino por los “intereses” que representan. Lo importante de los partidos y alianzas no es lo que manifiestan en sus campañas y marketing político para convencer al electorado, sino a quiénes “representan”.

Está claro, aunque haya muchos ciudadanos y ciudadanas que conforman el amplio campo popular que no lo vean, la alianza Juntos por el Cambio representa los valores e intereses de la oligarquía, es más, integra el bloque de poder de la oligarquía, mientras que el Frente de Todos, con todos sus errores e internas, representa los intereses nacionales y populares. Y esto lo señalamos más allá de que, debido al lobby del poder real, puedan existir en dicho Frente funcionarios y políticos cooptados y subordinados a los intereses del bloque de poder de la oligarquía. Tengamos claro que en la democracia liberal el pueblo “enajena“ su poder en representantes políticos, que terminan conformando una clase política que, en cuanto tal, adquiere un poder propio y se conforma como una partidocracia, muy apetecida por los intereses de los poderes fácticos. No obstante esta problemática, es evidente que Juntos por el Cambio y el Frente de Todos representan intereses netamente distintos. Y esto es lo que los ciudadanos y ciudadanas que conformamos el amplio campo popular debemos tener en cuenta a la hora de participar responsablemente en la disputa partidaria.

La “representación”[5]es el talón de Aquiles del pueblo, ya que sus representantes están todo el tiempo acechados por las cooptaciones, presiones, extorsiones, prebendas y coimas de los poderes fácticos. Por eso, consideramos que sin la intervención política comprometida y decidida del pueblo, esto no podrá revertirse. Además, la representación partidaria le permite a los poderes fácticos que conforman las oligarquías camuflarse como democráticos en la disputa por la administración del Estado. De esta manera las reglas de juego de la democracia liberal oscurecen la contradicción principal oligarquía-pueblo, con lo cual producen una importante confusión en la ciudadanía. Para evitarla nuestra sugerencia es que en el necesario momento de dar consenso, elegir y votar a un partido o alianza y sus candidatos, es esencial descubrir a quiénes, en el marco de la contradicción oligarquía-pueblo, “representan”. Sabiendo aplicar este criterio podremos superar la trampa partidaria de la democracia liberal que, mediante los medios de comunicación, las redes sociales y el marketing político, nos confunde para terminar dándoles nuestro apoyo a los que nos van a quitar derechos, calidad de vida y esperanzas de futuro.

En este criterio es necesario hacer una salvedad con el sectarismo de los partidos y frentes de la izquierda radicalizada. No hay duda de que dichos partidos y frentes representan los intereses populares, pero su ortodoxia y dogmatismo los convierte en sectarios, por lo tanto, muy reacios a participar en frentes nacionales y populares amplios, imprescindibles para enfrentar al poder real. Además, si bien son abiertamente críticos del sistema capitalista, no obstante, y en forma contradictoria, están obsesionados por obtener el tercer puesto en la liga de la disputa partidaria de la democracia liberal, esta última, la expresión política del sistema que dicen aborrecer. Su sectarismo, lamentablemente, los hace caer en contradicciones, así como los convierte en funcionales al proyecto político de la oligarquía.

Saber diferenciar a los partidos y alianzas de la oligarquía de los que representan los valores e intereses del pueblo

El colorario de esta reflexión es sencillo y eficaz, no creamos nada de lo que nos digan los partidos, alianzas y candidatos, no creamos en sus plataformas políticas, ni en sus proyecto políticos, ni en sus promesas, ni en sus sketch de campaña, no creamos en nada y que nuestro criterio sea averiguar muy bien “qué intereses representan”. Este es el criterio maestro. Para lograrlo hay que estar bien informado, hay que tener olfato y, principalmente, hay que poseer un buen nivel de conciencia política. No es difícil advertir que Juntos por el Cambio, antes Cambiemos, es una alianza que representa netamente los intereses del bloque de poder de oligárquico. Es más, en uno de sus dispositivos de poder, es su expresión política. Fíjense cómo defienden los intereses de los que más tienen, es más que evidente. Fíjense como Clarín, La Nación y toda su caterva de falsos periodistas vende patria blindan a sus políticos y funcionarios. Observen cómo boicotean al gobierno nacional y popular del Frente de todos, alegrándose cuando las cosas van mal y llenándose de rabia cuando van bien, es más, haciendo todo lo posible para generar caos social y político y desestabilizarlo como sea. Es tan evidente que es así, que cuesta creer que haya ciudadanos y ciudadanas que no lo perciban.

Está muy claro que darles el voto sería un suicidio, sobre todo porque ya gobernaron y dejaron tierra arrasada a su paso, y si vuelven será para profundizar el desastre.

Bibliografía:

Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina.

José Luis Lens

31-7-2022

  1. “Esta categoría de análisis se funda en la idea de que las fuerzas de la oligarquía, unidas por un mismo enemigo y objetivo, se conforman como un bloque de poder a partir de combinar en forma sinérgica sus acciones. La finalidad es clara, generar acciones tendientes a erosionar, debilitar desestabilizar y, en última instancia, destituir a los gobiernos nacionales y populares y sus figuras más representativas. Los pueblos tienen causas, pero las oligarquías sólo tienen intereses. Este bloque de poder, tenemos un ejemplo bien claro en nuestro país, trabaja articulando los medios de comunicación concentrados, con la troika Clarín, La Nación e Infobae a la cabeza, la alianza partidaria Juntos por el Cambio como expresión político-partidaria de los valores e intereses de la oligarquía, una coalición judicial compuesta de un conjunto de fiscales y jueces subordinados, la Sociedad Rural, las cámaras empresariales, los grupos económico-financieros concentrados, la cartelización de los formadores de precios, y todos con la poderosa cobertura estratégica de la geopolítica de Washington en la región”. Ver: “Bloque de poder oligárquico”, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina. Páginas 241-242.
  2. La contradicción principal es “oligarquía-pueblo”.
  3. “El ciudadano fuera de sí es aquel que, debido a su débil pensamiento crítico y escasa conciencia política, es manipulado y sufre la enajenación de su conciencia. La enajenación se explica por la falta de correspondencia entre sus condiciones reales de vida y su opinión y voto políticos. Sus condiciones reales de vida la sitúan en el amplio campo popular, mientras que su opinión política es favorable y legitimadora de los partidos o alianzas que representan los intereses de la oligarquía. Su pensamiento político y opinión son “ajenos” a su situación real de vida. Esta disociación es altamente perjudicial para los ciudadanos que conforman el amplio campo popular, así como para quienes los rodean y la comunidad toda. Ya hemos vivido los efectos de esta enajenación y sobran los ejemplos. Mauricio Macri fue votado por el 56% de los jubilados, a los que el gobierno de Cambiemos les quitó la gratuidad de los medicamentos, les aumentó abusivamente las tarifas de la energía y generó una inflación que licuó sus jubilaciones y pensiones”. En; Ciudadano fuera de sí, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial de Autores de Argentina. Páginas 253-254.
  4. “La opinión pública enajenada es el resultado de los consensos enajenados producidos por la intensa manipulación de los medios de comunicación concentrados sobre los sectores del pueblo con una baja conciencia política, principalmente, pertenecientes a la clase media. La opinión pública enajenada desnaturaliza y corrompe a las democracias liberales, dando lugar a situaciones lamentables donde los pueblos se suicidan dándole consenso y eligiendo a sus verdugos. Tenemos muchas experiencias en los países de nuestra región, y en el propio, de estos hechos políticos tan lamentables. Mauricio Macri en la Argentina, Luis Lacalle Pou en Uruguay, Sebastián Piñera en Chile, Abdo Benítez en Paraguay, Jair Bolsonaro en Brasil, Iván Duque en Colombia. La lucha para superar el consenso enajenado de los ciudadanos y ciudadanas que conforman el amplio campo popular, y su consecuencia, la opinión pública enajenada, requiere de la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía. El antídoto para impedir que nuestra opinión política se convierta en algo ajeno a nuestros intereses es el pensamiento crítico y la alfabetización política, no hay otro” Ver: Opinión pública enajenada, En: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, Página 368-69.
  5. “Los que hemos denominado “vínculo de representatividad” es el eje de la democracia liberal, esto es, la relación representantes-representados. Pero no es posible soslayar que la condición de existencia de la democracia liberal, ya desde su nacimiento, es la despolitización de la ciudadanía, porque el pueblo debe “delegar” su poder, mejor dicho, debe “enajenar” su poder, despojarse de su poder y entregárselo a un conjunto de representantes. Esto hace que el concepto de democracia se convierta en una contradicción en sí misma, ya que el pueblo, que es el soberano porque detenta el poder, no obstante, debe cederlo, debe despojarse de él. Si bien el marco formal de la democracia tiene potencial, la trampa está en su contenido, que es la despolitización del pueblo, cuyo rol queda reducido a las meras funciones de dar consenso, elegir y votar a sus representantes. Y un pueblo despolitizado es un pueblo desempoderado, es un pueblo sin formación política y, por lo tanto, manipulable. La democracia liberal se constituye, así, en un sistema de gobierno bajo el mandato de la oligarquía que, con sus medios de comunicación concentrados que le permiten dominar y controlar la información y, con ello, construir opinión pública y sentido común ciudadano, vaciar de significación democrática al vínculo representantes-representados. Esta es la democracia formal, funcional a los valores e intereses de la oligarquía. Estas son las razones por las cuales consideramos que la sustantivación democrática del vínculo de representatividad es el camino de la transición de la democracia formal a la democracia real. Y esta sustantivación requiere de la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía que conforma el amplio campo popular”. Ver: Democratización del vínculo de representatividad, en: Lens, José Luis (2022) La alfabetización política del soberano. Buenos Aires: Editorial Autores de Argentina, Páginas 291-292.

 

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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