Política

Absolutizar, la falacia estrella del discurso manipulador de la ultraderecha

Absolutizar, la falacia estrella del discurso manipulador de la ultraderecha

Buenos Aires Times | Javier Milei: 'The more people are against the ropes,  the more they will embrace freedom'

La realidad es dialéctica y emerge como tal en un contexto de relatividades. En su Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, Georg Wilhelm Friedrich Hegel nos enseña que la luz y la oscuridad son indeterminaciones, porque en ambas no podemos distinguir nada. Tanto en la plena luz, cuanto en la plena oscuridad, no vemos nada, la realidad del mundo se nos escapa. Sólo en la mixtura (relación) de la luz con la oscuridad está la posibilidad de ver la realidad, podemos comenzar a determinar las cosas y los objetos. Tenía razón Espinoza cuando decía: “toda determinación es negación” (omnis determinatio est negatio), porque para poder determinar algo debe negarse todo lo que no es. Por eso, el pensamiento dialéctico no admite los “absolutos”. De ahí, que la libertad absoluta sea una indeterminación, y en cuanto tal, nos aleje de la posibilidad de comprender la realidad. La libertad comienza a adquirir sustancia y realidad cuando la relacionamos con las instancias de no libertad. La necesidad de convivir en comunidades es el fundamento de la necesidad de relativizar nuestra libertad. Mi libertad cobra sentido cuando comprendo que los otros con los que convivo también tienen derecho a gozarla. Mi libertad, entonces, no es absoluta, sino relativa a la libertad de los demás. Por lo tanto, el negacionismo absoluto en aras de una libertad absoluta, que es impracticable y dañina, es un acto de intolerancia que no se puede tolerar. Fijémonos lo que Karl Popper, ni más ni menos que uno de los fundadores del neoliberalismo, denomina “Paradoja de la tolerancia”:

“La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque frente a la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que presten oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Debemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Debemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución”[1].

Pero debemos señalar que Karl Popper era un conservador liberal, pero de los que valoraban la “verdad”, porque la gran mayoría de los conservadores de la derecha neoliberal de hoy han caído en la cloaca de las falsas noticias (fake news), el desprecio de las argumentaciones científicas y racionales y las burdas manipulaciones.

En aras de una libertad de expresión mal entendida debemos tolerar a los que atentan contra la salud pública, a los que boicotean desde los medios de comunicación concentrados, como la perversa y falsa periodista Viviana Canosa, a las vacunas, a las campañas de de vacunación, a los pasaportes sanitarios, y todo en aras de una libertad absoluta, que es una redonda y maliciosa mentira.

Pero las bestias de ultraderecha gritan: Libertad!!, carajo!!, Libertad o comunismo!! Estos son los alaridos de guerra de la ultraderecha de nuestro país y la región, sostenidos con una argumentación falaz. Te venden el concepto de “libertad” como si fuera absoluto, cuando es, como todos, un concepto relativo. La vida en comunidades, para ser posible, requiere de normas y reglas de convivencia. Si queremos que el tránsito funcione deben existir los semáforos que, en determinados momentos, nos prohíben circular para que el tránsito fluya. Sería estúpido invocar la libertad cuando un semáforo en rojo me prohíbe seguir adelante. De la misma forma, es ignorante, estúpida y egoísta la posición de los que no quieren vacunarse contra la Covid-19, más allá de las razones o motivos que invoquen, apelando al fundamento de las sagradas “libertades individuales”. Tengo derecho a no vacunarme, pero, entonces, cuando me enferme, ¿tengo derecho a quitarle la cama a un paciente que sí se vacunó? Si vivimos en una comunidad, nuestra libertad termina donde comienza la de nuestros conciudadanos. La “libertad” no es absoluta, sino relativa a la de quienes nos rodean. Además, está probado científicamente que la vacunación es una condición imprescindible para superar la pandemia, por lo tanto, ¿por qué debemos tolerar a los intolerantes, a los que no toleran tener que vacunarse?

Llevado a otros campos, la “libertad”, que la ultraderecha reclama como absoluta, también la extienden al mercado, de ahí su rechazo a las regulaciones y controles del Estado. Argumentan que si hay competencia no hacen falta las regulaciones del Estado. Y ahí otra vez, la absolutización de los conceptos, porque entienden a la “competencia”, también como absoluta. Y la competencia nunca es absoluta porque las empresas tienden a la monopolización y cartelización. El mercado debe ser regulado y controlado por el Estado para que no se produzcan los monopolios y los carteles. Pero, los políticos y los economistas de la ultraderecha lo ven como un ataque a la libertad de mercado, en realidad, a la libertad del zorro en el gallinero, porque esa es la libertad que reclaman a los gritos.

Y cuando lanzan su tramposa opción: “libertad o comunismo”, otra vez la absolutización, porque el “comunismo” del que hablan ya no existe más en ninguna parte del planeta. Ahí está el mediocre de Javier Milei utilizando, en sus “clases magistrales”, los ejemplos de la Unión Soviética y la Alemania del Este, sistemas económico-políticos que fracasaron, y que, por lo tanto, ya no existen. ¿Qué es lo que hacen los Milei, es decir, las bestias de ultraderecha que andan por ahí?, engañar a sus ingenuas audiencias haciéndoles creer que cualquier regulación o control del Estado sobre el mercado es comunismo. Una burda mentira, porque ya no hay muro, ya no hay Unión Soviética, ya no hay Alemania del Este, ya no hay comunismo. Pero sí existe neoliberalismo, lo que es una enorme desgracia para las naciones y los pueblos.

Cuando apelan a la “competencia”, para defender su libertad del zorro en el gallinero, la venden como “perfecta”, es decir, la “absolutizan”. Lo mismo hacen con la idea de “comunismo”. Tomando como paradigma sociedades y sistemas políticos que ya no existen (Unión Soviética y Alemania del Este), cualquier medida de regulación o control del mercado por parte del Estado la consideran una acción “comunista”, otra “absolutización” de medidas que son imprescindibles para corregir la imposibilidad de una “competencia” perfecta, que nunca existe. Otro engaño que tiene efecto frente a las audiencias ingenuas de analfabetos políticos.

El eslogan de “libertad o comunismo”, con el que engañan a muchos jóvenes que lo viven como una llamada revolucionaria, es la opción entre dos “absolutos”, la libertad darwinista del zorro en el gallinero, que beneficia a la oligarquía, a los poderosos, y el comunismo, como “absolutización” de cualquier acción del Estado que intente regular o controlar la libertad del mercado que, si es absoluta, estamos en el peor de los mundos para el pueblo y la democracia. ¿Cuál es el mecanismo manipulador? Primero te cuentan el fracaso de un sistema económico-social, que ya no existe en ninguna parte, que prácticamente anuló la iniciativa privada, y después te engañan haciéndote creer que cualquier acción de regulación y control del mercado, o intervención social, por parte del Estado, es comunismo. Convierten en “comunismo” el papel regulador del Estado sobre un sistema con plena vigencia de la iniciativa privada, porque se trata del capitalismo. Al Estado social keynesiano le llaman comunismo, a la justa redistribución de la riqueza le llaman comunismo, el concepto de “justicia social” es una blasfemia, los sindicatos son comunistas, todo lo que no sea “libertad absoluta de mercado”, es comunismo. Lamento tener que decirlo, pero este es un discurso para estúpidos. Este es el núcleo del discurso manipulador de la ultraderecha.

Está claro que con una base mínima de formación política este discurso hace agua por todos lados y los fantoches fascistas y embaucadores como Javier Milei se ahogan en sus propias mentiras.

El ciudadano politizado

14/1/2022

  1. Popper, K., (1957) La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidós Básica. Página 512. 

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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