Política

No debemos tolerar a los intolerantes

No debemos tolerar a los intolerantes

Viviana Canosa insiste con un mensaje destituyente amparado en la "libertad"

No debemos tolerar a los intolerables, porque están en juego los intereses de la patria y el pueblo. No son tolerables los pensamientos, filosofías, doctrinas y teorías políticas que discriminan por razón de elección sexual, de definición de género, de raza, de posición social y que, sobre todo, atentan contra la nación y el pueblo.

Es imprescindible respetar todas las ideas, pero no debemos tolerar a los que “prohíben ser”, a los que boicotean sistemáticamente los proyectos que tienen por bandera la soberanía política, la integración regional, la autodeterminación económica y la distribución equitativa de la riqueza.

Las expresiones e ideas fascistas de odio e intolerancia no son tolerables. Y reflexionemos muy bien este punto, cuando los argumentos racionales, bien fundados en el respeto a los hechos objetivos y a la verdad son desestimados, son tirados a la basura, cuando las falsas noticias (fake news) son moneda corriente, cuando la mentira (posverdad) adquiere status de verdad, cuando la difamación se quiere convertir en libertad de expresión, estamos en una situación intolerable y no podemos ser indulgentes, ni dejarlo pasar. Deberían existir prohibiciones y sanciones. No obstante, existen funcionarios y políticos con responsabilidad de gobierno que han manifestado que no les preocupa, que no es necesario intervenir para que los que ejercen estas acciones de promoción del odio y la intolerancia para manipular a la ciudadanía sirviéndose del poder de los medios de comunicación concentrados, sean prohibidos o sancionados. Pero los funcionarios y políticos que nos representan, no pueden desconocer que el monopolio de los medios de comunicación por parte del bloque de poder oligárquico, convierte en inviable la democracia y pone en riesgo el futuro de la nación y su pueblo. Y esto es algo que no podemos tolerar.

Paulo Freire tiene una magnífica fórmula para expresar la contradicción dominadores-dominados, que es el disparador de la dinámica política, se trata de “antagónicos” y “diferentes”. Quienes conformamos el amplio campo popular somos los “diferentes”, mientras que la oligarquía son los “antagónicos”, los que prohíben ser. Los diferentes somos, entonces, todo ese conjunto heterogéneo de personas, movimientos sociales, organizaciones e instituciones que no pertenecemos ni somos funcionales a los sectores dominantes en las sociedades y, por lo tanto, no le prohibimos ser a nadie. La tolerancia y el consenso tienen sentido entre los “diferentes”, ya que con los antagónicos no es posible el consenso y, por lo tanto, tampoco la tolerancia. Porque, ¿cómo podemos tolerar a los intolerantes, a las que desprecian al país, a los que trabajan sólo para sus valores e intereses egoístas, generando el caos social y la desestabilización de los gobiernos nacionales y populares, persiguiendo a sus figuras mediante operaciones mediático-judiciales, a los que se alegran cuando a la Argentina le va mal y su pueblo se empobrece, a los que no quieren que el país crezca, a los que todo el tiempo ponen palos en la rueda al desarrollo y despegue de la Argentina, a los que todos los días manipulan y envenenan el espíritu de sus audiencias, desparramando oleadas de odio sin parar desde los medios de comunicación concentrados? ¿Es esto libertad de expresión? Con seguridad no lo es, porque la libertad de expresión tiene límites, de lo contrario se convierte en “libertad de difamación”.

La intolerancia que no debemos tolerar es la resultante de la intención dominadora de una oligarquía a la que no le importa la nación y que desprecia al pueblo, que no tolera a los gobiernos que representan los valores e intereses populares. Es una intolerancia que no puede ser tolerada sin poner en riesgo el futuro de la patria. Y no es una cuestión de partidos, sino de veredas, la de la oligarquía o la del pueblo. Sepamos que la brecha no es partidaria, sino política. Si creemos que es partidaria, nos pelearemos, pero si tomamos conciencia de que es política, nos uniremos contra el enemigo común: el bloque de poder oligárquico.

Fijémonos lo que Karl Popper, ni más ni menos que uno de los fundadores del neoliberalismo[1], denomina “Paradoja de la tolerancia”:

“La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque frente a la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que presten oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Debemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Debemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución”[2].

Lo que más nos debe preocupar en la Argentina no es tanto la perversión, intolerancia, falta de escrúpulos, de dignidad y ausencia total de ética de la oligarquía y sus sicarios mediáticos, sino la pasividad y silencio de una parte importante de la ciudadanía. Por eso, desde estas reflexiones llamamos al compromiso de esa ciudadanía para que tome conciencia de que si seguimos tolerando a los intolerantes está en serio peligro nuestro futuro y el de la patria.

El ciudadano politizado

8/12/2021

  1. Pero lo que ocurre es que Karl Popper, a diferencia de los que conforman la derecha neoliberal irracional y fascista de hoy, era un liberal clásico, que valoraba la argumentación racional y tenía como parámetro de referencia a la verdad.
  2. POPPER, K., (1957) La sociedad abierta y sus enemigos. Barcelona: Paidós Básica. Página 512.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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