Capitalismo

Los verdaderos dueños del poder

Los verdaderos dueños del poder[1]

Es una verdad incontrastable que los verdaderos amos del mundo ya no son los gobiernos, sino los dirigentes de los grupos multinacionales y financieros-industriales, el sistema financiero internacional, el complejo militar-industrial norteamericano y las agencias multilaterales que responden a los intereses corporativos transnacionales y de los países centrales, como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE, la OMC, los bancos centrales de los países desarrollados, etc. Es claro que los dirigentes de estos organismos no son elegidos por la ciudadanía, a pesar del impacto que sus decisiones tienen sobre la vida de los pueblos. El poder de estas organizaciones tiene una dimensión planetaria, mientras que el poder de los Estados está limitado a una dimensión meramente nacional. Por otra parte, la gravitación e influencia de las corporaciones transnacionales en el flujo financiero ha sobrepasado con mucho al de los Estados nacionales, hace ya mucho tiempo.

Las transnacionales, mucho más ricas que los Estados y, a la vez, principales fuentes de financiamiento de los partidos políticos de todas las tendencias en la mayoría de los países, están por encima de las leyes y del propio poder político, están por encima de la democracia. Esto hace que la democracia, lamentablemente, sea hoy un espejismo. Por eso, es de una tremenda ingenuidad esperar que los cambios sociales requeridos puedan surgir de estas democracias. Esto no quiere decir que renunciemos a ella, sino que las deberemos imaginar y buscar de otra manera. El poder ya no está en los gobiernos, sino en las grandes corporaciones, en los grandes complejos militares-industriales, en los grupos de especuladores que manejan a su antojo el sistema financiero del planeta[2]. La democracia ha dejado de ser una realidad. Los dirigentes y responsables de las organizaciones, los que detentan y ejercen el verdadero poder, no son elegidos por el pueblo y sus decisiones no son conocidas por la gente. De ahí, que el margen de acción de los Estados y sus gobiernos sea cada vez más reducido, porque están prisioneros de los acuerdos económicos internacionales, respecto de los cuales los ciudadanos no han sido consultados y, menos aún, informados.

Todos los tratados elaborados en los últimos años, como el GATT, OMC, AMI, NTM, NAFTA, ALCA, etc. tienen, como objetivo final, la transferencia del poder de los Estados hacia organizaciones no-elegidas por nadie, en el marco del proceso que hoy llamamos “globalización neoliberal».

Es claro, la suspensión o eliminación abierta de la democracia formal habría provocado una enorme inestabilidad social y económica. Por eso, los sectores hegemónicos han decidido, en forma estratégica, apuntalar y mantener una democracia de fachada o ilusoria, desplazando el poder real hacia nuevos centros. Los ciudadanos seguimos votando, pero nuestro voto está vaciado de contenido real. En verdad, votamos por políticos que no tienen verdadero poder. He aquí el vaciamiento ideológico de la política de partidos occidentales. Aunque sigue habiendo matices, la derecha e izquierda partidiaria[3], ya no dicen casi nada.

La fusión de los medios con las grandes transnacionales fue una de las soluciones, porque, de esta manera, se aniquiló todo resabio de pensamiento autónomo, de subjetividad transformadora. El poder manipulador de los medios es inmenso. Los medios son verdaderas máquinas de lavar cerebros. La gente cada vez piensa menos. El pensamiento autónomo, clave para la participación social y el compromiso político está en franca decadencia en esta época y la corporativización de los medios es una de las principales causas. Por eso, para qué las dictaduras, cuando ya no existen rastros de subjetividad transformadora en los pueblos, salvo, por supuesto, algunos grupos, expresiones y movimientos populares acotados y bien controlados.

Con la disolución de la Unión Soviética y, consecuentemente, finalización de la Guerra fría, en la década de los noventa, la información necesaria para pensar el mundo ha desaparecido progresivamente de los medios de comunicación destinados al público en general. Hoy lo que no está en los medios no existe. Al igual que la democracia formal y las elecciones periódicas, los noticieros televisivos continúan existiendo, pero vaciados de todo contenido. Un noticiero de televisión contiene como mucho dos o tres minutos de información verdadera. El resto está constituido por temas del jet set, chismes del ambiente artístico, reportajes intrascendentes, noticias sensacionalistas, reality-shows sobre la vida cotidiana[4], etc. El periodismo político de nivel, los programas especializados, así como las emisiones de información de calidad han sido prácticamente suprimidos, tanto en los medios audiovisuales cuanto en los gráficos. La desaparición de la información veraz y confiable es el síntoma más palpable de que nuestro sistema socio-político ha cambiado para mal.

Los responsables del poder económico-financiero provienen casi todos del mismo lugar, de los mismos ambientes sociales. Se conocen, se encuentran y comparten los mismos puntos de vista y los mismos intereses. Mantienen, entonces, de forma totalmente natural, la misma visión del mundo. Por eso, es normal que se pongan de acuerdo sobre una única estrategia, sincronizando sus respectivas acciones hacia fines comunes, induciendo, a la vez, situaciones económicas favorables a la realización de sus objetivos, que son a saber:

* El debilitamiento de los gobiernos, principalmente de los Estados nacionales, y la consecuente desregulación y privatización de los servicios públicos.

* La desvinculación del Estado respecto de la economía e, incluso, de los sectores de la educación y la investigación. A largo plazo, también se promueve la desvinculación con la policía y las fuerzas armadas, destinadas a convertirse en sectores lucrativos para las empresas privadas.

* La presión para que los países del Tercer Mundo realicen “ajustes” estructurales y fiscales y, de esa manera, estén en condiciones de hacer frente a los préstamos leoninos del capital financiero internacional[5].

* La precarización de los empleos y mantenimiento de un nivel de desempleo elevado, gracias a las relocalizaciones y la globalización del mercado de trabajo. Esto acrecienta la presión económica sobre los asalariados-trabajadores, que estarán, entonces, dispuestos a aceptar cualquier salario y/o malas condiciones de trabajo.

* La reducción de las ayudas sociales y/o subsidios de desempleo, con el objetivo de incrementar la motivación de los desempleados para aceptar cualquier trabajo y a cualquier nivel salarial. Ayudas sociales demasiado elevadas impedirían que el desempleado pudiera actuar como un factor de presión eficaz sobre el mercado de trabajo.

* Impedir el aumento de reivindicaciones salariales en los países del Tercer Mundo, manteniendo regímenes totalitarios y/o corruptos. Si los trabajadores del Tercer Mundo fueran mejor remunerados, ello quebraría el principio mismo de las relocalizaciones y de la palanca que ellas ejercen sobre el mercado de trabajo y sobre la sociedad en los países desarrollados. Esto es, entonces, un aspecto o clave estratégica esencial que debe ser preservada a cualquier precio.

Por su parte, el dinero es hoy en día esencialmente virtual. Tiene por realidad una secuencia de 0 y de 1 en las computadoras de los bancos. La mayoría del comercio mundial se desarrolla sin moneda-papel, y solo el 10% de las transacciones financieras cotidianas corresponden a intercambios económicos en el «mundo real». Los mercados financieros constituyen ellos mismos un sistema de creación de dinero virtual, de lucro no basado en la generación de riqueza real, esto es, en la producción y el trabajo.

Gracias al juego de los mercados financieros (que permiten transformar en utilidades las oscilaciones de las tasas de cambio), los inversores ágiles pueden ser declarados más ricos, por una simple circulación de electrones en las computadoras. Esta creación de dinero sin generación de riquezas económicas, corresponde a la definición misma de la creación artificial del dinero. Lo que la ley prohíbe a los falsificadores de dinero y la ortodoxia económica liberal prohíbe a los Estados, es posible, permitido y legal, para una minoría de especuladores financieros sin escrúpulos[6].

También es evidente que empezamos a enfrentarnos a los límites ecológicos de la actividad económica en el planeta. Este sistema económico, cuyo objetivo principal es la maximización de la ganancia a corto plazo y en el marco de los intereses privados, no toma en cuenta los costos a largo plazo de la degradación del medioambiente. Los modelos económicos actuales son igualmente inaptos para estimar a su justo valor la «producción» de la naturaleza, indispensable a nuestra sobrevivencia: producción de oxígeno, fijación del gas carbónico por los bosques y océanos, regulación de la temperatura, protección contra los rayos solares, reciclaje químico, repartición de las lluvias, producción de agua potable, producción de alimentos, etc.

Si nuestros modelos económicos integraran el costo real de la destrucción de la naturaleza, es decir, de la contaminación del medioambiente en sus múltiples aspectos, de las modificaciones climáticas y del agotamiento de los recursos no renovables, cambiaría en forma radical nuestra valoración de lo que es «rentable» respecto de lo que no lo es.

¿Cómo hacer frente a este poder casi omnímodo de los grandes grupos económico-financieros, de sus bastiones ideológicos (Think Tank)[7] y los medios masivos de comunicación? Para no ser excluidos definitivamente del juego del poder, los contra-poderes al poder de las transnacionales, tales como los sindicatos, asociaciones de consumidores, movimientos populares, movimientos ecológicos, minorías contestatarias, etc., deben responder estratégicamente ubicándose sobre un mismo plano de organización a nivel mundial y no solamente a nivel nacional, unificando y sincronizando sus acciones, en la escala de aquellos Estados influyentes, es decir, que tienen peso suficiente en los flujos económicos mundiales. Les queda poco tiempo para reaccionar, porque todos los elementos o instrumentos de control necesarios para instalar una futura dictadura mundial están totalmente operativos.

La era de los Estados-nación ha concluido, estamos ahora en la época de los grandes conglomerados económico-financieros. Esta época comenzó en la mitad del siglo XX, en la posguerra, y se puso en práctica en el transcurso de las décadas de los setenta y ochenta, convirtiéndose en un proceso plenamente operacional en la década de los noventa.

En esta época tienen el poder aquellos que controlan el sistema financiero y las corporaciones multinacionales. Los instrumentos básicos de este poder son el control de la tecnología, de la energía, de la moneda, y de la información. Como todo nuevo poder, se erige remplazando el poder precedente que, por lo tanto, está condenado a desaparecer. Se trata de un poder de tipo mundial o planetario. Constituye un nuevo nivel de organización de la civilización, una suerte de súper-organismo con capacidad para controlar globalmente el mundo.

Todos los problemas son hoy planetarios, ya sean sociales, económicos, tecnológicos o económicos. Todos se han convertido en mundiales y su resolución, por lo tanto, también debe ser global. Pero la pregunta está en saber al servicio de qué objetivos y de qué intereses trabaja este poder global, por quién debe ser ejercido y por cuáles contra-poderes debe ser controlado y equilibrado.

La “globalización» no es negativa per se. Potencialmente está en condiciones de permitir el establecimiento de una paz mundial duradera y una mejor gestión de los recursos del planeta. Pero permaneceremos en la mala senda si sigue siendo conducida por los grandes conglomerados económico-financieros, conservando su orientación neoliberal actual. Si persiste esta tendencia estaremos frente a un nuevo tipo de autoritarismo, los seres humanos seguirán siendo consumidores, objetos y mercancías, continuará la destrucción de la naturaleza, así como las nuevas formas de esclavitud. Y aquí es importante darnos cuenta de que el manejo manipulador de la información y la comunicación es una de las principales herramientas de la globalización neoliberal para imponer su poder y ordenar el mundo

 

  1. Este es un subcapítulo del libro: Lens, José Luis (2013) Educar para cambiar el mundo. Los momentos de una transformación liberadora en la educación. Buenos Aires: Editorial Vida-Global. Los verdaderos dueños del poder, página 94.
  2. Miremos a los países de la Comunidad Europea, produciendo ajustes indignantes sobre su población bajo la presión de los grupos de especuladores financieros internacionales, sin que sus gobiernos puedan hacer nada para evitarla.
  3. Decimos “izquierda” y “derecha” desde la óptica partidaria, porque desde un enfoque político extrapartidario estas categorías siguen teniendo pleno sentido.
  4. Últimamente han aparecido en los Estados Unidos reality-show con las cacerías de los inmigrantes “ilegales”, que luego son encarcelados con ridículas vestimentas a rayas por el tremendo delito de querer trabajar y tener una vida digna.
  5. Estos “ajustes”, sorprendentemente también se están realizando hoy en países de la Unión Europea, lo cual marca la voracidad implacable del capital financiero internacional.
  6. Estos grupos de especuladores financieros, verdaderas aves carroñeras, son los principales responsables de la crisis financiera internacional que estalló en 2008. Después de estas crisis, siempre vienen los tsunamis del ajuste, que terminan pagando los que menos tienen en las sociedades. Y no sólo en las de los países no desarrollados, sino también, ahora, en muchos países centrales.
  7. Esta expresión inglesa la podemos traducir por “usinas de pensamiento”, esto es, fuentes productoras de ideología legitimadora del modelo neoliberal.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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