Medios de comunicación

¿Cuánto nos importa a los ciudadanos argentinos el derecho a la información y la comunicación? ¿Da lo mismo que Roberto Navarro esté, que no esté?

¿Cuánto nos importa a los ciudadanos argentinos el derecho a la información y la comunicación? ¿Da lo mismo que Roberto Navarro esté, que no esté?

El gobierno de Cambiemos no sólo ha asumido el poder político en el marco de un contubernio mediático con el poderosísimo Grupo Clarín y sus asociados, sino que está decidido a acallar a “todas” las voces críticas que puedan ayudar a contrarrestar sus calculados y manipuladores relatos y mentiras para mantener anestesiada y resignada a la población, mientras rematan el país y destruyen a su gente. Al despido intempestivo del comunicador crítico del gobierno, Roberto Navarro, le sigue la venta, que se concretaría en pocos días, de C5N a un grupo afín a Mauricio Macri, con lo cual este medio, que venía asumiéndose, con sus luces y sombras, en un polo mediático televiso crítico casi exclusivo, desaparecerá, convirtiendo al espacio mediático en un desierto de voces críticas, pero lleno de sicarios y mercenarios periodísticos y comunicadores al servicio del macrismo. La situación no podría ser peor para el campo popular.

 

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Pero, lo más grave es que lo aceptemos sin chistar, que nos resignemos a que esta administración, que se llena la boca con las palabras democracia y diálogo, las destruya de esta manera. La concentración mediática absoluta, aunque no les guste a muchos la afirmación es, lisa y llanamente, la entrada en un sistema dictatorial porque desaparece lo poco que iba quedando de democracia en este gobierno. Cada día que pasa queda más clara la raigambre dictatorial de la administración Cambiemos.

 

 

El camino de la resignación frente al aplastante accionar de Cambiemos en el poder, es la peor de las opciones. Quizás ahora la ciudadanía valore como es debido la iniciativa del gobierno anterior con la Ley de medios, pero ya es tarde, la ocasión se perdió y tendremos que forjar mejores situaciones socio.-políticas en el futuro para abordar tan importante acción, la de lograr un instrumento legal que impida el monopolio mediático el que, sencillamente, destruye la democracia. Esta circunstancia de concentración mediática casi absoluta no difiere mucho de la que propician las democracias explícitas cuando suprimen la libertad de expresión por la fuerza. La hegemonía total del espacio mediático suprime la libertad de expresión.

¿Cuánto nos importa a los argentinos el derecho a la información y comunicación? Al parecer, poco. ¿Por qué no nos estamos movilizando para mostrarle al gobierno que no toleramos este avasallamiento de derechos? Si perdemos el derecho a la información y la comunicación, estamos condenados a las mentiras y manipulaciones del gobierno, que seguirá estafando la buena fe de un montón de gente, que es y seguirá siendo sacrificada en el altar de los intereses de la oligarquía. Esa maldita zanahoria de una esperanza vana que se paga con sacrificios de un montón de gente que nunca verá una mínima recompensa. Los chicos que no toman leche en sus primeros tres años de vida quedan para siempre dañados, y de manera irreversible. Ellos ya no pueden esperar la lluvia de inversiones, Y aunque viniera, no les serviría de nada.

Las voces críticas, las investigaciones, la información verídica y las denuncias que ponen a la luz el uso del Estado para hacer negocios, una especialidad de este gobierno de CEOS y mega empresarios, es como el aire que respiramos. Son vitales, imprescindibles. Si no existe un contrapeso mediático mínimo al poderoso aparato del gobierno nos espera una noche muy oscura, demasiado negra. Para algunos es la asfixia mediática angustiante de las voces que reproducen hasta el hartazgo el relato calculado, mentiroso y manipulador del gobierno. La tóxica letanía del corifeo de sicarios y mercenarios que machacan las conciencias y espíritus de una ciudadanía, en su generalidad y lamentablemente, muy pasiva y receptiva. Para otros, menos conscientes del envenenamiento de los espíritus, son simplemente fuentes de información que consumen sin crítica. Pero el efecto de esta brutal concentración mediática es extraordinariamente dañino. Por eso la pregunta del título: ¿da lo mismo que Roberto Navarro esté, que no esté?, para nosotros tiene una respuesta contundente: “no da lo mismo”, su ausencia es una gran agujero negro mediático. Las mentiras, manipulaciones, estafas, usos mafiosos del Estado, represiones, condicionamiento de los jueces, aprietes a los gobernadores, entregas de soberanía, destrucción de la industria nacional, corrupción de la deuda externa, etc, ya no tendrán quien lo investigue y lo denuncie a la ciudadanía.

Queda claro que no podemos permitir que este gobierno compre con su dinero mafioso y su caterva de sicarios y mercenarios del periodismo todos los espacios que le molestan. No podemos soportar quedarnos sin investigación y voces críticas, porque desaparecería lo poco que queda de democracia. Aunque parezca una odisea épica, democratizar el espacio mediático es insoslayable. O luchamos por su democratización o deberemos resignarnos a que la derecha conservadora neoliberal se perpetúe en el poder. O luchamos por nuestro derecho a la información y comunicación o deberemos contentarnos con vivir en una dictadura. La batalla comunicacional es hoy la madre de todas las batallas.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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