Política

Democracia real y empoderamiento popular

Democracia real y empoderamiento popular

Sobre empoderamiento popular: Diez propuestas para no repetir la  capitulación que hemos conocido en Grecia

La sustantivación democrática del vínculo de representatividad[1]

La elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía es el primer pilar de su empoderamiento. Es cierto que este empoderamiento requiere de instancias de mayor compromiso, pero aquí esta su comienzo. Sin alfabetización política no es posible pensar en el empoderamiento de la ciudadanía. Y, el empoderamiento de la población es la vía excluyente para democratizar el vínculo de representatividad.

Es evidente que la delegación, mejor dicho, la enajenación de nuestro poder en representantes políticos externos es un Talón de Aquiles del pueblo, porque sin nuestra incidencia y control, sabiendo que no tenemos dichas competencias, los representantes políticos tienen la puerta abierta para traicionarnos. Pero la tarea no es suprimir el vínculo de representatividad, porque no es una propuesta viable, sino sustanciarlo democráticamente, para lo cual la elevación del nivel de alfabetización política del pueblo es insoslayable.

No estamos planteando de ninguna manera la abolición de este vínculo, ya que el autogobierno popular no es posible, sino su democratización. Sí, es posible que dicho vínculo adquiera sustancia democrática –que hoy no la tiene-, lo que, como veremos, requiere de la elevación del nivel de alfabetización política de la ciudadanía y su consecuente empoderamiento. El ideario es pasar del vínculo de “representatividad liberal” a un vínculo de “representatividad popular”. No estamos planteando tirar por la borda a la democracia formal (liberal), sino transformarla mediante una transición a una democracia real.

Sólo los pueblos empoderados, esto es, con una conciencia política desarrollada pueden dar lugar a genuinos representantes políticos, es decir, que cumplan con los mandatos de sus representados. Cuanto mayor, en cantidad y calidad, es la responsabilidad y compromiso del pueblo, mejores serán los liderazgos políticos. Esto quiere decir que la calidad democrática del vínculo representantes-representados depende de nosotros, de la ciudadanía.

Un pueblo políticamente responsable y, por ende, comprometido con el destino de su sociedad y país, es un pueblo con competencias para “incidir” sobre y controlar, de diferentes formas, a sus representantes. Recordemos a Platón, cuando dice:

“El precio de desentenderse de la política, es ser gobernado por los peores hombres”.

Si los ciudadanos nos comprometemos en “incidir”, esto es, en la tarea de condicionar y presionar a nuestros líderes y gobernantes para que cumplan con las promesas realizadas en campaña, actúen a favor de los intereses de la comunidad y sean fieles al mandato dado por sus representados, será difícil que puedan eludir su responsabilidad. Si, además, controlamos celosamente su desempeño, obligándolos a rendir cuenta de lo actuado, desalentaremos a los oportunistas y arribistas, que sabrán que no podrán hacer lo que quieran en la administración del Estado. Por eso decimos que un pueblo realmente politizado, sin duda, democratiza el puente entre representantes y representados. No sólo hace mejores a los líderes políticos en ejercicio, sino que también mejora la calidad democrática de los emergentes.

En síntesis, la sustantivación democrática del vínculo de representatividad es la llave para pasar de una democracia formal a una democracia real

La democracia liberal es funcional a la oligarquía

Definir a la democracia liberal como funcional a la oligarquía, no significa que debemos deshacernos de ella, por el contrario, lo que nos pide es mejorarla, convertirla en popular, lo que requiere el empoderamiento del pueblo.

El modelo de la democracia liberal, que se funda en la disputa partidaria por el poder de gobierno, le permite a la oligarquía:

  • Camuflarse como partidos y alianzas políticas, cuando es evidente que la oligarquía es anti democrática por naturaleza[2], lo que sirve perfectamente a su estrategia manipulativa para legitimarse y ser creíble para la población.
  • Infiltrar, con el objetivo de dividirlos y fragmentarlos, a los partidos y alianzas políticas que representaron históricamente los intereses del pueblo, así como a sus integrantes, ya sean funcionarios o políticos. Las divisiones en el peronismo y el radicalismo, dos partidos de origen popular, explica esto que señalamos. Qué mejores ejemplos que los dos gobiernos neoliberales de Carlos Menem y el radicalismo derechizado que integró la alianza Cambiemos y hoy es parte de Juntos por el cambio.
  • Poner en juego la acción de ocultar la contradicción fundamental, como llave maestra de toda su estrategia de manipulación subjetiva de la ciudadanía. De esta forma, al desaparecer para la conciencia ciudadana la lucha política por el poder real, lo que queda es la disputa partidaria por el poder de gobierno. La oligarquía logró que en el imaginario ciudadano se naturalice la idea de que la política se dirime exclusivamente en la disputa partidaria por la administración del Estado. Esto trae aparejadas varias consecuencias negativas para el pueblo:
  • Que una gran parte de la ciudadanía sólo reconozca un único significado del concepto de política, que es el partidario, quedando fuera de su esfera de comprensión el significado social de dicho concepto, esto es, el que adquiere en el marco de la lucha por el poder real en la sociedad.
  • Que frente a la claridad que supone la lucha por el poder real, donde sólo hay dos polos, la oligarquía y el pueblo, la única y verdadera brecha, en la disputa partidaria la oligarquía logre dividir al pueblo a partir de la oferta de los distintos partidos, que enfrenta al pueblo consigo mismo a partir de un conjunto de falsas brechas partidarias. Se da el absurdo de una confrontación entre peronistas y anti peronistas y kirchneristas y macristas, cuando ambos pertenecen al amplio campo popular y, por lo tanto, tienen el mismo enemigo, la oligarquía. Queda clara aquí la estrategia de dividir para reinar, con que apuntan a frustrar la unidad del pueblo, imprescindible en su lucha contra la oligarquía.
  • Que los sicarios de los medios de comunicación concentrados puedan, a partir de reducir la dinámica política a la disputa partidaria, culpabilizar, frente a una ciudadanía manipulada, a los políticos y los gobiernos, de la postración de la Argentina, cuando es claro, y ahí está la historia y el presente para demostrarlo, que el único y verdadero culpable es la oligarquía. No son los 75 años de peronismo la razón de la frustración argentina, sino los 200 años de oligarquía.

Si la política se reduce a la lucha partidaria, la democracia liberal no ofrece un campo propicio para su sano ejercicio, porque el poder de la oligarquía lleva todas las de ganar, ya que dispone de los medios de comunicación monopólicos, un fuerte lobby sobre los políticos y grandes fuentes de financiamiento para las campañas políticas. Todo esto desnaturaliza a la política y la convierte, a los ojos de la población, en una práctica degradada, lo que incrementa la apatía de la ciudadanía, que no sabe que la esencia de la política está en la lucha por el poder real y no en la disputa partidaria.

¿Cómo desempodera al pueblo la oligarquía?

Para imponer su mandato sobre la democracia liberal, la oligarquía debe desempoderar al pueblo. Este desempoderamiento del pueblo por parte de las oligarquías se produce mediante:

  • Las políticas de desempleo, las políticas inflacionarias y las políticas que impactan en forma negativa sobre la redistribución de la riqueza, en suma, las políticas cuyos resultados redundan en el empobrecimiento de la población. Este es el desempoderamiento que denominamos socio-material.
  • El condicionamiento y control histórico de los sistemas educativos. Que denominamos desempoderamiento cultural-ideológico.
  • La concentración monopólica de los medios de comunicación masivos. Que denominamos desempoderamiento cultural-ideológico.

Existe una intencionalidad de la oligarquía para desempoderar al pueblo, porque se traduce directamente en despolitización.

Sin pueblos empoderados la democracia real es inalcanzable.

La importancia del empoderamiento del pueblo

¿Por qué la transición de la democracia formal (liberal) a la real requiere del empoderamiento del pueblo?

Porque el empoderamiento popular:

1) Es una coraza de inmunidad para la manipulación de los medios de comunicación concentrados. Con pueblos empoderados, el relato de los medios de comunicación concentrados y el marketing político pierden notablemente su eficacia manipuladora.

2) Promueve el surgimiento de mejores liderazgos, sobre cuando existe una parte importante de la clase política que está más cerca de los puestos que del pueblo.

3) Se traduce en un pueblo que posee conocimientos y competencias para incidir políticamente sobre el gobierno y controlarlo.

4) Sostiene y fortalece a los gobiernos de sesgo nacional y popular en la toma de decisiones que favorecen los intereses populares y lesionan los intereses de la oligarquía.

5) Favorece en forma notable la sinergia pueblo-gobierno, lo que mejora la retroalimentación comunicacional, la incidencia política y el control de los funcionarios.

Es necesario que tomemos conciencia de que este empoderamiento comienza en cada uno de nosotros, en vos, en mí, en todos y cada uno de los ciudadanos que conformamos el amplio campo popular.

La cuenta es fácil, si todos somos ceros, la suma de ceros siempre dará cero.

El ciudadano politizado

26/9/2021

  1. El “vínculo de representatividad”, esto es, la relación representantes-representados es el eje vertebral de la democracia liberal, pero no funciona si el pueblo no está educado, en una palabra, si el pueblo está desempoderado. En su libro “El futuro de la democracia”, el politólogo italiano Norberto Bobbio señala seis falsas promesas de la democracia. La sexta es la que en ninguna democracia liberal se lleva a cabo; la educación política del ciudadano. Norberto Bobbio la denomina: “El ciudadano no educado”: Y este es uno de los principales problemas de la democracia liberal, porque con una ciudadanía sin formación política se hace difícil hablar de democracia en tanto el poder del pueblo, que es el sentido etimológico de este concepto (Bobbio, Norberto (1986) El futuro de la democracia. México: Fondo de Cultura Económica).
  2. La oligarquía, que supone el poder o gobierno de unos pocos, ya de por sí es opuesta a la democracia, que supone el poder del pueblo.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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