Neoliberalismo

La pedagogía del neoliberalismo

La pedagogía del neoliberalismo[1]

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Es indudable que quienes tienen el poder material en una sociedad disponen, a la vez, de las condiciones para imponerse ideológica y espiritualmente en ella[2]. Esta última idea es fundamental para entender la extraordinaria gravitación social y cultural de la ideología neoliberal en la época que nos está tocando vivir.

Y esta ideología neoliberal, en tanto pensamiento hegemónico se expresa, como decía acertadamente Gramsci, en una fuerte acción pedagógica. Esta pedagogía neoliberal se funda en una filosofía deshumanizadora, ya que entiende a los hombres y mujeres como seres para otra cosa, como objetos (consumidores, clientes, recursos humanos). Y en tanto ideología, tiene la firme intención de convencernos de las bondades de aceptar ese papel. Contrariamente, la perspectiva humanista –aunque hoy sólo esté en las utopías y movimientos por un mundo mejor- se basa en una idea totalmente distinta: los hombres y mujeres son básicamente seres en sí mismos, de ahí su dignidad de personas. Pero esto no quiere decir que las personas no puedan y deban también cumplir el rol de instrumentos. Mi peluquero es un ser en sí mismo, pero cuando me corta el pelo cumple una función instrumental. Pero la filosofía neoliberal invierte el principio humanista, ya que prioriza la razón instrumental por sobre la trascendente[3].

Las consecuencias de la promoción y aplicación de esta pedagogía en las sociedades y en el mundo son realmente negativas, tanto para la gente cuanto para el planeta. No es necesario pasarles revista ni analizarlas aquí: crecimiento ciego, pobreza, hambre, indigencia, desnutrición y mortalidad infantil, trabajo infantil, narcotráfico, trata de personas, rebrote de enfermedades ya superadas, sociedades insolidarias, guerras y comercio de armas, destrucción del habitat, desequilibrio medioambiental, agotamiento de los recursos no renovables, etc. Hemos creado un mundo feo, malvado e injusto. Y digo hemos creado, porque, en distintos grado, todos somos responsables de esto. Y no se trata de ser apocalípticos, sino solamente realistas. Hacer foco en lo malo pero para transformarlo, lo que no quiere decir que no seamos optimistas y esperanzados respecto del cambio. Si no lo fuéramos no estaríamos escribiendo esto. Nuestra crítica no es escéptica, sino propositiva.

En esta filosofía se funda la pedagogía del neoliberalismo. Cuando una filosofía no sólo se declama, sino que se aplica, como ocurre con la neoliberal, se convierte en pedagogía porque, sin duda, adquiere un tremendo poder formador de las personas, conciencias y espíritus. Analicemos en forma sintética esta pedagogía:

• Fomenta y promueve el individualismo, por lo tanto debilita toda orientación hacia las conductas verdaderamente solidarias[4].

• Entiende y convierte a las personas en objetos, es decir, las “cosifica”. Los hombres y mujeres son básicamente recursos, capital humano y seres que consumen. El papel de sujeto que nos corresponde como personas no existe para esta pedagogía.

• Entiende y convierte a las personas en receptores pasivos de información, descartando su función crítica y de emisores.

• Es fatalista, ya que mata toda posibilidad de imaginar un futuro distinto al predeterminado en el modelo neoliberal. Elimina la posibilidad de que las personas construyan una conciencia histórica y entiendan el mundo como algo que está siendo y no como algo que ya es y que, por lo tanto, no puede ser cambiado.

• Funciona como un anestésico. Insensibiliza socialmente a las personas y neutraliza y duerme sus conciencias.

• Su filosofía de un mundo que se construye independientemente de las personas, las que sólo pueden adaptarse a él, promueve la naturalización de los fenómenos sociales. La pobreza es un fenómeno natural, como la lluvia o las tormentas. Forma parte de nuestro paisaje y debemos aprender a convivir con ella. De esta forma, naturalizamos un fenómeno social que es escandaloso: la miseria en la abundancia. Deberíamos reflexionar sobre cuántas cosas, que no son nada naturales, hemos naturalizado.

• Promueve y genera conductas casi exclusivamente consumistas que, por lo tanto, inhiben otro tipo de comportamientos, por ejemplo, los vinculados con la construcción de ciudadanos.

El poder formador –sería mejor decir de-formador- de esta pedagogía es extraordinariamente fantástico, ya que tiene detrás de sí a los sectores que dominan financiera, económica y políticamente el mundo. Esta pedagogía, entonces, promueve y forma distintos tipos de hombres y mujeres, todos disminuidos en su ser:

  • Que valoran más el tener que el ser.
  • Que valoran más las conductas consumistas que las ciudadanas;
  • Que piensan y razonan en forma a-crítica;
  • Egoístas, fuertemente individualistas e insensibles a la injusticia social y a la necesidad de cambiar el mundo;
  • Excluidos del campo laboral;
  • Pobres e indigentes resignados y sin ningún horizonte de cambio en sus vidas;
  • Resentidos contra el sistema y, que, por lo tanto, no aceptan sus normas y reglas, sino que las violan y atentan contra ellas.

Es llamativo de esta pedagogía su poder para generar conductas egoístas e individualistas en las personas, una especie de “sálvese quien pueda”. Cada persona se cierra en su círculo familiar y aprende a solucionar su problema sin la más mínima preocupación por el conjunto social. Esto no debe sorprendernos, ya que la filosofía utilitarista del liberalismo forma parte de los fundamentos ideológicos de este sistema. Esta pedagogía anula el pensamiento crítico, promueve el egoísmo y el individualismo y, lo que es peor, nos anestesia afectivamente, es decir, nos insensibiliza frente a los innumerables dramas sociales que nos rodean, que son muchos y dolorosos.

Pero lo más notable de esta pedagogía es su tremenda eficacia. No hay duda de que es mucho más eficaz que la pedagogía de la escuela tradicional. Y cuando hablamos de eficacia nos referimos a su poder formador (o de-formador). Dispone de infinitos recursos para imponerse y lo realiza mediante un modelo de comunicación de altísimo poder motivador e incentivador en las personas. Sabe llegar y estimular los peores instintos de los seres humanos: el egoísmo, el afán y la ambición de poder, el deseo de tener por sobre el de ser, el individualismo extremo, el egocentrismo, la competitividad salvaje. Y convierte estos instintos en valores y creencias que le abren la puerta a la manipulación más furibunda que podamos imaginar. Es eficaz con los niños, los adolescentes, los adultos y las personas de la tercera edad. Si es verdad, como lo es, que sólo aprendemos lo que sentimos y tiene verdadero significado para nosotros, la clave estará en incentivar y tocar ese punto en las personas. Creando y promoviendo un mundo de valores y creencias básicamente consumista estará dado el paso fundamental. Si es más importante tener que ser, entonces, seremos sensibles a todas las propuestas orientadas al tener y desestimaremos las orientadas al ser. Aprenderemos a tener más y desvalorizamos todo aprendizaje o esfuerzo orientados a ser más.

El principal instrumento para la promoción de esta pedagogía que, más que conocimientos genera actitudes y conductas, son los medios de comunicación masivos, cada vez más concentrados en inmensos monopolios. El objetivo de los medios, y de ahí los de la pedagogía que estamos revisando, es convertir a las personas en objetos, en instrumentos, en consumidores. Las personas deben generar rédito económico para alimentar la rueda insaciable del modelo. Son ellos quienes sostienen un sistema socio-cultural totalmente inmanente, ya que detrás de él no hay nada más que la autoafirmación de un poder que se autojustifica sin fundamentos que lo trasciendan. El sentido y la transcendencia están ausentes.

La propaganda, la publicidad, el entretenimiento y todo lo que sirva para “vender” en nuestras sociedades, tiene como principal objetivo construir y modelar el tipo de conciencias y de personas útiles para mantener el sistema. Por eso, decimos que la ética del mercado es una ética de la manipulación y el control. Consecuentemente, la pedagogía del mercado será una pedagogía de la manipulación y el control. Manipular y controlar a las personas es la clave para el mantenimiento y perpetuación del sistema. Para lograrlo es preciso neutralizar y desactivar el pensamiento libre, el pensamiento crítico. En una palabra, es preciso anular el pensamiento. Podríamos decir, entonces, que la pedagogía de la filosofía neoliberal es a-crítica, porque promueve y genera seres carentes de capacidad crítica y de sensibilidad social, incapaces de construir y reconstruir críticamente el mundo. Por eso, toda aquella propuesta que estimule el pensamiento libre y la criticidad nadará, en este mundo, inevitablemente contra corriente.

Esta pedagogía es completa. Posee un modelo de sociedad y de hombre, un marco de valores y creencias, una teoría del conocimiento, unos determinados contenidos, una metodología de enseñanza-aprendizaje y técnicas para evaluar los aprendizajes. Pero no se desarrolla en instituciones, sino que su escenario son las sociedades del mundo entero y su alumnado toda la población.

Su modelo de sociedad: el consumismo; su modelo de hombre: el económico, su marco de valores: el hombre como un ser útil, es decir, como un ser para otra cosa, el egoísmo, el individualismo, la competitividad por sobre la solidaridad, el “tener más” por sobre el “ser más”; su teoría del conocimiento: el proceso estímulo-respuesta; sus contenidos: todos los temas convertidos en discurso de mercado; su metodología de enseñanza-aprendizaje: la comunicación mediática, que trasmite mensajes de alto poder motivador e incentivador, capaces de modificar con gran eficacia las actitudes y conductas de las personas; técnicas para evaluar los aprendizajes: el rating para medir las audiencias, los análisis del comportamiento de los consumidores mediante los focus groups, las encuestas y cálculos de ventas. Es muy fácil evaluar el modelado de las actitudes y conductas de las personas, sólo basta estudiar su comportamiento, y existen muchas maneras de hacerlo[5].

Los sectores del poder financiero, económico y político disponen del poder material necesario y de usinas de pensamiento (Think Tank) capaces de nutrir y sostener los proyectos, objetivos y contenidos de los medios. Por su parte, los medios tienen un doble objetivo. Por un lado, sirven a los intereses de los sectores de poder y, por el otro, se sirven a sí mismos como empresas que buscan el mayor rédito económico explotando al máximo su rubro específico, el de informar, entretener y publicitar. Y todo esto lo realizan en el marco de la lógica de mercado, cuya esencia es la maximización de las ganancias, para lo cual deben convertir en consumidores a las personas.

Recordemos que los recursos para promover, mantener y efectivizar esta pedagogía son infinitos, sencillamente porque es el motor y el alma del sistema de más alto nivel productivo de la historia. Por eso, en la lucha que debemos librar para frenar y superar al neoliberalismo, la batalla cultural es esencial.

  1. Este artículo es una adaptación del capítulo del mismo nombre, contenido en el libro: Lens, José Luis (2013) Educar para cambiar el mundo. Buenos Aires. Editorial Vida-Global. E-book.
  2. Es cierto que algunas de las ideas de Marx quedaron prisioneras de su época, pero que “el pensamiento dominante es el de las clases dominantes”, tal como lo señala en la Ideología Alemana (Marx, K y Engels, F, 1971: 50), es una verdad inapelable, que ha resistido inalterable el paso del tiempo y el cambio de las coyunturas.
  3. La “razón instrumental” es un concepto que se explica en el marco de una lógica adaptativo-funcionalista, en la cual las personas adquieren valor como instrumentos útiles y funcionales (recursos humanos, capital humano), en un mundo que se concibe como dado e indiscutible, es decir, cuyas estructuras y relaciones sociales, económicas, políticas y culturales no son cuestionadas ni cuestionables. Es esta una razón “inmanente”, ya que se encuadra en valores que no van más allá de las necesidades de poder y dominio de quienes manejan el mundo. Contrariamente, la “razón trascendente” es un concepto que se enmarca en valores humano-sociales fundamentales y que, por lo tanto, trascienden las lógicas del poder y la dominación. Su fundamento se asienta, principalmente, en la idea de que los individuos son básicamente fines en sí mismos y, por eso, adquieren su “dignidad” de personas. Desde esta dignidad irreductible e insoslayable se cuestiona todo intento de opresión, explotación, manipulación y toda aquella acción que los considere exclusivamente instrumentos de un mundo dado y, por lo tanto, no cuestionable en sus estructuras y relaciones sociales, económicas, políticas y culturales.
  4. La filantropía y la caridad de las corporaciones, los organismos multilaterales, los ricos y los que están en una buena posición económica no debería confundirnos. En general, salvo raras excepciones, se trata de un pseudosolidaridad, porque aparecen sólo cuando lo hacen las catástrofes. Por ejemplo, nadie de los que hoy se muestran sensibles y solidarios -ya se trate de países, corporaciones multinacionales, organismos multilaterales, artistas consagrados, etc.- con las víctimas del terremoto de Haití, aparecieron o dijeron algo cuando se implantó en la isla la política de “liberalización de la agricultura” (1981), promovida por los EE.UU. y el Banco Mundial, que destruyó económicamente el país, hundiendo en la miseria a más del ochenta por ciento de sus habitantes. En ese momento no se alzó ninguna voz solidaria. Quien quiera obtener más datos de este desastre –causado por humanos y no por la naturaleza-, no tiene más que ir a un buscador en la Web y poner: “Liberalización de la agricultura en Haití”. En pocos minutos se enterará de cómo el país que más declama hoy su solidaridad con Haití, la hundió en la miseria en 1981 con un premeditado plan que impulsó la “liberalización de los aranceles de importación de los productos agrícolas”.
  5. Por ejemplo, consultores de marketing en política neoliberal, como el gurú de Cambiemos Jaime Durán Barba, se jactan de científicos porque estudian mediante la técnica de los focus groups el comportamiento de los ciudadanos para después manipularlos en las campañas electorales. Durán Barba, Jaime y Nieto, Santiago (2017) La política en el siglo XXI. Arte, Mito o Ciencia. Buenos Aires: Editorial Penguin Random House Grupo Editorial. Capítulo Segundo. El método científico, página 65.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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