Neoliberalismo

La naturalización de la política del marketing

La naturalización de la política como marketing

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Desde los medios de comunicación esbirros y algunos críticos al gobierno se ha naturalizado la idea de que Cambiemos sabe “comunicar”, Esto es falso. Lo que sabe Cambiemos es “manipular”. Lo que ha hecho y viene haciendo muy bien todo este tiempo. No obstante, también debemos saber, que no se puede estar manipulando todo el tiempo a la población sin resultados políticos concretos. Menos aun después de un plan concertado de entrega y subordinación del país a los mercados y los objetivos de dominio de Washignton. La manipulación tiene fecha de vencimiento. Y esa fecha ya está llegando, más allá de que Cambiemos no tenga otro argumento de gobierno que inventar permanentemente esperanzas engañosas y sucias mentiras con el objetivo de promover el fatalismo y la resignación de la población, ocultando todo el tiempo el tremendo desastre que ha provocado en la Argentina. Pero lamentablemente, la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer, como bien dice el refrán popular. Enseguida volveremos sobre este tema.

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Hemos naturalizado la idea de que el marketing es una herramienta válida para hacer política, sin examinar el peligroso trasfondo que hay detrás de ella. En los medios de comunicación hegemónicos el periodismo de análisis político ha entronizado la idea de que los políticos hábiles son los que saben moverse con soltura a la caza de electores. Son los que detectan los vaivenes del mercado político, que saben comunicar sus ideas y crecer en las encuestas. Pero detrás de estas realidades hay un conjunto de supuestos que es indispensable examinar y poner a la luz de la crítica.

Se habla de ciudadanía, de educación ciudadana, sobre todo en las escuelas. En toda mi trayectoria educativa, tanto como alumno del sistema cuanto como profesor me he cansado de oír hablar de la educación de la ciudadanía, incluso he dictado la materia “instrucción cívica” en el secundario de adultos. Pero les puedo decir que en ninguna de las asignaturas que se apuntan el objetivo de la educación ciudadana, tales como instrucción cívica, educación democrática o educación ciudadana, tiene algo que ver con la “educación política” de los ciudadanos. Y la explicación es muy sencilla. En las democracias liberales, en realidad oligarquías liberales, porque el pueblo no es quien gobierna, no es posible creer que los sectores dominantes van a promover una educación que permita que los sectores subalternos aprendan a leer en forma crítica la realidad. Ya lo dijimos varias veces; las clases dominantes no se suicidan. No podemos permitirnos tremenda ingenuidad. El sistema educativo no promueve una verdadera educación política de la ciudadanía y los medios de comunicación, hoy monopolizados por el establishment, por supuesto, menos aún. Ergo, no hay educación política de la ciudadanía. Este, como veremos, es uno de los factores que explican por qué se han mezclado peligrosamente los conceptos de “electorado” y “ciudadanía”, cuyos significados son diferentes y es preciso que los distingamos con toda claridad.

Es una triste realidad que los políticos, en general, piensan a la población como “electorado” y no como “ciudadanía”. Sin duda, cuando se piensa a la ciudadanía como electorado se cosifica a la población y, ahí, entonces, manda el marketing, no la política. De más está decir que cuando manda el marketing estamos en un grave problema para los pueblos, sobre todo en una situación donde la derecha neoliberal está arremetiendo, con todo su enrome poder, contra los gobiernos progresistas. Pero el marketing manda por la debilidad que representa que una parte considerable de la población carezca casi completamente de educación política. Justamente, quienes le dan de comer al chancho.

Sin educación política es imposible que los ciudadanos adquieran una “identidad ideológica”. Sin ella, esa parte de la población, que es importante, queda en un estado de “volatilidad” política y es presa del marketing y el oportunismo político de un montón de dirigentes. Esto es una verdadera desgracia para el país y su gente. En este sentido es paradigmático el trabajo de Cambiemos, con su gurú a la cabeza, Jaime Durán Barba, quien dice explícitamente y sin ningún pudor que no hay que educar a la gente, sino conocer lo que quiere y le interesa para vendérselo y ganar su voto.

Volviendo al periodismo de análisis político, se ha naturalizado la comprensión de la población como “electorado”, viendo como normal y lógico que los políticos cambien sus estrategias de acuerdo a los momentos, con total desprecio por la identidad ideológica que deben mostrar y ejercer y que es fundamental en una política seria, realmente responsable y patriótica. Una ciudadanía políticamente educada no debería darle consenso, y menos votar, a políticos que no muestran una identidad ideológica clara y coherente[1].

A modo de ejemplo, que se repite en la mayoría de los analistas políticos del establishment, así como en algunos del ámbito crítico, veamos cómo presenta el columnista de Clarín, Eduardo van del Kooy, la “redefinición del perfil”[2] de Sergio Massa en las actuales circunstancias políticas:

“De hecho, Massa está en una etapa de redefinición de su perfil. Que podría extenderse todo el verano. El objetivo apunta a mostrarse como un indesmentible opositor a Macri. Sus mensajes van en esa dirección. Afincados en la crisis económica. Otros temas le costarían bastante más. Ha optado por no meterse en la agenda sobre inseguridad que desovilló las últimas semanas la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Quizá porque alguna de sus propuestas han sido en su momento de esplendor (entre 2013 y 2015) más extremas que las que ahora impulsa el Gobierno. Por caso, la baja de edad de imputabilidad para aquellos que delincan. También habría decidido archivar los asuntos de corrupción. Una bandera que supo levantar cuando en el 2013 quebró la ilusión re-reeleccionista de Cristina”[3].

De este tipo de análisis están plagados los medios gráficos y televisivos, así como las redes. Se habla de las redefiniciones del perfil de los políticos como algo totalmente natural, cuando no lo es en absoluto. No es natural ni lógico que este suceda. Es muy grave que ocurra. Pero sucede y se debe a los que le dan de comer al chancho. A la franja de la población volátil, esto es, políticamente ignorante, que es pasto del marketing político y los oportunistas que están siempre al acecho.

Sin recurrir a un análisis estadístico ad hoc, pero sirviéndonos de los datos que se expresan en los medios, podemos decir que existen tres partes de la población, que se dividen más o menos así:

Con identidad ideológica:

Un entre 20 a 25 %, compuesto por la oligarquía y los “aspirantes” a oligarcas. Está claro que los aspirantes a oligarcas, si bien tienen una identidad ideológica, ésta es muy problemática ya que conspira, aunque no sean conscientes de ello una gran mayoría, contra sus intereses. Los gobiernos de derecha como el de Cambiemos, les demuestra a estos aspirantes, que es muy difícil llegar a las posiciones de los oligarcas y que, sus políticas, se los terminan devorando. No obstante, es una porción de la población muy difícil de captar por los sectores progresistas, sobre todo por el peronismo de cuño kirchnerista. Definimos esta franja como de “identidad ideológica reaccionaria”.

Con identidad ideológica:

Un entre 30 a 35 % , de población progresista, esto es, que tiene claro lo que valen y significan, más allá de sus errores y problemas, las administraciones políticas nacionales y populares. Definimos esta franja como de “identidad ideológica progresista”.

Sin identidad ideológica:

Es prácticamente un 40 % de la población, completamente volátil, que vale definir como ignorantes políticos, blanco fácil del marketing político y los oportunistas que redefinen todo el tiempo sus perfiles de candidatos. Está de más decir que esta porción de la población es fundamental para volcar cualquier elección. Su educación política es imprescindible para neutralizar la manipulación mediática y a los oportunistas que terminan haciéndole el juego y son funcionales a la derecha neoliberal.

Con identidad ideológica:

Entre un 4 a 5 % de la población. Se trata de la izquierda radical, que es claramente anti neoliberal, aunque sectaria y con una baja compresión estratégica de la política. Por eso, definimos esta franja como de “identidad ideológica dogmática”. Está claro que esta parte de la población también puede ser decisiva en una elección pareja, como ocurrió en 2015 cuando los dirigentes de la izquierda radical llamaron a votar en blanco y Cambiemos ganó por sólo 2 puntos. Este voto idiota, sin duda fue funcional a la derecha que hoy nos sumió en una pesadilla.

Con todos estos análisis va quedando claro que el problema no es del chancho, sino de quienes le dan de comer. Y somos nosotros, la población quienes le damos de comer al chancho. Es cierto que no es toda la población, pero la baja cultura política del 40 % que señalamos basta para que la derecha, con el control casi total de los medios y la continua extorsión al Poder Judicial, tenga en el sistema democrático un aliado para erosionar a las figuras opositoras populares, hacerse con el poder político e intentar perpetuarse en él.

Es muy peligroso que a través de los medios hegemónicos gran parte de la población haya naturalizado la idea de que el pueblo es “electorado” y no “verdadera ciudadanía”. Si el pueblo es “electorado”, es un mero objeto manipulable. Entonces, el markerting queda legitimado. No está mal visto, ni se viola ninguna norma establecida, que los políticos estén más preocupados en captar el voto de la gente que en realizar políticas que le solucionen realmente sus problemas y mejoren su calidad de vida. Y no hay duda alguna de que el grueso de la población no objeta, por lo tanto, acepta, que la política se practique de esta forma. Debemos reflexionar profundamente sobre los enormes peligros que entraña esta naturalización, porque terminaremos, como ya nos ha ocurrido, dándole el poder político a administraciones que gobernarán en contra de nuestros intereses.

Es el bajo nivel de educación política de una parte importante de la población lo que hace que algunos políticos no estén preocupados por mostrar una identidad ideológica (siempre tienen una posición aunque no la declaren) y que redefinan continuamente su perfil de acuerdo a las distintas circunstancias. Es claro que quienes ven este juego no caerán en la trampa, pero si no existe una competencia crítica para leer el fenómeno político la trampa se activará.

“Confundir” el marketing con la política[4] y “naturalizar” esta confusión, olvidando las diferencias notables que existen entre ambos conceptos, tiene consecuencias, como estamos comprobando, desastrosas para el país y su población.

¿Es esta situación inmodificable? De ninguna manera lo es. Si tenemos claro el problema encontraremos los medios para revertirla. Pero, comprendámoslo bien, no sin compromiso, organización y lucha continua de quienes conformamos el amplio campo popular.

  1. Decimos que no muestran en forma comprometida, porque todos los políticos aunque no lo manifiesten tiene una determinada posición ideológica, que se nos devela cuando analizamos sus conductas en forma crítica. Aquí queda claro que están, como dice el refrán, “al sol que más calienta”. En un momento apoyan y le dan gobernabilidad a una administración antipueblo y antipatria y, en otro, se ponen abiertamente en su contra. Es el caso de Sergio Massa. Y no sirve la excusa de que su agrupación hizo lo que tenía que hacer, que era apoyar y darle gobernabilidad a la nueva administración y que, ahora, frente a los resultados negativos, deben asumir una actitud fuerte de oposición. Es claro que es imposible que, dada su inteligencia política, ignoraran las intenciones de Cambiemos, no pueden pretender que nos traguemos ese sapo.
  2. Se denomina “redefinición del perfil” a, sencillamente, colocarse en el sol que más calienta, como dice el refrán. Todo apunta a “parecer”, lo que realmente se “es” no tiene relevancia, porque es totalmente opaco para una población manipulada. Esto es, lisa y llanamente, la negación de la política.
  3. Eduardo van del Kooy, “Fluye el voto antimacrista”, Clarín Opinión, domingo 13-1-2019.
  4. La mejor prueba empírica de que con el marketing se puede alcanzar el poder político, pero que es completamente insuficiente para gobernar, la tenemos en la administración de Mauricio Macri. Incluso, analicemos lo dañina y perversa que es esta confusión, que un gobierno que ha hundido a la Argentina en una crisis económica sin precedentes, está saqueando sus recursos públicos, hambreado a su pueblo y rematando su soberanía, siga “inventando” relatos estafadores con la increíble intención de ser reelecto. Es de terror!!

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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