Democracia liberal

La democracia real es la verdadera alternativa a la democracia representativa

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La hipótesis de que la superación de la democracia representativa es la democracia directa, es errónea y lleva a callejones sin salida. ¿Por qué? En primer lugar, porque la democracia directa es asamblearia y, en poblaciones grandes, se convierte en técnicamente impracticable. En segundo término, porque sigue siendo “consultiva” y, por lo tanto, sigue dando lugar a la manipulación de los electores. La consulta es indirecta en la democracia representativa y directa, valga la redundancia, en la democracia directa. Pero, en ambos casos, seguimos en la lógica de la consulta. Y esta lógica es impotente frente a la posibilidad real de manipulación de los electores.

Sabemos muy bien que en la democracia representativa la manipulación del electorado es un hecho indiscutible. ¿Por qué no habría de suceder también con la democracia directa, que es igualmente consultiva? Debemos abandonar la lógica de la consulta y pasar a la de la construcción.

Por eso, decidimos pensar en el concepto de “democracia real”. La esencia de la democracia real, no es la consulta, ni indirecta, ni tampoco directa, al pueblo, sino el involucramiento activo, comprometido y movilizado del pueblo en la “construcción” de las políticas públicas. Frente a la lógica de la “consulta”, típica de la democracia liberal, la democracia real se sostiene en la lógica de la “construcción”.

Frente a la lógica de la “consulta” a un pueblo desempoderado, típica de la democracia liberal, la democracia real se fundamenta en la lógica de la “construcción” de poder popular.

Por todo esto, nos pareció mejor, en vez de plantear a la democracia directa como superación de la democracia liberal, trabajar sobre la idea de “democracia real”.

Pero la democracia real, que se basa en el involucramiento del pueblo en la “construcción” de las políticas públicas, co-gobernando, requiere de un alto nivel de alfabetización política de la población.

Porque es impensable que un pueblo con bajo nivel de conciencia y competencia políticas pueda involucrarse activamente en el manejo y control de las administraciones políticas. Y esta realidad nos habla de la necesidad de una transición de la democracia representativa a la real, en la que el camino será de lucha.

Es importante tener claro aquí, que la democracia real no desestima ni pretende prescindir del vínculo de “representatividad”[1]. La idea es atacar, sí, la “calidad democrática del vínculo representantes-representados”. Sin mejorar la calidad del vínculo, que implica también mejorar la calidad democrática de los liderazgos político, no será posible apuntar a una democracia real. Y la calidad del vínculo se mejora con el empoderamiento de los representados, esto es, el poder popular. Pero para que el pueblo adquiera poder debe elevar su nivel de alfabetización política. Una población despolitizada y, por ende, desempoderada, no está en condiciones de mejorar la calidad democrática del vínculo representantes-representados y, por ende, de generar liderazgos políticos auténticamente democráticos. Porque no está en condiciones de presionar, condicionar e incidir efectivamente en sus representantes.

En síntesis, la posibilidad de una democracia real depende del nivel de conciencia política de la población. Por lo tanto, sin un pueblo empoderado, esto es, sin poder popular, la democracia real es imposible. ¿Podemos decir que en las democracias que vivimos el pueblo tiene el poder? Es evidente que no, por lo tanto no son democracias reales, sino aparentes, ficticias, controladas, o como queramos llamarlas, pero nunca verdaderas democracias.

  1. Creemos que este es otro de los problemas para el surgimiento de una “democracia directa”. Intentar suprimir el vínculo representantes-representados, equivale a prescindir de los liderazgos, de las vanguardias, lo cual no es practicable. Los liderazgos son imprescindibles en la política. Pero deben ser auténticamente democráticos, sin asistencialismo, clientelismo ni demagogia. Para ello hay una clave: el empoderamiento de los representados, que sólo será viable si se eleva el nivel de su alfabetización política. Cuanto más cultura política poseen los representados, cuanto más politizados estén, esto es, cuanto más alto sea su nivel de alfabetización política, mayor será la calidad democrática del vínculo de representatividad y, por ende, más sustantivamente democrático será el liderazgo. Aquí también se explica por qué hablamos de una “transición” de la democracia representativa a la real. Arrancamos desde lo que hay, una democracia representativa, pero para avanzar hacia una democracia popular, en la que el poder esté cada vez más en el pueblo y no en las corporaciones vinculadas a los poderes externos, especialmente, el polo económico-financiero global liderado por los Estados Unidos. En una democracia popular seguimos en un sistema representativo, pero ahora con liderazgos sustantivamente democráticos, lo que supone un pueblo con un alto nivel de alfabetización política.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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