Política

Estado oligárquico vs Estado popular

Estado oligárquico[1]vs Estado popular

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En la división dominadores-dominados, que es una evidencia incontrastable, se fundan dos modelos políticos contrarios, que desde hace tiempo, lamentablemente, se alternan en el poder en la mayoría de los países de la región de América latina y en la Argentina:

  1. El basado en un Estado que denominamos “oligárquico”.
  2. El basado en un Estado que vamos a denominar “popular”[2].

El Estado oligárquico es un Estado débil para los sectores populares y fuerte para los sectores dominantes, esto es, para el mercado, las corporaciones, los capitanes de la industria, los terratenientes, los mega empresarios, en fin, el establishment económico. El Estado oligárquico es el Estado Hood Robin, que le saca a los pobres para darle a los ricos[3].

Por su lado, el Estado popular es un Estado que atiende a los intereses de los sectores vulnerables, promueve políticas sociales de amplio espectro e intenta controlar y regular al ámbito privado, esto es, a los mercados, las corporaciones y las empresas.

Hay una cuestión paradojal que no podemos dejar de señalar, ambos tipos de Estado se dan en las democracias liberales (representativas). Los gobiernos de la derecha conservadora neoliberal, como sabemos, promueven, constituyen, legitiman y administran Estados oligárquicos y los gobiernos de los sectores progresistas de izquierda promueven, constituyen, legitiman y administran Estados populares. No obstante, es obvio que los Estados oligárquicos son antitéticos respecto de las democracias. No es posible hablar de democracia con pueblos empobrecidos y desempoderados, como los que generan las administraciones de la derecha conservadora neoliberal. Recordemos que partirnos de la idea de que “democracia” es el poder del pueblo. Por eso, si los pueblos no están empoderados, es imposible hablar de democracia.

Es importante saber, también, que los Estados oligárquicos, al desfinanciarse a favor de los sectores dominantes y en perjuicio de los sectores populares y más vulnerables, tienden a promover instancias de tensión y rebelión social que atentan contra el orden que el propio neoliberalismo necesita. Por eso, es común que estos gobiernos deban recurrir a la represión para mantener y restablecer el orden injusto que quieren imponer.

También es bueno saber que existe una oligarquía global[4] y oligarquías nacionales, por lo tanto los gobiernos que constituyen, legitiman y administran Estados populares, siempre van a estar presionados y condicionados, porque ambas oligarquías no toleran que los recursos del Estado se usen para beneficiar a los sectores populares y vulnerables de las sociedades. Por eso, la presión y los condicionamientos que les imponen a los gobiernos que promueven y sostienen Estados populares, son inmensas[5].

La ciudadanía tiene en esta diferenciación: Estado oligárquico-Estado popular, un norte político para su definición ideológica, así como para la evaluación de los militantes y políticos con los que se relaciona y en algún momento debe elegir para votar. La existencia concreta y real de estos dos modelos de Estado[6], nos obliga a realizar una opción ético-política, por uno o por el otro. Aquí no es posible la neutralidad, las terceras vías o los caminos del medio, como sostiene insistentemente Sergio Massa. La razón es simple. El inmenso poder de la oligarquía nos obliga a la opción, porque las posiciones intermedias son muy débiles y terminan siendo devoradas, de distintas formas, por la derecha conservadora. Asimismo, las posiciones intermedias y pretendidamente neutrales, no van a la raíz del problema, que está, precisamente, en el choque de intereses. Nosotros tenemos muy claro que los gobiernos y políticos que no van al fondo del problema, que está en la división oligarquía-campo popular, es porque están, como se dice en la calle, esquivando el bulto. Y el bulto no se puede esquivar, porque la neutralidad es imposible.

El Estado oligárquico puede tener distintas intensidades. De hecho en nuestra historia podemos encontrar ejemplos que lo ilustran. Tenemos los Estados oligárquicos conducidos por políticos, en la historia más reciente por Carlos Menem y Fernando De la Rua. Aquí el círculo rojo del poder se impone a través de los políticos, mediante presiones y condicionamientos de todo tipo, que redundan en acciones que lastiman la vida y los intereses de los sectores populares y clases medias. Pero existen, y lo estamos viviendo en carne propia, Estados oligárquicos más intensos, en realidad más depredadores, aquellos atendidos por sus propios dueños, como el de Mauricio Macri. Aquí ocurre que los administradores del Estado están de los dos lados del mostrador. Es el Estado oligárquico en su máxima pureza. Una pesadilla para el pueblo.

El Estado oligárquico es totalmente inconveniente y perjudicial para el amplio campo popular, esto es, para los trabajadores, los profesionales, los pequeños comerciantes, los empresarios pymes, los artistas, los intelectuales, etc., en fin, para todos los que viven de su trabajo, Pero no lo es, por supuesto, para los que están y medran con la oligarquía, aunque no pertenezcan a ella.

Nunca el Estado oligárquico va a ser bueno, ni en el corto plazo, ni en el mediano, ni en el largo plazo para el amplio conjunto de personas que viven de su trabajo. El Estado oligárquico, valga la redundancia, sólo es bueno para la oligarquía. Sólo los sectores del poder económico, como los capitanes de la industria, los especuladores financieros, los terratenientes, los agro exportadores y los mega millonarios, se benefician del Estado oligárquico. Esta es la desnuda y cruda realidad. Luego, el cuento chino de que la concentración económica y las inversiones van a solucionar los problemas a partir del derrame de riqueza hacia los sectores populares, corre por cuenta de los gobiernos de la derecha conservadora neoliberal que, mediante estudiadas y manipuladoras estrategias comunicacionales, y a través de los medios hegemónicos, se lo hacen creer a la población. Pero si la población compra esta mentira –y actualmente la viene comprando-, estos gobiernos ganan elecciones y se extienden en el tiempo, con todo el daño que ello significa para los pueblos. No cabe duda de que los Estado oligárquicos promueven el vaciamiento de la democracia.

Después de lo señalado, no es de extrañar que los gobernantes y figuras políticas que realmente realizaron y realizan la opción por poner en acto el Estado popular, sean blanco de todo tipo de persecuciones y ataques por parte del poder oligárquico. Nosotros tenemos un ejemplo dramático en Cristina Fernández que, contrariamente a lo que desparraman nocivamente los medios hegemónicos, no se la acosa y persigue por sus errores, sino por sus aciertos. No se le perdona que haya usado –a pesar de todas las presiones y condicionamientos en contra– el Estado a favor de los sectores populares y apoyado decididamente una geopolítica regional propia y soberana. La oligarquía tiene muy claro que Cristina debe ser aniquilada de cualquier forma. Cristina Fernández, no puede volver. Su carrera política debe terminar. Frente a esta realidad es realmente patético y frustrante ver cómo figuras políticas que estuvieron con ella, hoy la descalifican y combaten, con lo cual muestran su hilacha de arribistas y traidores[7]. Cristina, como Lula, como Dilma, como Correa, como Evo, son líderes constituidos y muy queridos por sus pueblos, por eso, será muy difícil que la oligarquía pueda destruirlos.

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  1. Utilizamos el concepto de “oligárquico” en su más pleno significado etimológico, porque nos referimos al pequeño grupo (oli= poco, arjé: poder) de los que poseen el poder en las sociedades.
  2. Planteamos estos distintos tipos de Estado como figuras perfectas, como los tipos puros ideales de Max Weber. La idea es tener una referencia que nos permita, mediante su contrastación, entender y evaluar los Estados reales.
  3. Incluso los propios personeros del establishment político gobernante lo reconocen. En una reciente entrevista, y cometiendo un verdadero sincericidio, el Ministro de Economía, Nicolás Dujovne, reconoció que el Estado del gobierno de Mauricio Macri, es del tipo Hood Robin, ya que le saca a los pobres para darle a los ricos. Claro que bajo el supuesto de que, de esa manera, el crecimiento de los ricos, mediante el derrame, redundará en beneficio de los pobres. Esto último un espectacular cuento chino que, increíblemente, los dominadores siguen usando, a pesar de su inconsistencia manifiesta.
  4. En este sentido, para la oligarquía global comandada por el imperio norteamericano, los ejemplos nocivos deben ser eliminados. Por eso, la intensa preocupación para combatir a sangre y fuego todas las expresiones de Estados populares en la región.
  5. Lo confirman, por ejemplo, las feroces persecuciones y operaciones mediático-jurídicas a que están siendo sometidos Lula y Cristina y las que viene soportando Evo Morales en Bolivia.
  6. Que son confirmados por la historia de nuestra región y nuestro país, así como por la realidad que estamos viviendo.
  7. No menciono a la caterva de periodistas mercenarios y cipayos que diariamente la atacan con virulencia, porque son un grupo –lamentablemente hegemónico- de esbirros del poder que no merecen ser nombrados. Es más, el pueblo debería darles la espalda para que su rating se caiga a pedazos.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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