Política

Contra el fatalismo

Contra el fatalismo

“En el año del centenario del nacimiento de Paulo Freire (1921-2021)

He leído y analizado a muchos autores del campo del progresismo, pero nadie como Paulo Freire tuvo una conciencia tan clara y una actitud tan decidida para luchar contra el fatalismo y la desesperanza. Algo de vital importancia en la época que nos está tocando vivir. Toda su obra se vertebra en una pedagogía-política de la esperanza. Pero no en una esperanza basada en el rezo a la espera de intervenciones milagrosas, sino en una “espera” (“esperanza” viene de “espera”) en la acción, en una espera en la lucha continua.

No tenemos esperanza en que las oligarquías se humanicen, sino en las posibilidades intactas de los pueblos para derrotarlas y transformar el mundo.

Hay dos ideas de Paulo Freire, muy inspiradoras y necesarias, y que, por lo tanto, deben ser rescatadas del blindaje que el orden oligárquico ha impuesto en nuestra época:

  • La crítica al fatalismo.
  • La problematización del futuro.

Entre las estrategias discursivas legitimadoras de los valores e intereses de la oligarquía, hay una que debe ser destacada: la de “desparramar fatalismo”. El discurso manipulador del bloque de poder de la oligarquía está plagado de enunciados destinados a promover un pensamiento fatalista y resignado en las poblaciones: “Siempre va a haber pobres”, “El ajuste fiscal es inevitable”, “hay que sincerar la economía”, “la gente vivía en una fiesta”, “un empleado no puede creer que está en condiciones de comprase un plasma, cambiar el celular o viajar al exterior”, etc., etc. Paulo Freire tenía muy claro este discurso de los dominadores:

“La afirmación de las que las cosas son así porque no pueden ser de otra forma es odiosamente fatalista pues decreta que la felicidad pertenece solamente a los que tienen poder. Los pobres, los desheredados, los excluidos estarían destinados a morir de frío, no importa si en el Norte o en el Sur del mundo” (Freire, P. 1997:26).

Es tal cual lo dice Paulo. Recordemos lo que ocurrió en la pandemia macrista. Primero desfinanciaron al Estado quitándole las retenciones a los agroexportadores, a las mineras y a las petroleras, luego bajaron los impuestos a los ricos y, después, “ajustaron” a fuego los mal llamados “gastos” sociales. Es clara la lógica. Las clases medias y los pobres no pueden equipararse a los ricos, porque si comienzan a gastar más, se distorsiona la distribución de la riqueza. Está claro que los ricos no están dispuestos a financiar a los sectores populares. Es preciso mantener una distribución regresiva de la riqueza. Y para mantenerla hay que lograr que las clases medias y bajas “crean” que están en falta cuando se cambian el celular o se van de vacaciones. Hay que inculcarles el sentimiento de culpa e inocularles el veneno del fatalismo, para que internalicen que hay cosas que no son para ellos, ni nunca lo serán, que el mejor camino es el de la “resignación”. El supuesto básico del que parten es claro: “los únicos que pueden consumir son los ricos”.

La colonización de las conciencias, entonces, es clave para los dominadores, porque el fatalismo y la resignación “inmovilizan”, y eso es lo que ellos necesitan. Por eso, no hay nada peor que el fatalismo y la resignación. Sin duda, es la peor de todas las respuestas a la dominación de la oligarquía:

“Reconocer la situación cuasi trágica de nuestro tiempo nos significa, para mí, sin embargo, la rendición. La lucha de los hombres y las mujeres puede ser obstaculizada, la victoria puede retrasarse, pero no suprimirse. En lugar de fatalismo inmovilista, propongo un crítico optimismo que nos implique en la lucha” (Freire, P. 1997: 55).

Hay una pregunta que en muchos medios y lugares se repite: ¿La Argentina tiene solución? Por supuesto que la respuesta es “sí”, pero siempre y cuando nos decidamos a forjarla. Ninguna solución aparece de casualidad. Cada vez que surge un problema social, económico o político, casi siempre la pregunta es: ¿y ahora qué va a pasar?, cuando la que deberíamos hacernos es otra: ¿ahora qué vamos a hacer? Aquí aparece la otra idea: la problematización del futuro. Quienes preguntan: ¿y ahora qué va a pasar?, no tienen la más mínima idea de que ellos pueden intervenir en forma transformadora en la realidad. Para ellos la realidad es un “es”, algo dado y constituido que, en tanto tal, es inmodificable. He aquí el fatalismo, la comprensión del futuro como inexorable. Sin duda han comprado la idea de la desproblematización del futuro, cuando, en verdad, el futuro es “problemático”.

Si entendemos el mundo como un “siendo”, algo que se va transformando en la medida en que actuamos sobre él, entonces, el futuro es problemático, porque ya no será “cierto”, ya no estará cerrado, ya no será algo preanunciado, sino el resultado de una construcción en la que también intervenimos nosotros:

“El futuro es problemático y no inexorable. El futuro no llegará si no hablamos de él al mismo tiempo que lo construimos” (Freire, P. 1997:33).

Las cosas pueden estar mal y, a veces, muy mal, pero lo peor que nos puede suceder es caer en la trampa del fatalismo que la oligarquía nos tiende a cada paso. Ni escepticismo ni resignación, lucha!!

Cómo no sentir una gran emoción al palpitar este grito de dignidad de Paulo:

“Reconozco la realidad. Reconozco los obstáculos, pero rechazo acomodarme en silencio o simplemente ser el eco vacío, avergonzado o cínico del discurso dominante” (Freire, P. 1997: 55).

Bibliografía:

FREIRE, P. (1997): A la sombra de este árbol. Barcelona: El Roure.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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