Neoliberalismo

Biopolítica: Una fórmula para someter los espíritus

Biopolítica: una fórmula para someter los espíritus[1]

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La instalación biopolítica es una aculturación que define un biotipo de individuo básicamente conservador, individualista, egoísta y, por lo tanto, insolidario, incapaz de pensar y obrar a favor de la idea de que el bienestar general es la mejor garantía para su buen vivir personal y el de sus seres queridos.

En Pedagogía del oprimido, Paulo Freire dice:

“El gran problema radica en cómo podrán los oprimidos, como seres duales, inauténticos, que alojan el opresor en sí, participar de la elaboración de la pedagogía para su liberación. Sólo en la medida en que descubran que alojan al opresor podrán contribuir a la construcción de su pedagogía liberadora” (Paulo Freire/Pedagogía del oprimido).

Qué mejor ejemplo de que el opresor está dentro nuestro, al modo de un alien, como dice Paulo Freire, que un pueblo[2] que elige a su verdugo para que lo gobierne. En esta democracia tan particular, mediáticamente digitada, somos nosotros mismos los que reproducimos el sistema, entregándole el poder a los que nos manipulan y oprimen. Como decía Hebert Marcuse en la década de los sesenta del siglo pasado, es la contrarrevolución que se instala en los espíritus.

Sin pretender realizar un análisis exhaustivo debemos tener una idea de cuáles son las claves del poder del capitalismo neoliberal. Ya sabemos que existe una geopolítica global de dominación de quienes comandan el orden capitalista neoliberal. Este orden está instaurado sobre tres pilares que están dialécticamente relacionados: 1) Un sistema de producción-consumo; el capitalismo 2) Una cultura funcional, complementaria y legitimadora de dicho sistema, la cultura occidental consumista y 3) Un modelo de gobierno que permita la administración funcional de las instancias 1) y 2), que es la democracia liberal.

¿Y cómo funciona esto? Lo hace sobre la base de una coacción material y una dominación cultural. El modelo de producción-consumo está basado en el lucro, esto es, la maximización de las ganancias de las corporaciones y empresas. Estas ganancias circulan y alimentan un sistema económico-financiero que genera más dinero. Y ya es evidente que ha habido un sustancial crecimiento del capitalismo financiero por sobre el capitalismo industrial.

La dominación material se basa en el sistema de producción-consumo instrumentado por las corporaciones y empresas de producción y servicios, cuyo objetivo primordial es la rentabilidad, más allá de cualquier otra preocupación social, medioambiental y humana. La promoción y mantenimiento de este modelo se garantiza, desde la coacción material, mediante poderosos aparatos militares. El líder militar del planeta y, por ende, del orden capitalista neoliberal, que es alimentado por una de las más grandes corporaciones, el complejo militar-industrial, es Estados Unidos, quien tiene desparramadas por todo el globo más de mil bases militares. Este poder intervencionista y disuasivo, garantiza por la fuerza la promoción y mantenimiento del sistema. Esta es una de las caras del poder, las otras dos piezas del puzle, con la que se cierra el modelo de dominación que son, por supuesto, completamente funcionales y complementarias, son la cultura consumista, instalada en el planeta por los Estados Unidos, que desparramó en el mundo su modo de vida, el modo de vida norteamericano, el amerian way of life, y la democracia liberal (representativa).

La cultura consumista se instaló y se mantiene en el mundo, a partir de lo que los teóricos denominan e identifican como biopolítica. Quien primero percibió lo que significa y puede la biopolítica, aunque nunca usó este concepto, fue Hebert Marcuse. Creo que mejor que explicar el concepto, es brindarles unas citas seleccionadas de sus obras:

“La llamada economía de consumo y la política del capitalismo accionario han creado en el hombre una segunda naturaleza que lo liga en forma libídica y agresiva a la forma de la mercancía. La necesidad de poseer (tener), de consumir, de emplear, de renovar constantemente los aparatos, los descubrimientos, los motores ofrecidos e impuestos a la gente, de usar estos bienes también a riesgo de la propia destrucción, se ha transformado en una necesidad biológica, en el sentido que acabamos de definir[3]. Así, la segunda naturaleza del hombre milita contra cualquier cambio que pueda socavar, o directamente abolir esta dependencia del hombre de un mercado cada vez más excesivo de mercaderías –de abolir su existencia como consumidor-, que se consuma en la compra y la venta. Las necesidades generadas por este sistema, son necesidades eminentemente conservadoras, estabilizadoras, la contra-revolución anclada en la estructura instintiva (…) No son los automóviles, ni los televisores, ni los aparatos eléctricos los que deben suprimirse, sino su incorporación a la existencia de las personas, a convertirse en parte esencial de su realización. De esta manera deben comprar en el marcado partes esenciales de su existencia, la cual es la realización del capital….La autodeterminación, la autonomía del individuo se afirma en el derecho de correr con el automóvil, de manejar los instrumentos a motor, de comprarse una pistola, de comunicar su opinión a vastas masas del público, por ignorante o agresivo que pueda ser…El sistema se reproduce a partir de generar “servidumbre voluntaria”…Los resultados justifican el sistema de dominación. Los valores establecidos -instalados en la dimensión orgánico-biológica de los individuos- se transforman en valores la población: la adaptación se convierte es espontaneidad, autonomía, y la elección entre las distintas necesidades impuestas aparece como libertad. (Marcuse, H., 1969: 19-20).

“La gente se reconoce en sus mercaderías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, en su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une al individuo a su sociedad ha cambiado y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido”. (Marcuse, H., 1972: 39).

Los requerimientos del sistema se incrustan en la estructura biológica de los individuos, se convierten en una segunda naturaleza y, por lo tanto, sus valores, hábitos y conductas reproducen el modelo.

Como dice Marcuse, la contrarrevolución se instala, como un ente extraño, en el interior de la población. Y esto configura un enorme problema para el surgimiento de una auténtica conciencia crítica, único lugar desde donde puede nacer el impulso necesario para la búsqueda comprometida de otro mundo posible. Este es un rasgo clave del poder del orden capitalista neoliberal establecido, a la vez que, por esa razón, se convierte en uno de nuestros principales desafíos en la lucha por una nueva hegemonía de signo popular.

Esta instalación biopolítica es un primer estrato fundamental, porque se configura como una antropología cultural, una aculturación que define un biotipo de individuo básicamente conservador, individualista, egoísta y, por lo tanto, insolidario, incapaz de pensar y obrar a favor de la idea de que el bienestar general es la mejor garantía para su buen vivir personal y el de sus seres queridos.

Sobre este sustrato fundamental es que trabajan los medios de comunicación monopólicos corporativizados. Es importante saber que, más allá de su adaptación biopolítica al sistema, las personas siempre guardan un sustrato de instintos positivos, éticos, benéficos, solidarios. Bueno, una de las tareas de los medios monopólicos es mantenerlas dormidas, anestesiadas. Y esto lo logran desinformando y manipulando de muchas maneras lo que informan. Sorprendentemente, Marcuse ya lo tenía claro en la década de los sesenta del siglo pasado:

“Monopolio de la información

Esta monopolización de informaciones estandarizadas -información nivelada según los intereses del sistema- esta monopolización (y creo que es algo en lo que debemos pensar muy seriamente), esta situación ha bloqueado realmente el proceso democrático. Es decir, ha creado una mayoría que es conservadora[4] y que se perpetúa, en vista del hecho de que los medios de persuasión accesibles a algunos no son ni en el mismo grado ni extensibles a la Izquierda”. (Marcuse, 1970: 105).

Lo que acaba de ocurrir en la Argentina confirma plenamente las tesis de Marcuse. Los medios monopólicos de comunicación, con el Grupo Clarín a la cabeza, lograron “envenenar” la mente y el espíritu de una gran parte de la población[5].

A favor del bajo nivel de alfabetización política de una enorme parte de la población, consiguieron que su voto se volcara al peor de los candidatos posibles para los intereses populares, al representante de la derecha neoliberal más rancia, conservadora y virulenta. Esto nos señala el enorme poder de estos aparatos omnipresentes y omnipotentes de información y, principalmente, de desinformación.

Por eso, la primera de las tareas para liberarnos es expulsar al opresor que llevamos dentro.

FREIRE, P. (1970): Pedagogía del oprimido. México: Siglo Veintiuno Editores.

MARCUSE, H., (1969) Ensayo sobre la liberación. Buenos Aires: Editorial Gutiérrez.

MARCUSE, H., (1970) La sociedad carnívora. Buenos Aires: Galerna.MARCUSE, H., (1972) El hombre unidimensional. Barcelona: Editorial Seix Barral.

  1. Este es un capítulo del libro: Lens, José Luis (2017) Para que no nos tomen por bolud@s. Buenos Aires. Editorial Dunken.
  2. Decimos un pueblo, aunque la mitad, en la cual estuve, no eligió a Macri. No obstante, la mitad más uno lo votó y nos perjudicamos todos. Por eso, decimos, y está bien dicho, lo votó el pueblo, lo colocó el pueblo en el gobierno.
  3. La negrita es nuestra.
  4. La negrita es nuestra.
  5. Y lo siguen haciendo, cada vez con más perversidad.

José Luis Lens

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Actualmente, Profesor Titular de la Cátedra de Educación Popular en la FCH-UNCPBA y Profesor Adjunto de Ciencias Políticas en la UBA-CBC.

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